Cultura

Un cierto desinterés de la administración

  • La Sala Santa Inés acoge la III muestra de videoarte andaluz.

Survideo Visiones. III Muestra de videoarte andaluz. Sala Santa Inés. Doña María Coronel, 5. Sevilla. Hasta el 8 de mayo.

Paralelos y contrastes: obras que abordan temas análogos desde perspectivas diferentes y siembran así la discusión y el debate. Este es uno de los atractivos de la III Muestra de Vídeo Andaluz. Sirvan de ejemplos tres trabajos que plantean aspectos urbanos: Santiago Cirugeda (Sevilla, 1971) saca a la calle su cuadrilla playmobil para mostrar cómo se puede levantar una vivienda sobre una azotea sin dañar el edificio. Frente a esta propuesta, con tintes de manifiesto en tono de humor, el trabajo de Dionisio González (Gijón, 1966), analítico y reposado, sugiere que las condiciones espaciales de las favelas de Río de Janeiro podrían propiciar otro modo de vida, menos duro y sobre todo menos injusto. Entre ambas reflexiones, cabría situar el vídeo de Miguel Soler (Sevilla, 1975) que apuesta por transformar la señalética urbana y las vallas publicitarias: un hábil uso del collage convierte las señales urbanas, rastros fríos de la administarción, y las vallas anunciadoras, huellas del mercado omnipresente, en soportes de la fantasía y la comunicación de los sufridos urbanitas.

También hay un paralelo entre la divertida animación de Curro González (Sevilla, 1960) y el superhéroe de Ángeles Agrela (Úbeda, 1966). González relata pesadillas de artista: ciudadanos que desconfían de su vecindad, un casero que le urge a abandonar su estudio y una hidra de siete cabezas llamada institución arte. Agrela se burla del narcisismo del artista: superhéroe con pies de trapo que sólo remonta el vuelo para aterrizar, sin querer, en una de sus exposiciones que recorre con (auto)satisfacción.

Si el arte alienta semejantes la ironía, también puede proponer poéticas fragmentarias que el espectador completará. Así ocurre con Landpartie de Cristina Martín Lara (Málaga, 1972). Las lejanas luces y el difuso tíovivo tienen entidad de símbolo en el sentido etimológico del término: un trozo de moneda entregado a alguien que ha de completarse con el resto del círculo de metal en manos del receptor. Su obra es un fragmento que nos entrega Martín Lara esperando que nuestra sensibilidad y fantasía de espectadores (cada hombre un artista, decía Beuys) haga el resto.

Otros cuatro trabajos de la muestra son propiamente vídeo-performances. El más convincente quizá sea el de Noemí Martínez Chico (Granada, 1973) que conecta públicamente, mediante el afecto, dos dimensiones de nuestra identidad: la que brota de los vínculos y la pertenencia a la familia, y la que crece en otras relaciones surgidas de los grupos de edad, la profesión o la amistad. El abrazo entre madre e hija, ante gentes que no son ajenas pero con las que se mantienen vínculos diferentes, funciona. Los otros tres trabajos acusan otros tantos problemas: el alcance, aun corporal, de la represión en nuestro modo de vida (Fernando Millán, Villarrodrigo, 1944), la anónima extensión de la violencia (Jesús Algovi, Jerez de la Frontera, 1968) y la necesidad de protección y acogida al inmigrante (Rocío López Zarandieta, Isla Cristina, 1967).

La muestra, en conjunto, puede que sea mejor que la última celebrada en la iglesia de Santa Lucía pero, a diferencia de aquélla, los medios con los que cuenta son del todo insuficientes. Los vídeos, como he dicho, se prestan a la mutua comparación y contraste, pero esto no se llega a hacer porque se exhiben todos seguidos, al no contar la muestra más que con un solo proyector y dos monitores, todos recluidos en una sala y el vestíbulo de Santa Inés, quedando el resto del amplio recinto vacío. Es algo que da que pensar porque parece indicar, más que voluntad de ahorro, una fría indiferencia de la Administración hacia el arte contemporáneo.

Las crisis, señaladamente las económicas, no son meros baches, momentos de baja actividad que después se recupera y todo vuelve a ser como antes. Las crisis no se comportan así. Las crisis son reajustes que no persiguen sanear la economía sino establecer un nuevo proceso de acumulación de capital. Las crisis son pues reajustes y éstos los hacen los poderes sin rostro del mercado. Las administraciones públicas pueden siempre servir de contrapeso a estas ciegas exigencias. Pero para ello han de definir una política y hacerla valer. El gobierno autonómico parece haber señalado ciertas líneas de acción en materia de cultura. Al menos así se antoja a la vista de las últimas decisiones. Pero esas líneas no cuentan demasiado con el arte contemporáneo, en particular, con el que se hace en Andalucía y por andaluces. Esta muestra es un nuevo síntoma que hace temer que, las buenas perspectivas que hoy están abriendo jóvenes autores andaluces apenas hallen eco en las políticas culturales autonómicas, orientadas hacia otros horizontes teñidos de populismo y esperanzados en un turismo no demasiado selecto.

Sala Santa Inés. Doña María Coronel, 5. Sevilla. Hasta el 8 de mayo.

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