La ciudad y los días

Carlos Colón

Tijeretazo a las setas, no al Metro

EL Metro será la víctima del tijeretazo en Sevilla". Subtítulo: "La SE-40 y el Cercanías del Aljarafe son las obras prioritarias para el PSOE". Entradilla: "El Ministerio de Fomento no puede pronunciarse sobre las nuevas líneas del Metro con los proyectos de construcción aún por definir, según los socialistas". Es decir que, como decía la copla, "de lo dicho no hay ná". La crisis, ya se sabe. Pero la crisis existía, y otros países la llamaban por su nombre y la afrontaban, mientras aquí primero se negó, después se le quitó importancia y finalmente -cuando no hubo más remedio, cuando por fin el bruselazo y el obamazo obligaron a actuar con cierto realismo y contundencia- las cosas se hicieron tarde y mal: un recorte de derechos sociales sin precedentes, a la vez que dubitativo, y que se simultanea surrealmente con optimistas declaraciones sobre el inicio de la recuperación que inmediatamente son contradichas por la realidad.

Mientras todo esto pasaba y sigue pasando el Ayuntamiento de Sevilla se embarcaba en el proyecto "inviable" de las setas de la Encarnación, cuyo coste inicial se ha multiplicado vertiginosamente hasta superar los cien millones de euros. Es sólo un ejemplo, pero el más brutal, del despilfarro, mala planificación, peor ejecución y nulo realismo de tantos y tantos proyectos municipales.

Avergüenza oír hablar de recortes en cuestiones tan esenciales para la ciudad como el Metro, mientras se han tirado tantísimos millones, y los que quedan, en una obra inconclusa que el profesor experto en Patrimonio Julián Sobrino ha definido como ni rehabilitación ni restauración, ni intervención ni conservación, una confusa muestra "de la modernidad transmoderna de los que sin saber qué fueron las vanguardias hablan desde la retaguardia de la vanguardia, de los que sin saber qué es la ética hablan de política, de los que sin haber puesto, ni tener que poner un euro, eligieron este proyecto".

Si al Metro se le da un tijeretazo y se recortan los presupuestos de otras grandes obras públicas de la máxima urgencia, ¿qué hacemos con el escandalosamente caro mamarracho de la Encarnación? ¿Y qué hacemos con quienes han hecho estas barbaridades y las han defendido como el no va más de la modernidad? Dentro de un año ya sabemos lo que hay que hacer. Pero, ¿y ahora? ¿Quién paga los metroparasoles rotos? ¿No se podrían exigir responsabilidades que fueran más allá de las políticas? El mayor escándalo urbanístico de nuestra historia local democrática exige, como ha dicho la Secretaría Municipal y ayer exigía nuestro editorial, depurar responsabilidades.

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