Cultura

El escritor de periódicos

  • Durante los bombardeos y después, en la Inglaterra triunfante, Assía firmó estas incisivas y excelentes crónicas recuperadas por Libros del Asteroide.

Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo. Augusto Assía. Prólogo de Ignacio Peyró. Libros del Asteroide. Barcelona, 2015. 504 páginas. 24,95 euros.

Parece que Libros del Asteroide, por intermediación de Luis Solano, ha acometido una importante y admirable empresa: recuperar para el lector en español algunos de los mejores escritores de periódicos del siglo pasado. De entre los grandes géneros de la modernidad (el relato, el poema en prosa, la interview, el artículo literario), el género periodístico ha quedado sumido en un vago e injustificado desprestigio, cuya naturaleza es de carácter tan equívoco como adventicio. Dada la celeridad y la urgencia del periodismo, se ha querido confundir la prontitud de su consumo con su calidad y su alcance. De este modo, el articulista acaba figurando como escritor en agraz, como prosista malogrado, pero nunca como el propietario de una obra sólida y valiosa.

Lo cierto, sin embargo, es que Larra fue, junto con Bécquer (el Larra y el Bécquer articulistas), el mejor y más reposado escritor del XIX español. Y en el siglo siguiente serán González-Ruano, Álvaro Cunqueiro, Josep Pla, Julio Camba, Eugenio d'Ors, Francisco Umbral y muchos otros quienes abran tribuna y dicten su alto magisterio en el espejo ensabanado y ocre de los diarios. Es lógico, por tanto, que los escritores recuperados por Libros del Asteroide (Chaves Nogales, Gaziel, el Augusto Assía que hoy glosamos), adquieran una mayor relevancia conforme el tiempo pasa y su escritura cobra una cálida y flexible corpulencia, al margen de los estremecimientos de la época. Digamos, pues, que Augusto Assía, pseudónimo del orensano Felipe Fernández Armesto, realizó la mayor parte de su obra en las páginas de La Vanguardia. En dichas páginas vieron la luz las crónicas y artículos que ahora se recogen, espigados, bajo los títulos de Cuando yunque, yunque y Cuando martillo, martillo. Ambos volúmenes tratan de un mismo y crucial asunto, considerado desde una perspectiva opuesta: la Inglaterra bombardeada y a la zaga del año 40, y la Gran Bretaña triunfante -cuando martillo, martillo-, que sabe ya ganada la guerra y se prepara para otra guerra no menos decisiva, como es la guerra comercial que sobrevendría tras la victoria.

Si Chaves Nogales narró el estupor y la inepcia moral de un continente, y el modo en que Francia prefirió la esclavitud a la lucha; si Gaziel nos abisma en el virulento damero de los Balcanes, en Armesto/Assía nos encontramos tanto con la tranquila fortaleza del pueblo británico como con su declarada admiración a las costumbres, las instituciones y la extravagante civilidad de aquellas islas. En este sentido, Augusto Assía no es el primer gallego deslumbrado por el carácter y la cultura británica: Torrente Ballester, Cunqueiro, Cela, las memorables páginas que Camba dedica a la parva y honesta cocina inglesa, forman parte de una afinidad no tan secreta ni tan inexplicable, donde el mar y las colinas verdes vienen a unirse a un concepto del hogar extraño a otras latitudes. Quiere decirse, pues, que en los artículos de Assía no es sólo, ni principalmente, el desarrollo de la guerra aquello que ocupa sus consideraciones ni sus cálculos. Es la organización del Imperio, y el modo particular en que los ingleses conviven, el tema principal de estas incisivas y excelentes crónicas.

Sin duda el lector recordará las numerosas invectivas que el doctor Johnson dirigió a los escoceses, y la opinión adversa que aquel pueblo le mereció durante toda su vida. Aun así, tales comentarios, junto con el resto de sus formidables opiniones y hábitos, fueron recogidos, con viva devoción, por un escocés, el periodista y escritor James Boswell (la Vida del doctor Johnson, sobre ser la primera entrevista de la Historia, es uno de los mejores libros del XVIII británico). Esta paradoja de los insulares la explica Assía de modo simple y certero: "Burlarse de las cosas es tan inglés como saber hacerlas, y hacerlas bien. Una cosa complementa a la otra". No le miento al lector si digo que en las páginas de Assía uno encuentra la curiosidad, el humor, la inteligencia, el gesto literario y esa azarosa porción de asuntos que hemos llamado, durante siglos, cultura.

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