de todo un poco

enrique / garcía-máiquez

La estáis liando solos

JOSÉ Antonio Fúster escribe en Twitter: "¡Confirmado el once de Argelia! Mbolhi; Ghoulam, Belkalem, Pablo Iglesias, ah, no, uf, perdón, es que tengo una saturación horrible...". En efecto, el neopolítico está hasta en la sopa. Y eso, en una sociedad mediática como la nuestra, multiplica su trascendencia.

Sus votos en las elecciones europeas no fueron para tanto. Su discurso es irrealizable y está a medio armar. Recogió un descontento lógico, pero poco más. Se podría haber tomado nota discretamente y ya. Desde entonces, sin embargo, se han conjugado cinco hechos que nos han traído hasta aquí, o sea, hasta oír el nombre de Iglesias en la alineación de Argelia y a que Bertín Osborne tenga que ponerse serio.

Lo primero fue la sorpresa que supuso su resultado electoral. Aumentada por contraste con el aburrimiento previo y la supuesta intrascendencia (¿recuerdan?) de las europeas. Los comentaristas políticos, siempre tan menesterosos, se agarraron a la novedad como a un clavo ardiendo, y le dieron un eco inmenso.

Después se produjeron la renuncia de Rubalcaba y la abdicación del rey, que, sin tener nada que ver con Iglesias, lo parecen, por la simple cercanía temporal. Luego, en la izquierda, tanto en la Unida como en el PSOE e incluso en algunas nacionalistas se ha producido una inquietud por el propio nicho de mercado que ha creado una creciente espiral de rivalidad mimética, que, lógicamente, redunda en beneficio del original.

En cuarto lugar, el PP está jugando la baza del miedo entre sus votantes. "Que viene el coco", sugiere, señalando sin pausa a Pablo Iglesias. Puede que eso le dé votos o puede que no, pero, mientras tanto, al señalarlo, le da importancia. Simulando el miedo, alienta a los votantes anti PP a votarlo; y va a terminar asustándose de verdad, me temo.

Por último y de fondo, hay una cuestión de legitimidad. Los partidos se saben éticamente carcomidos, y el discurso de Podemos encuentra un campo abonado (con estiércol) en su conciencia. La democracia puede ser un sistema cuantitativo, pero la política es cualitativa. No son los votos (pocos) de Podemos, es la endeblez moral interna de los partidos mayoritarios lo que los vuelve tan vulnerables.

Iglesias sigue teniendo un discurso simplón (lo que según qué electorado es una inmensa ventaja), irrealizable, histriónico, a medio armar… Pero entre los medios y los miedos, la va a acabar armando.

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