El rastro de la fama · Fernando Álvarez-Ossorio

"El poder siempre tiene la tentación de reducir el espacio de la libertad"

  • "Racionalista antes que nacionalista andaluz", este docente, investigador y político andalucista es un experto en derechos fundamentales y en el Tribunal de Estrasburgo.

-Dicen que usted es uno de esos profesores que tiene el privilegio de contar con la admiración de sus alumnos como persona y como docente. No le voy a repetir los piropos para no sonrojarlo. También dicen que no sólo enseña Derecho, sino también a pensar.

-No le miento ni exagero cuando digo que todavía sudo antes de entrar en el aula. Como dice Javier Pérez Royo, la tensión que se siente al dar clases es igual a la que experimenta un actor o un cantante en el escenario para mantener la atención del público. Es algo agotador, pero si no sientes esa tensión la clase será plana. En general, creo que el truco está en que nunca olvido que yo fui un alumno normal que estaba metido en mil enredos y que no era de los más sesudos, y en buscar la media que me permite contactar con todos. Hay que tener un respeto absoluto por los alumnos, provocar en el aula un clima para que hasta el más callado acabe hablando.

-Usted es un hijo del baby boom que llegó a la vieja Facultad de Derecho de la Fábrica de Tabacos en los primeros 80, cuando aquello era un auténtico hervidero con alumnos sentados en el suelo.

-En aquella Facultad había 400 alumnos por clase, pero fue un lugar que me abrió todo un mundo y en el que conocí a gente muy variopinta. Pese a la masificación, había un excelente plantel de profesores. A todos nos dejó una profunda huella Carrillo Salcedo, el gran padre de los Derechos Humanos en la Universidad de Sevilla; también Martínez Gijón y Pérez Luño; Javier Pérez Royo te enseñaba muy bien Constitucional sentado en la pala de la silla y con Pedro Cruz Villalón aprendimos a amar el Derecho… Tampoco quiero olvidar a Ignacio Pérez Royo, un asociado que enseña Fiscal como nadie lo hace en España. Los recuerdos son muy buenos.

-Su mentor fue Cruz Villalón...

-Estaba entonces de director del Departamento y se ofreció amablemente para dirigirme la tesis. El problema fue que lo nombraron primero magistrado y luego presidente del Tribunal Constitucional. Sin embargo él, que es un trabajador incansable y el mejor constitucionalista que ha tenido este país en el siglo XX, cumplió conmigo. Gracias a sus sugerencias hice mi tesina sobre la suspensión de derechos, sobre todo para casos de terrorismo, que se recoge en el artículo 55.2 de la Constitución, un trabajo que tuvo cierta repercusión y que me permitió publicar en alguna revista importante. Luego me propuso cambiar de tema para la tesis doctoral con el fin abordar el Convenio Europeo de Derechos Humanos y sus relaciones con la Constitución. Mis investigaciones siempre se han movido en el ámbito de los derechos fundamentales.

-Dentro de este ámbito ha estudiado especialmente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, también conocido como Tribunal de Estrasburgo. ¿Funciona esta institución?

-Ahora celebramos el 60 aniversario del Convenio Europeo de Derechos Humanos que, a mi modo de ver, es la gran construcción del siglo XX. Es un mecanismo constitucional de garantía colectiva para toda Europa o, mejor dicho, como decía Carrillo Salcedo, Eurasia, porque abarca también a todos los países cuyos nombres acaban en "tan", como Kazajistán. En total, protege a casi mil millones de personas.

-¿Pero funciona?

-Yo creo que funciona bien. Evidentemente hay importantes problemas, porque no es lo mismo juzgar las cuestiones que pueden llegar de Europa occidental, que suelen ser muy menores, que las que provienen de Rusia o Chechenia, en cuyo caso estamos hablando de desapariciones forzosas, de tortura, de trato inhumano y degradante… Insisto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos es la gran institución europea del siglo XX, mucho más que la Unión Europea. Gracias a él se garantizan los derechos humanos a todos los ciudadanos, por encima de sus estados y sus constituciones. Es el primer sistema en el mundo -todavía no se ha inventado otro igual- que permite a cualquier individuo llevar directamente su caso ante Estrasburgo, a plantear internacionalmente una demanda contra su propio estado .

