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Desde Badalona a la Resolana

  • Legado. En el 35 aniversario de su muerte, la huella de Elvis Presley se mantuvo en la música de Silvio, en la obra de un imaginero y en la última novela de Javier Marías.

UN grupo de imitadores de Elvis Presley pensaron que era el lugar ideal para tomar algo a la memoria de su ídolo. Cuando llegaron al bar Elvis, en la calle Resolana, descubrieron que el rótulo del establecimiento no se debía al cantante de cuya muerte hoy se cumplen 35 años. Tras el mostrador, Jorge Elvis Gamarra, así llamado desde que nació el 7 de febrero de 1991 en Babahoyo, Ecuador, país que hace diez años abandonó con su familia para establecerse en España. "Elvis me gusta, y a mi padre también. Por eso me lo puso", dice de su progenitor, que trabaja de empleado de tareas de riego en una finca. A Jorge Elvis le gusta Elvis, pero no tanto como Julio Jaramillo, un compatriota ya fallecido al que en su país y fuera de él conocen como El Ruiseñor de América.

Sale de la cocina Zulma, boliviana de Beni, zona fronteriza con Brasil. A ella Elvis le apasiona, como a tantas chicas del continente americano. Y a Adriana Palacios, colombiana de Buenaventura, en el valle del Cauca, aunque ella tiene artistas para elegir: Shakira, Juanes, Carlos Vives.

Elvis Presley tiene una calle en Badalona, ciudad natal de Miguel Poveda, cantaor que el 31 de agosto reunirá a sus incondicionales en la plaza de toros de Utrera. La elvismanía va por dentro, como la procesión. En la tienda de discos de Amor de Dios hay camisetas de los Beatles, de Nirvana o la de Triana con la portada de Máximo Moreno, pero no figura ninguna del cantante nacido en 1935 en Tupelo y que murió dos veces. La segunda, el 16 de agosto de 1977; la primera vez que Elvis murió, según decía John Lennon, fue el día que ingresó en el Ejército, de donde volvió a la música para interpretar "películas playeras de tercera categoría", como asegura Dylan Jones en el libro Mil protagonistas del siglo XX.

¿Murió una vez, dos o ninguna? Esto último insinúa con cierta sorna la protagonista de Los enamoramientos, la última novela de Javier Marías. Quien no quiera olvidar la fecha de la muerte del cantante, la tiene en la página 385 de esta obra maestra sobre la sospecha, la piedad y el fetichismo del sostén que también hará las delicias de los lectores de Dumas y de Balzac. Uno de los personajes del libro atribuye su infortunio a haber participado en México en una película de Elvis Presley. Luisa, la mujer que lleva el peso de la historia, le pregunta si sabe en qué isla vive (Elvis), y con quien está escondido, "con Marilyn Monroe o con Michael Jackson". Habla de Elvis Presley como "el Rey". Una expresión que en un bar de Los Remedios repitió Silvio Fernández Melgarejo aquel 16 de agosto de 1977.

Al conocer la noticia de la muerte del astro del rock, el músico que tocaba la batería y le echaba una mano a Curro, Silver Barber para los amigos, decidió pasar a la acción, hacerse cantante arropado por una sentencia pronunciada a modo de pócima: "A rey muerto, rey puesto". En cierta forma, la muerte de Elvis cobró aires de resurrección en los diferentes y sucesivos formatos del rockero de La Roda de Andalucía: Silvio y Luzbel, Silvio y Barra Libre, Silvio y Los Diplomáticos.

Otra secuela sevillana del legado de Elvis Presley fue el encargo que recibió el escultor e imaginero Jesús Méndez Lastrucci, bisnieto de Castillo Lastrucci, de realizar un conjunto escultórico de doce obras sobre la vida de Elvis Aaron Presley después de ganar el concurso convocado en Estados Unidos. Terminó las tres primeras obras, una de las cuales ya figura en un museo del cantante en Memphis, bocetos que fue realizando junto a obras de arte sacro en su taller del patio de artesanos de la calle Goles.

El ecuatoriano, la boliviana y la colombiana que comparten sobremesa en el bar Elvis, frente a la torre de los Perdigones, no habían nacido cuando Elvis murió. Una vida muy corta, una obra muy larga. Una filmografía de 33 películas, incluidas las relacionadas con México a las que se refiere Javier Marías. Un país con el que tuvo una relación turbulenta, división de opiniones entre admiradores y detractores, disturbios en los estrenos, elogios de los Beatles cuando vieron Fun in Acapulco en Miami, vetos a sus películas. Todo, según mentideros, por una maldad atribuida al cantante según el cual "antes besaba a tres chicas negras que a una mexicana". Ahí está Elvis, en el reparto de esta novela de Marías junto a Marilyn Monroe, Louis de Funes o Vittorio Gassman, todos por exigencia del guión; está en una calle de Badalona y en este bar latinoamericano de la Resolana con menú del día e historias de ida y vuelta.

También tuvo un bar en Sevilla quien fuera efímero yerno post mortem de Elvis Presley, Michael Jackson, fugaz esposo de su hija. La efigie del cantante que murió el 25 de junio de 2009 figuraba en la entrada del bar-discoteca Jackson, calle Relator. No duró mucho, sustituido recientemente por El Mueble Bar. 35 años después, le siguen saliendo imitadores a Elvis, devotos de su voz, su cazadora y su peinado. Sólo Hemingway en los Sanfermines despierta más fiebre emuladora.

Elvis: cantante, actor, soldado. Colega en esta última condición de los 17 militares de las bases sevillana de Copero y pontevedresa de Figueirido que otro 16 de agosto, año 2005, perdieron la vida al estrellarse el helicóptero en el que viajaban en una zona montañosa de Afganistán, país en el que prestaban sus servicios y donde dejaron lo mejor de sí mismos.

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