"Hacer música es ayudar a la gente a vivir"

Jordi Savall vuelve con 'Orient-Occident II' a buscar en el diálogo y la fusión entre tradiciones musicales, diferentes soluciones a los más graves conflictos de nuestro tiempo.

Jordi Savall durante un recital en el auditorio del Museo Picasso de Málaga.
Jordi Savall durante un recital en el auditorio del Museo Picasso de Málaga.
Pablo J. Vayón

08 de diciembre 2013 - 05:00

-El primer volumen de Orient-Occident nació motivado por la intervención occidental en Afganistán, y ahora el segundo se presenta como un homenaje a Siria. ¿Puede realmente jugar un papel efectivo el arte en general, y la música en concreto, frente a las razones de la realpolitik y de la guerra?

-Depende de lo que considere efectivo. Estamos todos comunicados. Cualquier cosa que hacemos tiene unas consecuencias. Como músico estoy en contacto con miles de personas en el mundo, que escuchan lo que hago, que leen lo que escribo, que reflexionan, que reaccionan. Creo que es mi responsabilidad mostrar una comprensión, una sensibilidad por cosas que están pasando y no hacerme el sordo. Quizá no podemos cambiar las cosas en concreto, de inmediato, pero el estado de opinión es el resultado de muchas cosas que se ven, que se escuchan y que se piensan. Yo no pretenderé que tenga un gran poder, pero sí que puedo decir que todas las personas que tengan este proyecto en la mano tendrán una visión de lo que es Siria diferente de lo que nos viene a través de las informaciones cotidianas. Nos daremos cuenta de que Siria no es solo un país en ruinas, sino un país de una cultura milenaria.

-En la última década son innumerables sus trabajos en torno al tema de la paz y el mestizaje cultural como la mejor forma de preservarla y fomentarla. Desde el punto de vista de un músico de formación clásica occidental, ¿qué consecuencias prácticas en el terreno de la interpretación tiene eso?

-Cuando estás en contacto con culturas muy antiguas te das cuenta de la intensa relación que hay entre el espíritu de la cultura y su música, y esto te enseña a respetar esta cultura, gracias a la emoción que te aporta la música, y aprendes a respetar a las personas, a admirarlas incluso. La música es algo que llevamos en nuestro corazón. Cuando escuchamos música de gente de culturas diferentes estamos escuchando a estas personas con algo que expresa lo más íntimo de su ser, y esto es algo maravilloso, que a mí me ayuda a entender cuáles son las cosas esenciales de nuestra propia cultura. Pero todo esto hay que hacerlo con mucho respeto. Una de las cosas que hay que evitar es intentar hacer demasiada manipulación. Evitar los crossovers, a los que a veces se tiene tendencia de una forma indiscriminada. Vamos a hacer que un flamenco toque música barroca y que un músico barroco toque flamenco; creo que hay que abordar estas cosas con mucho pudor también. Yo tengo mucho respeto por las mezclas de cultura, pero siempre es importante no forzar las cosas.

-¿Qué lecciones pueden aprender los músicos académicos occidentales de los de tradiciones diferentes?

