Calle rioja

Océanos de tiempo en la Lonja

  • Mestizaje. Los profesores Alfredo Castillero, panameño, y Ángela Ramos, puertorriqueña, visitan todos los años Sevilla para seguir sus investigaciones en el Archivo de Indias.

SE conocieron un 12 de octubre en un congreso de Historia Económica del Caribe en Puerto Rico. Ángela Ramos Baquero  (San Juan de Puerto Rico, 1959), hizo de relatora -encargada de resumir la conferencia- del profesor Alfredo Castillero Calvo (Ciudad de Panamá, 1937). "Eso fue el primer día del congreso, a los seis meses nos casamos". Lo cuenta Ángela, criada en un cafetal.

 

Alfredo Castillero, que acaba de ingresar como miembro de la Academia de Buenas Letras, vino por primera vez a Sevilla en 1963. Venía entonces, hace ya más de medio siglo, al Archivo de Indias para investigar el objeto de su tesis doctoral, la estructura social y económica de Veraguas, una de las diez provincias de Panamá. "No había ni Corte Inglés".

 

No hizo falta que el panameño le transmitiera la pasión por Sevilla a su joven esposa puertorriqueña. "Yo me había enamorado de Sevilla antes de conocerla", dice Ángela Ramos, licenciada en Historia del Arte. "En la primera visita con mi mamá, nada más llegar a Sevilla fui a ver en la Catedral la Cieguecita de Martínez Montañés. De niña coleccionaba postales típicas de Sevilla. Temía que la realidad no alcanzara lo que me había imaginado, pero la superó con creces".

Han aprovechado la visita académica a Sevilla para entrar en la que es su segunda casa, el Archivo de Indias. Alfredo Castillero, catedrático de Historia de América Latina,  sigue buscando material para su tema nuclear, la historia de Portobelo, la ciudad sobre la que versaba su conferencia el día que conoció a Ángela. Ella sigue trabajando en el tema de su tesis doctoral -el tribunal lo presidió Alfredo J. Morales-, el arte virreinal, un trabajo "casi detectivesco" sobre los plateros, un gremio que fue decisivo en su país y del que no se sabía nada.

"La paradoja no es buscar plata en tiempos de crisis. La paradoja es encontrarla", dice Ángela Ramos. Castillero destaca la importancia nuclear de tan dorada palabra. "Todo cambia en los que iban para allá cuando aparecen los yacimientos de plata de México y Perú. América deja de ser zona de paso y se convierte en un objetivo en sí mismo".

 

Lo que más le gusta al panameño de Sevilla "es la parte antigua, lo que menos ha cambiado". Ha visto el centro de la ciudad "como un gran salón de fiesta, nadie diría que su país está en crisis". A Ángela le fascina "el sevilleo", que es como llama a la capacidad de esta ciudad por transmitirle humanidad y vitalidad. "Cuando llego a Sevilla y respiro, siento que he llegado a mi casa. Ya conoces a la costurera que te hace los ladillos en el vestido, el farmacéutico que sabe tus males, dónde comprar la mejor fruta".

 

Alfredo y Ángela hicieron un viaje con amigos sevillanos a Jerez de los Caballeros, la patria chica de Vasco Núñez de Balboa, el descubridor del océano Pacífico. El balboa es la moneda oficial de Panamá, aunque la que se usa habitualmente es el dólar. Ángela Ramos es la directora del Museo del Canal Interoceánico de Panamá. "Empezamos con cero piezas y ahora hay más de 40.000". Para las exposiciones, han contado con materiales del Archivo de Indias, como las de la Piratería en América o la del quinto centenario de la gesta de Núñez de Balboa.

 

Panamá está de moda. Allí se celebra en abril de 2015 la séptima Cumbre de las Américas; la próxima edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva se dedicará al cine panameño. El museo que dirige Ángela es de película. "Se construye en 1874 como gran hotel por un alsaciano que se quedó impresionado con la vitalidad y el tránsito del itsmo", cuenta su directora. "Era un hotel fabuloso, pero no había dinero para pagar sus habitaciones. Fueron las primeras oficinas del canal francés que proyectó Ferdinand de Lesseps, que no se llevó a cabo por la fiebre amarilla; fueron las oficinas del canal americano". Hoy es una de las pinacotecas más importantes de América que acogió muestras de Rembrandt, Gauguin, Goya. Su directora aprovechó el  viaje a España para ver en Toledo la posibilidad de llevar a Panamá obras del Greco. El destino la convirtió en gobernanta del hotel. "A veces pienso que soy una priora de una orden mendicante".

 

En su discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras, Alfredo Castillero destacó la importancia geoestratégica de Panamá, ese trozo del mapa en el que Stefan Zweig ubicó uno de sus "momentos estelares de la humanidad". "Hace diez millones de años, emerge el itsmo de Panamá y con él los dos hemisferios del continente americano; surgen los dos océanos y las corrientes cálidas del Golfo de México hacen posible la vida humana en el norte de Europa, la desertización de África y el surgimiento de las sabanas y los primeros homínidos". Se siente deudor de maestros de la Universidad de Sevilla: Guillermo Céspedes del Castillo, Antonio Muro Orejón o Francisco Morales Padrón. Aboga por vencer el tapón de Darién para atravesar toda América, de Alaska a la Patagonia.

 

La vitalidad del itsmo sigue siendo la misma que asombró a Lesseps. Castillero recuerda hitos de esa ebullición: una de las líneas aéreas más exitosas del continente americano (Copa), la conversión de la antigua base americana de Clayton en Ciudad del Saber o los más de ocho mil barcos registrados en Panamá con bandera de conveniencia, una curiosa nacionalidad náutica con más de trescientos mil marineros. Un desarrollo en el que se inscribe la presencia española: las obras del canal, la línea de metro. La Fundación Mapfre le editó dos libros a Castillero, el esposo de Ángela, la menor de cuatro hermanos -Ildefonso, Wanda, José Ignacio-, que se crió en un cafetal de la cordillera e invita a café al cronista frente al Archivo de Indias. "¿Qué te provoca?", pregunta en la jerga boricua Ángela, guía de su marido en la Semana Santa de Sevilla.

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