Indefinibles límites del tiempo musical

Andrés Moreno Mengíbar

30 de mayo 2009 - 05:00

Dado que hace tiempo que pasaron a la memoria los ciclos de orquestas sinfónicas en el Teatro de la Maestranza, hay que dar la bienvenida a la iniciativa que este año ha abordado la ROSS de incluir en sus programas de abonos las visitas de algunas orquestas nacionales.

En esta ocasión recibimos la visita de la Real Filharmonia de Galicia, una agrupación de tamaño medio dirigida por el veterano maestro Ros Marbà. El conjunto presenta una calidad más que apreciable, sobre todo en una estupenda sección de maderas que brilló a gran altura toda la velada en los numerosos pasajes a solo de oboe, corno y flauta. La cuerda grave suena con gran empaste y con un sonido muy redondo, algo a lo que aún tienen que llegar unos violines que cuando tienen que articular de forma rápida en el registro superior tienden a desajustarse y a un sonido algo estridente. Así, al menos, se evidenció en la sinfonía de Bizet, sobre todo en el primer y cuarto movimientos. Ros Marbà dirigió con claridad y transparencia, consiguiendo que se pudiesen escuchar a la perfección todas las secciones. Estiró hasta los límites el tempo en los pasajes lentos, acentuando en demasía el contraste con los rápidos en la música de Bizet. En en el pasaje fugado del Adagio sobrepasó el límite de la lentitud, como ya lo había hecho en la insulsa y alimenticia obra de Rodrigo que abrió el programa.

Cho-Liang Lin alternó la poesía y el detallismo de su fraseo con la demostración de virtuosismo, siempre con un bellísimo y cálido sonido.

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