-La primera cosa que pueden aprender es que la música no es solamente un oficio, sino una forma de vida. Es algo esencial. En estas culturas, el músico vive la música como su lenguaje más importante. Forma parte de su vida cotidiana, de una forma ligada a sus ancestros, a todo lo que es su historia como ser humano. En nuestra cultura la música es algo que aprendemos académicamente. En esas culturas la música se aprende viviendo. Se aprende a tocar y a cantar como se aprende a hablar y a vivir y a formar parte de una familia, de una cultura. En el contacto con estos músicos he aprendido lo que es practicar el diálogo intercultural. Cuando trabajas con músicos turcos, armenios, griegos, marroquíes, búlgaros, serbios, te das cuenta de que son muy diferentes a ti. Te das cuenta de que tienes que bajarte del pedestal que nos hemos construido en Occidente y ponerte al mismo nivel que ellos. Y entonces descubres que ellos tienen cosas que nosotros hemos olvidado, y que no somos capaces de hacer: descubres la creatividad, la fantasía, la improvisación, el dar a cada una nota una emoción… muchas cosas que son esenciales en el lenguaje musical. Descubres que hacer música es ayudar a la gente a vivir. En estas culturas, sin la música la vida sería invivible, porque forma parte de lo que uno aprende cada día para sobrevivir en las circunstancias más desesperadas y más terribles. Y cuando digo esto pienso en los judíos sefardíes, pienso en los esclavos del Nuevo Mundo, en los irlandeses que se morían de hambre y tenían que irse a trabajar a EEUU o donde fuera, pienso en toda la gente que ha tenido que cambiar su vida y sobrevivir en circunstancias difíciles y que gracias a su música han podido seguir adelante.

-¿Puede comentarme brevemente el contenido musical de este trabajo?

-Es muy simple: es un conjunto de piezas interpretadas por músicos sirios, judíos, musulmanes de Marruecos, de Turquía y cristianos de Bulgaria, Grecia, España, Italia, Francia, con las que mostramos que entre estas músicas de Siria y las nuestras hay un lenguaje común; podemos hablar un lenguaje que es muy semejante, porque es el lenguaje del alma. Para mí era importante mostrar que con estas músicas estamos por encima de las divisiones de lenguas, culturas y religiones. Los que escuchen el disco lo entenderán: verán que uno pasa de una cantiga de Santa María a una canción siria con una naturalidad, una simplicidad sorprendentes.

-En tiempos de crisis del sector, sus ediciones discográficas no sólo no han mermado en cantidad, sino que insisten en un modelo de altísima calidad editorial en todos sus aspectos. ¿Es esa la clave de su éxito?

-Cuanta más crisis hay, cuanto más dura es la vida, más importante es concentrarse en las cosas esenciales y más lo es disponer de herramientas que nos ayuden a avanzar, a pensar, a tener estímulos. En este momento de gran crisis hacer un disco se justifica si haces algo que tiene en todos los aspectos una gran fuerza, no solo la música, sino la reflexión sobre la historia, sobre la situación, sobre la belleza de una cultura. Todo eso tiene que ser una herramienta que ayude a quien lo tenga a entender cosas, a vivir una experiencia profunda. Cuando estamos en crisis tenemos que reducir muchas cosas, pero en lo superficial, en lo banal, y nunca, jamás en las cosas esenciales.

-El Periódico de Barcelona recogía hace varios días unas declaraciones suyas en las que textualmente decía: "En España no interesa mi trabajo". ¿Puede aclarar a que se refiere con ello?

-Yo no me refería a España, sino al Gobierno español. En España tengo un público maravilloso con el que conecto con gran naturalidad y gran cariño. Pero la realidad es que llevo más de 40 años haciendo música con Hespèrion y lo máximo que he conseguido algún año es una pequeña ayuda para viajes, y nada más. He tenido que renunciar por ejemplo a hacer la obra completa de Guerrero, de Morales o de Victoria, porque no hemos contado con un mínimo soporte básico para tirar adelante con esos proyectos maravillosos, que me hubiese gustado mucho hacer en mi vida.

-¿Siente eso como algo personal o piensa que es un problema general?

-Es un problema general, pero además yo sentí que el día que a la Capilla Real, que fundamos con ese nombre a secas, la llamamos Capella Reial de Catalunya dejamos de ser invitados en ciertas partes de España, eso con seguridad. Son fenómenos que te duelen. Yo soy catalán, pero me siento en casa en Sevilla, en Santiago de Compostela, en Toledo y en cualquier sitio. Siempre he defendido la cultura española y la música española, y me siento integrado en España, pero te duele cuando ves que en las instituciones que representan este concepto de España no existe esta sensibilidad.

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