Cultura

Lirismo y drama del arte barroco

Apertura temporada 2014-15. Solistas de la OBS: Enrico Onofri y Pedro Gandía, violines; Mercedes Ruiz, violonchelo; Ventura Rico, contrabajo; Alejandro Casal, clave. Programa: 'La Folía' (obras de Arcangelo Corelli, Antonio Caldara, Francisco José de Castro y Antonio Vivaldi). Lugar: Sala Joaquín Turina del Centro Cultural Cajasol. Fecha: Sábado 4 de octubre. Aforo: Lleno.

Puede que fuera por el viaje (el grupo había presentado este mismo programa a mediodía en Madrid) o por la radical diferencia en el grado de humedad entre la capital y Sevilla, un factor muy relevante para los instrumentos con cuerdas de tripa, pero a los Solistas de la OBS les costó entrar en calor en su concierto de apertura de la temporada.

Por supuesto que cuando uno cuenta con un violinista del talento de Enrico Onofri puede esperar que el Preludio de la primera obra del programa sea ya un prodigio de lirismo y exquisitez, pero luego en las danzas de esa sonata corelliana como en la Chacona de Caldara o en casi toda la primera sonata de Castro el grupo sonó compacto, recio, bien ensamblado, pero demasiado pegado a la letra de la música, sin terminar de despegar, sin ese hálito inefable que hace de lo corriente algo excepcional, que convierte lo bueno en sublime.

Hubo detalles, claro, como un minueto elegante y delicadísimo de Castro, pero no fue hasta la chacona de Corelli que la velada entró verdaderamente en erupción. De repente todo sonó mucho más suelto, más flexible, las imitaciones de los violines se hicieron luminosas, claras; sin dejar de servirle de colchón, el continuo pareció liberarse, crear un espacio acústico nuevo.

Fue la preparación ideal a la intensísima interpretación que de la Folía de Corelli hizo Onofri. Violinista esencialmente lírico, planteó la obra con una variedad de contrastes asombrosa, desplegando una imaginación desbordante en el terreno ornamental (lo que puede hacerse extensible a toda su actuación). Las variaciones sobre los bassi ostinati eran en el Barroco pruebas virtuosísticas para los instrumentistas, pero de un virtuosismo no entendido sólo como la capacidad de deslumbramiento técnico, sino como demostración de la maestría para expresar todos los afectos posibles. Con un acompañamiento en el que los instrumentos del continuo se agregaron y disgregaron con absoluta naturalidad, Onofri hizo una Follia de una libertad y una variedad de matices espectaculares, sorprendiendo en algunas variaciones por la originalidad del planteamiento (como en unos fulgurantes arpegios picados), pero sobre todo fundiendo lirismo y drama, poesía y gimnasia en un todo coherente y expresivo. En la segunda parte, el tono se sostuvo notablemente elevado hasta la Folía de Vivaldi, que encendió de nuevo la noche.

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