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Crítica de Flamenco

Bayón en la intimidad

Un espectáculo íntimo, recogido, de una estrella de lo jondo que por una vez renuncia a los grandes montajes para mostrar los ladrillos, el adobe que sustenta su arte. Un recital de bailes clásicos ejecutados a la forma actual, una forma que Bayón, en buena medida, con su contundencia y frescura, ha contribuido a establecer. Cantiñas luminosas que son su seña de identidad. Pulidas, exactas. Cercanas, sentimentales. Mostrando su destreza en el manejo de la bata de cola. Martinete en el que se acerca a los orígenes de este baile, trazando diagonales sobre la escena, con pasos sencillos y contundentes y silencios para que respire el espectador, con el gran Antonio como modelo. Tangos de caderas prodigiosas y abandolaos categóricos, matemáticos. Bailes clásicos, a la manera actual de entender el clasicismo, interpretados del principio al fin, respetando las estructuras pero puliendo las transiciones de manera que los números de cante solista se insertan en la obra con toda naturalidad.

Bayón es frescura y sensualidad que ayer se mostró en cercanía hacia el espectador porque el espacio así lo propiciaba y porque la bailaora estuvo particularmente comunicativa toda la noche, diciendo con gracia un par de letras de tangos trianeros o bailando encima de una silla en las alegrías. Jesús Torres trenzó con minuciosidad esa red de seguridad que permite a la bailaora volar a sus anchas y aportó un par de pasajes de refinado lirismo, como en el preludio de los tientos. Los cantaores, además de entregarse en cada tercio que le dijeron a Bayón, tuvieron tres intervenciones en solitario notables, portentosa la seguiriya de Campos y delicada la malagueña del Mellizo que dijo El Londro.

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