España: recuerdos y sueños

Crítica de Música cine

Andrés Moreno Mengíbar

20 de noviembre 2015 - 05:00

ORQ. SINFÓNICA DE SEVILLA

XXVI Temporada de conciertos. Programa: 'España', de E. Chabrier; 'Escalas', de J. Ibert; 'Alborada del gracioso', 'Rapsodia española' y 'Bolero', de M. Raverl. Director: John Axelrod. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 19 de noviembre. Aforo: Casi lleno.

Los terribles acontecimientos parisinos de estos últimos días han dotado de un significado especial a este programa de abono centrado en la perspectiva de la música española desde Francia. Una relación fructífera para ambas partes que bien puede servir de metáfora sonora de lo que ahora más que nunca debe ser el sentimiento de solidaridad y de identificación en el dolor.

Parafraseando a Bernstein, Axelrod se dirigió al público ofreciendo contra la violencia una interpretación más intensa. Y así fue efectivamente por parte de todos, de la batuta y de una orquesta en uno de sus mejores momentos de sonido, conjunción, flexibilidad y respuesta. Se aprecia de inmediato la empatía entre el texano y el conjunto orquestal en la plena identificación de criterios y de matices. Ya en los inicios de la España de Chabrier sorprendió la riqueza de la paleta de colores con la que Axelrod ilustraba su visión de una obra chispeante y que alcanzó en sus manos una versión sumamente brillante por parte de todas las secciones, con especial mención de los metales.

El tríptico mediterráneo de Ibert se abrió con un bellísimo pasaje de las cuerdas con sordina que dio paso a un fraseo lánguido, sugerente y rico en diversas gradaciones de rubato. En la segunda sección llegó el momento de que Sarah Roper sedujese con su fraseo sinuoso y evocador sobre el sutil acompañamiento de las cuerdas col legno. Virtud reseñable en Axelrod es su capacidad de alcanzar dinámicas fuertes sin por ello emborronar la claridad de las líneas y de las texturas.

Hubo quien dijo que el mejor compositor de música española ha sido Maurice Ravel y parte de razón no le faltó dado el grado de sutilidad y de sublimación que suponen obras como las de este programa, en las que la batuta consiguió mantener la tensión en los pasajes reposados y controlar transiciones y explosiones.

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