Manuel Lozano Leyva

Neutrinos, Einstein y Berlusconi

El anuncio a bombo y platillo de que la teoría de la velocidad se tambaleaba al descubrirse unas partículas más rápidas que la luz es una falsedad científica a mayor gloria del primer ministro italiano

LOS neutrinos son las partículas más elusivas y sutiles del universo. Significa esto que no tienen ni carga eléctrica ni siquiera masa: son, simplemente, hálitos de energía que traspasan cuerpos humanos, planetas e incluso galaxias sin que éstos lo noten. Surgen en oleadas de las estrellas, porque los generan las reacciones nucleares que les dan vida y brillo. Una de las hazañas más notables del ingenio humano en los últimos tiempos ha sido detectarlos de manera controlada. Para descontar la inmensidad de partículas que nos llegan del cosmos, se idearon detectores subterráneos construidos en minas abandonadas, bajo el mar o abrigados por macizos montañosos, de manera que podíamos contar los neutrinos uno a uno. Para imaginar el reto, piénsese que era como tratar de grabar el canto de un pajarillo posado en el asta de una bandera de un estadio de fútbol en el momento en que el equipo local mete el gol decisivo en tiempo de prórroga de un campeonato importante. Mucho más, porque las voces de los enardecidos aficionados están más o menos en el mismo rango de longitudes de onda, y los rayos cósmicos tienen una variedad infinitamente mayor.

Otra de la implicaciones de que los neutrinos no tengan masa es que viajan a la velocidad de la luz, la cual es la máxima a la que se puede propagar en el vacío cualquier información (por ejemplo, las que portan las partículas como los propios neutrinos) según dejó establecido Einstein en 1905. Uno de los portentosos detectores de neutrinos que existen en el mundo se construyó hace unos años en Italia en un laboratorio subterráneo llamado Gran Sasso. Su bello acrónimo es Ópera. Está a unos 730 kilómetros del CERN, el centro europeo de investigaciones nucleares, que es el mayor laboratorio científico del mundo. En un experimento delicadísimo, trataban de detectar en Ópera los neutrinos producidos en el CERN. Los italianos lo consiguieron pero anunciaron a bombo y platillo que los neutrinos del CERN habían llegado un poco, muy poco antes de lo que predecía la relatividad de Einstein. Lo suficiente como para ponerla en cuestión. Humildemente, para que nadie pensara que había trampa o cartón, dieron todos los detalles del sofisticadísimo experimento para que los físicos de todo el mundo pudieran escudriñar los detalles por si había algún fallo. Lo cual equivale a mostrar un vídeo de la circuitería de un televisor estropeado invitando a los espectadores a que averigüen dónde está la avería. Los físicos, lógicamente, reaccionamos con una cautela que como mínimo provocó sonrisas de suspicacia. Sobre todo por tres razones.

La primera es que el CERN lleva unos 60 años funcionando en base a la teoría de la relatividad de Einstein sin que en la miríada de experimentos realizados se haya detectado anomalía alguna. La segunda es que en febrero de 1987 una estrella agonizó explotando en plan supernova. Los neutrinos que nos llegaron de ella también se adelantaron un poco (varias horas) a la luz que emitió tan magno suceso, pero lo hicieron de manera no sólo compatible con la relatividad, sino confirmando la teoría que describía este tipo de explosiones. Dicho de otra manera: el adelanto de mil millonésimas de segundo de los neutrinos sobre la luz desde el CERN hasta el Gran Sasso que dicen los italianos que ha tenido lugar, se habría traducido en siglos en el caso de la supernova, porque aquel traquido tuvo lugar a 150.000 años luz, no a 730 kilómetros. La tercera razón es que las teorías de la física confirmadas experimental y tecnológicamente (la telefonía móvil, el GPS y mil técnicas más se basan en la exactitud de la relatividad) no se vienen abajo por un resultado experimental anómalo, sino que uno de estos lo que provoca es la ampliación de dicha teoría.

¿Todo lo anterior no lo saben los físicos italianos? Pues claro que lo saben, pero una hipótesis mucho más coherente que toda contradicción de la física es la siguiente. El detector Ópera es costosísimo, no está dando los frutos que de él se esperaba (los que los físicos italianos blandieron ante los políticos para que lo financiaran) y lo primero que ha propuesto recortar Berlusconi en tiempos de economía aciaga ha sido el presupuesto de la ciencia. La manera de engatusar a unos lerdos del calibre del primer ministro italiano y su cohorte es llevando la ciencia a la primera plana de los periódicos y el prime time de las televisiones de todo el mundo. ¡Italia, con Berlusconi a la cabeza, desenmascara a Einstein! Menos mal que estamos hablando de ciencia, la cual tiene los mecanismos más acrisolados producidos por el cerebro humano para contrarrestar toda falsedad. Los neutrinos y la luz seguirán cumpliendo las leyes de la física y cuando éstas se enfrenten a nuevos desafíos experimentales lo harán con toda la fuerza que le da el método científico y no el oportunismo y la trapacería.

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