Cultura

Diana y el libertino

  • Dynamic ofrece 'El árbol de Diana' de Martín y Soler en la producción de Negrín que pudo verse en el Real y el Liceo

Martín y Soler: El árbol de Diana. Liceo. Harry Bicket. Francisco Negrín Dynamic (DVD) (Diverdi)

En sus Memorias, Lorenzo Da Ponte cuenta cómo en 1787 recibió el encargo de escribir tres libretos casi de forma simultánea: Antonio Salieri solicitaba algo específico, una versión en italiano del Tarare de Beaumarchais que ya había afrontado en París, pero Mozart y Martín y Soler le dieron libertad para escoger el tema. Al salzburgués le ofreció la posibilidad de trabajar sobre don Juan (y de aquella colaboración saldría una de las obras maestras más impactantes de la historia de la ópera) y para el valenciano escribió El árbol de Diana. Luego comentaba divertido: "Trabajaré por la noche para Mozart, y leeré primero algunas páginas del Infierno de Dante. Trabajaré por las mañanas para Martini, como si estudiase a Petrarca, y dedicaré mis tardes a Salieri, que será mi Tasso".

La obra de Martini nació como encargo del emperador José II para las bodas de su sobrina la archiduquesa María Teresa de Austria con el príncipe de Sajonia. Un libertino reconocido como Da Ponte disfrutaría mucho ofreciéndole al Emperador, quien acababa de abolir la institución monacal, una pieza en la que la diosa de los bosques y de la caza, que tiraniza a sus ninfas obligándolas a cumplir con su ideal de castidad, acaba enamorada del pastor Endimión, todo ello envuelto en un fino erotismo, como comentaría el propio libretista "voluptuoso, sin caer en la lascivia".

El árbol de Diana era la tercera ópera salida de la colaboración entre libretista y músico. Estrenada el 1 de octubre de aquel 1787, la obra tuvo un extraordinario éxito y alcanzó rápida difusión por Europa. Lejos de la estéril comparación con la producción mozartiana de la época en la que tantos siguen empeñados, la ópera de Martín y Soler resulta no sólo un compendio de "melodías dulces, que uno siente profundamente en el espíritu, y muy pocos saben imitar", como opinaba el propio Da Ponte de su compañero de aventura, sino una obra perfectamente incardinada en el género buffo y fantástico de su tiempo (Schikaneder la tuvo muy en cuenta para el libreto de La flauta mágica), en la que el compositor valenciano deja muestras de su facilidad para la melodía, pero también de su exquisito dominio del color orquestal y de su capacidad para dibujar, aun someramente, los perfiles psicológicos de cada personaje.

Dynamic presenta ahora la coproducción que Liceo de Barcelona y Teatro Real de Madrid encargaron al mexicano Francisco Negrín, quien respondió con una propuesta intemporal, llena de colorido, luz, imaginación y movida con notable gracia y sutileza. Para el estreno en el Liceo en octubre de 2009, la batuta la tomó Harry Bicket, que supo sacar de la orquesta del teatro, en formación reducida, una chispa y una agilidad no siempre habituales en el conjunto barcelonés. Los ocho solistas que exige la obra se enfrentan a arias de notable dificultad y a abundantes números de conjunto, y aquí se logró un elenco homogéneo y de correcta adecuación estilística, sobrado para hacer disfrutar al aficionado de esta deliciosa comedia sin pretensiones, nada menos.

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