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Cultura

Espejos barrocos

  • En su formación de trío, el conjunto asturiano Forma Antiqua registra su segundo trabajo para el sello Winter & Winter

Concerto Zapico. Aarón Zapico, clave y órgano; Daniel Zapico, tiorba; Pablo Zapico, guitarra Winter & Winter (Diverdi)

En su primera colaboración con el prestigioso sello de Stefan Winter, Forma Antiqua no se anduvo con medias tintas: Haendel, uno de los compositores más interpretados y grabados de nuestros días. Que un conjunto español compuesto por jóvenes que rozan la treintena se impusiera entre el público y la crítica europeos con un repertorio de ese calibre dice bastante acerca de la preparación de las nuevas generaciones de intérpretes barrocos españoles.

Forma Antiqua es un grupo fundado hace ya doce años por tres hermanos asturianos (Aarón, Daniel y Pablo Zapico) que en muy poco tiempo ha logrado desarrollar una intensísima actividad no sólo en España sino en importantes escenarios internacionales. Tanto en formaciones reducidas como en grupos amplios, Forma Antiqua ha mostrado siempre rigor, pasión y audacia en sus propuestas, una mezcla que sin duda fue esencial para seducir al gran productor alemán, para quien el conjunto trabaja en exclusiva desde 2009.

Para su segundo CD con Winter & Winter, Forma Antiqua se presenta en su formato más esencial de trío, y lo hace en torno a un repertorio, el de las danzas barrocas, ideal para la expansión creativa. Concerto Zapico se configura así no sólo en el título del disco sino en divisa de las experiencias compartidas por los hermanos Zapico en su formación y su profesión musicales, pues no cabe duda de que lo registrado en el Auditorio de Gerona en junio del presente año debe entenderse sólo como el estado actual de su visión de esta música, después de de estar tocándola juntos toda la vida. Pero yendo aún más allá, podría afirmarse que la aquí grabada es sólo una de las visiones posibles que los Zapico tienen de este repertorio, y que un aspecto especialmente valioso de este tipo de discos consiste precisamente en desvelar que, frente al carácter cerrado que empieza a cobrar la música desde el Clasicismo, en el Barroco es muy útil aún la idea de la opera aperta.

Es así que partiendo de fandangos de Scarlatti, Murzia y Nebra, de pasacalles, chaconas, folías, preludios, tocatas y recercadas incluidos en sus libros por otros maestros italianos y españoles (Kapsberger, Roncalli, Valente, Pasquini, Ximénez, Ortiz) los hermanos Zapico crean su propio universo barroco, sustentado en una perfecta combinación de los principios de la repetición (continuos bassi ostinati) y la variación, en la mezcla de rigor, elegancia y fantasía, en el manejo de formas que parecen siempre abiertas (como si nos fuera dado escuchar sólo una parte de un todo mayor), formas que se enriquecen con la función en permanente tránsito de los instrumentos entre melódicos, polifónicos y acompañantes, lo que acaba generando una rica variedad de colores y atmósferas sutilmente entretejidos, como en un complejo juego de espejos que nos ofreciera a la vez la imagen real y las más variadas y sugerentes posibilidades de su reflejo.

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