FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

Cultura

Jóvenes y brillantes

Dirección: Daniel Barenboim. Programa: G. Verdi: Oberturas de 'Las vísperas sicilianas' y 'La forza del destino'. Preludios de los actos 1 y 3 de 'La traviata'. H. Berlioz: Sinfonía Fantástica. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fechas: Viernes 9 de agosto. Aforo: Lleno.

Si los lamentos por la decadencia de la educación en Andalucía, España y el mundo todo tienen justificación en muchos campos, de ningún modo la hallan en el musical si atendemos a la calidad de jóvenes músicos como los que formaron ayer la orquesta del proyecto West Eastern Divan. Formada prácticamente a tercios por instrumentistas árabes, israelíes y españoles -cierto que de una media de edad que superaba muy holgadamente la veintena-, los supuestos aprendices mostraron un nivel técnico y de concentración que pueden envidiar muchas orquestas españolas.

A lucir esas cualidades ayudó la dirección de Barenboim, parco en gestos y más atento a la precisión y la calidad del sonido que a las efusiones líricas. Tras una primera parte correcta pero comparativamente anodina, que sirvió de largo preludio, la orquesta atacó en la segunda parte un berlioz que ya trajo a Sevilla hace cuatro años y cuya grabación en directo, realizada en los Proms londinenses ese mismo verano de 2009, acaba de lanzar en disco: la exuberante, romantiquísima, excesiva y nada fácil Sinfonía Fantástica.

Tras un arranque algo dubitativo la orquesta y el maestro, ayudados por la extraordinaria orquestación del compositor, mostraron un suntuoso sonido, especialmente mencionable en los primeros violines y los metales -algo favorecidos además por la acústica-. Con precisión analítica de cirujano, Barenboim nos ofreció tal transparencia que parecía estar mostrándonos la partitura abierta, y la exactitud rítmica sorprendió en una orquesta joven y de tan amplio tamaño; la sensualidad y belleza del sonido impidieron echar de menos algo más de elasticidad en el tempo en el baile o de dramatismo en la marcha al cadalso y el aquelarre.

La opulencia sonora de la orquesta y la brillantez del final de la sinfonía se prolongaron en ¡cuatro! bizets de propina para éxtasis de un público ya dispuesto de antemano a aplaudir en cualquier silencio.

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