-¿Y no hay otro modelo parecido en el mundo?

-Latinoamérica es el que mejor lo ha copiado con el Pacto de San José de Costa Rica. Pero no llega al grado de perfección procesal que tiene el sistema europeo, porque el individuo todavía no tiene acceso directo a la corte de San José.

-¿Cuáles son los países enemigos de este tipo de tribunales?

-Concretamente Rusia y, en general, las grandes superpotencias.

-¿Estados Unidos?

-Sí, porque no ha querido firmar el pacto de San José… También China. Eso sí, hay una gran diferencia entre Estados Unidos y Rusia y China. No podemos obviar que todo nuestro origen constitucional viene de Norteamérica. Como decía el profesor Cruz, la idea de derechos fundamentales nace en Europa, va a América y vuelve a Europa. Ningún constitucionalista que se precie puede negar que Estados Unidos es la cuna de la libertad. Lo que pasa es que los americanos prefieren dejar este tipo de cuestiones en su ámbito interno. Rusia sí es un verdadero problema porque, como parte del Convenio Europeo de Derechos Humanos, ha puesto todo tipo de obstáculos para impedir que éste avanzase para aumentar las garantías de los individuos.

-¿Es España un país respetuoso con los derechos humanos?

-Para nuestro orgullo, tras más de treinta años de Democracia, somos el estado menos demandado y con menos condenas por parte del Tribunal. Los derechos humanos funcionan en España.

-¿Y a qué se debe esto?

-Quizás a que hemos tenido un magnífico Tribunal Constitucional.

-Precisamente una institución que ahora está muy cuestionada.

-Pues fíjese lo que estamos perdiendo. El TC ha sido una institución imprescindible para imponer la Constitución desde el punto de vista de los derechos fundamentales, una herramienta que no se quiso dejar en manos de los jueces. Perder el Tribunal Constitucional es perder en garantías.

-Pero las acusaciones sobre su politización son muchas y bien razonadas.

-Al Tribunal Constitucional se le ha manchado y se le sigue manchando. Hay que exigir a los políticos que lleven allí a las personas más preparadas e imparciales. Los derechos fundamentales o se protegen a diario o desaparecen. El poder siempre tiene la tentación de reducir el espacio de los derechos fundamentales, el espacio de libertad. Lo va a justificar de mil formas: seguridad nacional, lucha contra el terrorismo, etcétera... En materia de derechos, hoy vivimos en un mundo donde podemos ir para atrás a pasos agigantados.

-Cambiemos completamente de tercio para hablar de su trayectoria política, que ha estado vinculada al andalucismo.

-Llegué al andalucismo en la Facultad de Derecho gracias a compañeros como Pablo Ollero. Me siento más un racionalista andaluz que un nacionalista andaluz. No creo que la cultura andaluza sea mejor que ninguna otra, pero sí que hay que cuidarla y potenciarla.

-En 2004 se presentó al Parlamento autonómico por el PSA, la escisión de Pedro Pacheco, que retomó las siglas históricas.

-Fueron unas elecciones dramáticas, las del 11-M, y no tuvimos ninguna opción. En aquel proyecto duré un año, porque convivir con Pacheco es muy complicado... Muy complicado. Además, aquello no tenía ningún fuelle. Antes de esa experiencia había intentado entrar en el PA, pero no me dejaron porque venía de la mano de amigos inconvenientes. Pilar González fue la que, finalmente, me recuperó para la formación andalucista.

-En el PA encabezó la lista por Sevilla para el Congreso de los Diputados en las últimas elecciones generales. ¿Una frustración más o una experiencia positiva?

