Que no falte el vino

Crítica de Música cine

Andrés Moreno Mengíbar

30 de julio 2015 - 05:00

MÚSICOS DE URUEÑA

Noches en los Jardines del Alcázar. Programa: Cantigas de Alfonso X, canciones goliárdicas, trovadorescas, sefardíes y tradicionales marroquíes. Intérpretes: Luis Delgado (zanfoña, guitarra, laúd, percusión y voz) y César Carazo (viola y voz). Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Martes, 28 de julio. Aforo: Lleno.

Al amparo de esas construcciones ideológicas denominadas "interculturalidad" o "alianza de civilizaciones", de unos años a esta parte se ha establecido una especie de canon interpretativo de la música medieval profana en el que se mezclan con diversas dosis elementos orientales, célticos y occidentales en un discurso único que se aplica por igual a una canción goliárdica, a un romance fronterizo, a una cantiga mariana o a una canción trovadoresca. Es verdad que según de qué ámbito musical se trate se pueden detectar contactos y filtraciones entre las tradiciones musicales, pero también lo es que cada uno de esos ámbitos posee un perfil propio que no se debe ocultar.

Esto viene a cuento porque en el recital del pasado martes, los Músicos de Urueña mostraron que una larga trayectoria en el mundo de la música medieval (más de cuarenta años en el caso de Luis Delgado) les ha llevado a saber cómo abordar con seriedad y rigor musicológico cada repertorio desde sus propios perfiles estilísticos. Así, la voz de Carazo, flexible, natural y con sabio uso de las medias voces, aportaba cadencias melismáticas a las canciones sefardíes, articulaba a la perfección el staccato de las canciones magrebíes, suavizaba el fraseo en las cantigas alfonsíes y casi reía en la loa al vino de los goliardos. Lo mismo en el acompañamiento de Delgado, muy idiomático en el laúd oriental y con un gran dominio de la ornamentación y la improvisación en la zanfoña. Supo, además, aportar una segunda voz festiva en los estribillos de algunas de las canciones más alegres. En todas las piezas del programa se evidenció algo muy importante de cara a hacer creíble la reconstrucción de estas músicas tan lejanas: la sinceridad y la felicidad al dar vida estas obras que celebran la alegría de vivir y los placeres del vino en buena compañía. Sólo faltó que, como en la cantiga 23, las fuentes del Alcázar manaran por un momento el precioso fruto de la uva.

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