Cultura

Pura potencia sonora

XXV Ciclo de Música de Cámara. Cuarteto ROSS: Éric Crambes, violín I; Luis Miguel Díaz, violín II; Jerome Ireland, viola; Gretchen Talbot, violonchelo. Esteban Baraviera, sonido. Programa: 'Different trains' de Steve Reich; Selección de 'John's book of alleged dances' de John Adams; 'Black Angels' de George Crumb. Lugar: Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo 8 de marzo. Aforo: Casi lleno.

Pese al comentario de Éric Crambes en su alocución previa, Different trains no es en absoluto obra extraña al público sevillano, que pudo escucharla a principios de los años 90 en el Lope de Vega interpretada por el Cuarteto Kronos, conjunto que volvió a incluirla en su visita al ciclo de El Monte en 2004, justo un año antes de que el Cuarteto de Leipzig la ofreciera en el Teatro Central. Dentro de su Ciclo de Música Contemporánea, el Central ha programado también al menos un par de veces (hablo de memoria) Black Angels de George Crumb. Se trata de dos obras fundamentales en los últimos cincuenta años de creación musical no solo en los EEUU, sino en el mundo, y su inclusión en el ciclo de la ROSS es todo un acierto y merece un aplauso entusiasta.

Como lo merecen los miembros de la orquesta que se atrevieron con este programa, completado con cuatro de los diez números de una obra de John Adams algo menor, pero que sirvió magníficamente como desengrasante, como ligero interludio que aliviara la carga emotiva de las otras dos piezas. Música innovadora en el momento de su escritura (1970 la obra de Crumb; 1988 la de Reich), pero que mantiene su modernidad y su fuerza vanguardista hoy, y no por la extraordinaria complejidad interna de su estructura ni por ningún prurito intelectual ni por su mensaje extramusical antibelicista (eso, así sin más, queda bien en los panfletos y fatal en el arte), sino por su potencia puramente sonora. Different trains y Black Angels son artefactos de una fisicidad impactante, de una fuerza sensual y lírica (sí, lírica) asombrosa, de una capacidad para absorber la atención del oyente y conmoverlo excepcional, y el mérito de los profesores de la ROSS fue salvaguardar en todo momento la fibra expresiva de ese caudal de sonido, casi obsesivo en sus ostinatos minimalistas en Reich, lleno de referencias y de gestos tímbricos sorprendentes en Crumb.

Acaso a Different trains le habría venido bien un poco más de intensidad en los ataques, algo más de ímpetu, aun a costa del control, para provocar ese estado de casi hipnosis colectiva al que puede conducir la obra, pero en Black Angels todo funcionó a la perfección: los extremos contrastes dinámicos, la variedad de formas de ataque, el virtuosismo técnico, la integración de los sonidos percutivos y vocales entre las dieciséis cuerdas del cuarteto fueron pruebas que Crambes, Díaz, Ireland y Talbot superaron sin tacha apreciable, con un equilibrio entre las partes, un vigor y una voluntad expresiva admirables.

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