-No supuso ninguna frustración. Hicimos la campaña sin un duro, con los ahorros de las agrupaciones locales, pidiéndole favores a los familiares y amigos, con los medios de comunicación absolutamente cerrados. Fue una experiencia maravillosa que me hizo ver que pelear contra los dos grandes partidos y sus apoyos mediáticos y financieros es imposible, no tienes ninguna posibilidad. Canal Sur me ofreció dos minutos en toda la campaña electoral. La pregunta que me hizo la periodista fue qué ofrecía el PA. ¿Cómo voy a explicar mi programa en dos minutos? Aquel día tenía que haber hecho algún numerito circense para, al menos, haber tenido miles de visitas en Youtube. Me arrepiento de no haberlo hecho. Si se fija bien, todos los grupos minoritarios acaban haciendo el gamba, porque saben que así se garantizan el foco mediático ese día.

-El andalucismo ha llegado a tocar poder, con presencia en el Gobierno andaluz y alcaldías importantes como la de Sevilla. Sin embargo, parece que ha tomado el camino de la marginalidad. ¿Cuáles son las causas más allá del bipartidismo?

-Para la juventud, la autonomía andaluza actual es sinónimo de un 56% de paro, de despilfarro... Ése es el estereotipo que ellos tienen, quizás porque desde la Junta de Andalucía y el PSOE no se ha sabido cultivar la idea de comunidad autónoma. Siempre hemos tenido un andalucismo de efecto reflejo y sólo nos movemos si se mueven otros.

-¿Y los andalucistas no han tenido ninguna responsabilidad en su propia decadencia?

-Es que el andalucismo lo ha tenido jodido, porque el PSOE le arrebató la bandera autonomista. Es verdad que ha habido problemas en su cúpula... También se nos ha acusado interesadamente de ambigüedad ideológica, cuando siempre nos hemos instalado de una manera clara en el espectro del centro-izquierda.

-Muchos dicen que el verdadero partido andalucista es el PSOE.

-Le puedo asegurar que fueron líderes andalucistas como Alejandro Rojas-Marcos, Luis Uruñuela o Diego de los Santos, por sólo citar algunos, los que lograron que Andalucía sea hoy una autonomía de primera. Desde luego no fue el PSOE, que tenía sus dudas sobre el proceso.

-Hay personas, algunas de ellas muy cualificadas, que niegan al existencia de una cultura andaluza.

-Hay quienes dicen que Andalucía es romana, otros que es árabe... Son discusiones de historiadores. Lo cierto es que el día del referéndum del 28-F, en todas las provincias, la mitad más uno de todos los inscritos en el censo dijeron: "Sí, somos andaluces y creemos en la autonomía".

-¿En qué se basa la identidad andaluza, qué es lo que nos hace pueblo?

-Una historia compartida.

-Esa historia es la misma, con sus particularidades, que la de Castilla primero y la de España después.

-Sí, pero hay una serie de hitos políticos genuinos, como Blas Infante, las Juntas Liberales, el nacimiento de un partido nacionalista andaluz, el 28-F...

-Ha mencionado Blas Infante, una figura que algunos consideran fantasiosa y que otros, cuando no hay micrófonos delante, desdeñan y ningunean.

-Yo me quedo con algo muy importante de Blas Infante: su dimensión social. Gracias a su condición de notario, vivió en diferentes pueblos de Andalucía y tomó conciencia de la miseria en la que vivía la gente. Él vio claro que esta parte de España que se llama Andalucía, que tenía sentido histórico por sí misma, debía y podía tener voz. Y punto. Todo lo demás es discutible.

-La cuestión territorial se ha descontrolado en España. Cataluña ya ha planteado abiertamente un proceso secesionista. ¿Desea el andalucismo actual algo parecido para nuestra comunidad?

-Hay que ser absolutamente leales con el Estado. Andalucía sin España y sin Europa no se entiende, pero tenemos que tener una voz fuerte en el Estado que deje claro nuestras necesidades.

-¿Hay que avanzar, como piden algunos, hacia un Estado federal?

-España es ya un Estado federal, aunque oficialmente no se le denomine así. Lo que ahora hace falta es mucha valentía para hacer una reforma de la Constitución que convierta al Senado en una cámara territorial, que deje muy claras cuáles son las competencias de las autonomías y cuáles las del Estado central, y que establezca un sistema de financiación que no le permita al legislador demasiados chalaneos y que permita a los catalanes dejar de hablar de él.

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