el poliedro

José / Ignacio Rufino

'Furbos', y muy acongojados

Italia se plantea dar oxígeno a sus arcas públicas con el control fiscal a partir de indicios en los gastos personales

ITALIA es un país donde la palabra furbo tiene casi tanto predicamento como la voz preferida de los italianos, bello. Nada que ver con el deporte rey -allí tanto o más que aquí-; furbo es un adjetivo que, aunque literalmente tiene connotaciones negativas, en la práctica denota a un espécimen valorado socialmente: el listo, el astuto, el espabilado. Tan valorados son los furbi en Italia que la economía sumergida, o sea, la que no cotiza ni tributa, y genera dinero negro y la necesidad de lavarlo o, en su defecto, gastarlo, se valora en el 27% de la economía total, del PIB del país. Lo cual supone que Italia está a la cabeza de la economía sumergida del mundo más desarrollado, club de borrosos límites en el que sin duda alguna y a pesar de los pesares está el país transalpino. Está bastante por delante de nosotros en este opaco ranking: nuestro porcentaje equivalente es el 22,5%. Según una institución de referencia en la materia llamada Tax Research, ese 27% del PIB que es ajeno a la Hacienda italiana supone una pérdida de recaudación anual de 180.000 millones. Por hacernos una idea: casi tanto como todo lo que ha necesitado nuestra banca más muerta para mantenerse en vida más o menos artificialmente; o lo mismo que todo el cloud computing va a generar en 2014 en todo el orbe; o seis veces el presupuesto de la Junta de Andalucía; o algo menos que los dos rescates concedidos a Grecia hasta ahora. En fin, una mareante pasta, y no de sémola.

Es cierto que si acabáramos con la economía sumergida, buena parte de esa economía -que lo es- se evaporaría. En ese mundo utópico de recuperación fiscal, a muchas personas que hacen chapuzas dejaría de interesarle limpiar escaleras o levantar tabicones. Se venderían muchísimos menos coches de alta gama, joyas, putiferios y drogas. Algunas industrias levantiscas -geográfica y tributariamente- con el fisco dejarían de ser competitivas y cerrarían. Pero buena parte de esa economía informal, ilegal o alegal entraría por la vereda del IVA, el IRPF y los seguros sociales. Y en estos momentos, con unos presupuestos públicos tocados de muerte con un déficit que alimenta la deuda, esos dineros serían agua de mayo; y de enero y de agosto...

Italia siempre ha sido un país de altísima creatividad, tanto para lo bueno como para lo menos bueno. Y ahora, con gran contestación de muchos, se plantea pillar a los defraudadores o evasores por medio de sus gastos, por indicios de su tren de vida, mediante el llamado gastómetro o rentómetro. Ya llevan tiempo rumiando tal idea, pero ahora, a la fuerza ahorcan. Si usted declara ingresos modestos, pero tiene un pedazo de carro, o tiene a los hijos en un colegio caro, o pertenece a clubes de élite, usted tendrá que explicar cómo se obra su alquimia doméstica. La criba informática será de alta precisión y calado, no demasiado fácil de esquivar, y además la carga de la prueba correrá de su parte. Sus apartamentos alquilados sin declarar o sus dineros en el extranjero no estarán tan a cubierto; y si lo pillan, el palo será serio. Como siempre pasa, los malos-malos de verdad, los Malasombra fiscales, o sea, los que nunca han presentado en su vida una declaración fiscal, lo tendrán mejor, de momento. Estos grandes evasores están más a cubierto. Aunque el año pasado pillaron a 9.000, que han dejado de dormir bien. De hecho, Bersluconi, por eso, realizó una amnistía fiscal que consiguió repatriar 90.000 millones hace unos años. Dejemos de lado aquí si la amnistía es o no moral: Hacienda lo agradece, y, sin amnistía, no hubiera habido repatriación ninguna.

No duden que en esto también seguiremos en España el señuelo de Italia, como ha sucedido con las gafas de pasta, con las corbatas y ternos negros sin luto y otras tendencias que, hace nada, nos parecían infumables.

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