La épica

Don Pedro ha ganado por la épica. A falta de argumentos políticos, lo único que quedaba era la épica

Allá por marzo, dijimos aquí que don Pedro Sánchez iba mudando su perfil de Pedro I el Cruel a Pedro I el Justiciero, mientras doña Susana Díaz deshojaba, a un tiempo, la margarita del miedo y la rosa de la decepción. También nos preguntábamos entonces quién haría de Du Gesclin ("ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor") en este drama a garrotazos; y el hecho es que ya tenemos respuesta para tal incógnita: don Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, veterano del PSOE andaluz, y cuya ejecutoria guarda un cierto paralelismo con la de su actual mentor, dado que ambos responden a la figura del falso cadáver político; o si lo prefieren, ambos encarnan aquel dicho popular que afirma que "los muertos que vos matáis, gozan de buena salud". Siendo aquí el vos un vos irónico dirigido a la gestora del PSOE, y admitiendo como buena salud la mera supervivencia de un partido -otrora- de masas.

La cuestión, en cualquier caso, es el porqué de esta victoria de don Pedro Sánchez. Y la respuesta, descartada la ideología, es de una radical simpleza. Don Pedro ha ganado por la épica. A falta de argumentos políticos, que ninguno de los candidatos supo exhibir, lo único que quedaba era la épica, la figura del outsider, la lírica del perdedor que triunfa sobre el establishment (así es como el establishment llama a la competencia), y cuyo triunfo es el triunfo de la verdad, que arde nuevamente sobre nuestras cabezas. Esto significa, principalmente, que don Pedro ha ganado por motivos estéticos; y significa también que doña Susana y don Patxi han perdido por iguales razones. Lo que nadie parece contemplar es el después de este antes en el que el PSOE se ha desguazado con voracidad malsana. Sin embargo, de dicho después depende que el PSOE siga existiendo como partido vertebral en la política española. Lo cual significa que será el dictamen de las urnas, y no el encono de sus afiliados, quien decida el papel del partido en los próximos años. Pero es ese papel, precisamente, el que quizá haya malbaratado el PSOE con sus últimos desafueros e incongruencias.

No sabemos cuántos diputados hubiera sacado la candidata Díaz (probablemente menos de los actuales). Sí sabemos, no obstante, de la menguada trayectoria, y de la crédula ambición, que ornó la ejecutoria de don Pedro Sánchez. Lo que permanece en la niebla, a todo trance, es qué política propone el PSOE, y si será una política para todos los españoles, o sólo para los afligidos por su hecho diferencial, canjeable en euros, como ya hemos visto.

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