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sucesos | la muerte de un joven con obesidad mórbida

Una cárcel de 350 kilos

  • José María López llevaba casi cinco años sin salir de casa por su obesidad.

  • Sus padres buscaban comida en la basura para "saciarle".

José María López llevaba casi cinco años sin salir de su casa. Vivía en un tercer piso de 40 metros cuadrados sin ascensor. Las escaleras del inmueble, en la barriada de Santa Isabel, en San Juan de Aznalfarache, miden poco más de un metro de ancho. José María, de 25 años, no cabía. Pesaba 350 kilos. Su casa y su cuerpo se convirtieron en su cárcel.

El pasado martes, el joven murió en su piso mientras los bomberos intentaban sacarlo de la vivienda por el balcón con una grúa especial. "Le dio un infarto. Cayó de espaldas y ahí se quedó", explica su tío, Antonio López. Los servicios sanitarios no pudieron reanimarlo.

Dos semanas antes, José María había sido trasladado al hospital de San Juan de Dios, en Bormujos, con problemas cardiorrespiratorios. Entonces, los bomberos también tuvieron que intervenir para sacar al joven de la vivienda. "Ya le había dado una parada antes. No entiendo por qué no le dejaron ingresado dados sus antecedentes y su obesidad mórbida. Apenas estuvo un día en el hospital, lo mandaron para casa en seguida", lamenta la tía del joven, María Sánchez Balbuena, sentada en la mesa del comedor de su casa, aún con los platos del almuerzo puestos.

"Fue bochornoso", comenta su marido. "Tuvieron que romper la reja del balcón para poder sacar al niño", explica. "La grúa de los bomberos tenía un límite de carga de 400 kilos y no paró de pintar. Mi sobrino, ya muerto, pesaba 350 kilos y la grúa estaba llegando a su límite". Cuando los bomberos consiguieron bajar el cadáver a la calle, éste no entraba en el coche fúnebre y tuvieron que transportarlo en una furgoneta, según comentan los familiares del joven.

"No pudieron hacerle la autopsia. El carrito donde transportaban el cuerpo se rompió. No entraba en la cámara frigorífica y el cuerpo ya se estaba descomponiendo, estaba soltando líquidos", cuenta Antonio López, sentado en el sofá de su casa junto a su padre de 86 años, conocido en San Juan como El minero. No pudieron incinerar al joven, ya que las dimensiones del horno del crematorio no eran suficientes. Tampoco encontraron un ataúd para él. "A mi sobrino lo enterraron como a Jesucristo, lo envolvieron en sábanas", destaca el tío.

José María vivía en una familia desestructurada y sin recursos económicos. El Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache se hizo cargo de la sepultura del joven, ya que ni él ni sus padres disponían de una póliza de seguro. Su padre sufre una enfermedad mental y su madre abandonó el hogar familiar cuando José María era adolescente, pero regresó hace varios años. A partir de entonces, la salud del joven fue a peor, según los vecinos.

"No estaban bien de la cabeza. Estaban siempre peleándose y gritando", asegura uno de los vecinos de la calle Panamá, donde vivía el joven con sus padres. "Buscaban comida en los contenedores de basura para saciarlo y se comían también los gallos de pelea. Hemos visto cabezas de gallos en el patio", señala Jesús Sánchez, uno de los vecinos, en el patio interior del inmueble, con una montaña de escombros, basura y comida en descomposición. "Todo esto lo han tirado ellos desde la ventana, desde el tercero", asegura.

En la casa del difunto nadie abre la puerta. "A María José, la madre, no la he visto desde que murió el hijo", señala otro vecino. En el pequeño descansillo sólo se escuchan varios perros ladrar. "Tiene dos o tres perros grandes en casa", comenta Jesús Sánchez. "Yo era amigo de ella, me invitaban a comer pero dejé de ir. El olor era insoportable y había cucarachas por todos lados".

El padre, que sufre una enfermedad mental, se encuentra ingresado en el hospital de San Lázaro y aún desconoce lo sucedido. "¿Cómo le digo yo a mi hermano gemelo que su hijo ha muerto? ¿Cómo le cuento todo lo que ha ocurrido? Mi hermano está en tratamiento. Yo no estoy capacitado. Me tienen que ayudar a hablar con él", admite Antonio López.

La familia, originaria de Villanueva del Río y Minas, reconoce que José María fue un chico conflictivo. "Hacía lo que veía, si su madre pegaba a su padre, él también lo hacía para conseguir lo que quería. En su casa vio cosas que no debía ver un niño tan pequeño", subraya la tía, que cuenta que con 16 años su sobrino ingresó en un centro de menores por prender fuego a las viviendas de los vecinos. "Tanto la madre como él nos puteaban. Un día llegó a mi casa un camión con una cocina a mi nombre. Me habían suplantado la identidad", relata Antonio López. "Nos llegaban facturas que no eran nuestras". Su mujer, María Sánchez, asegura que han puesto "más de 20 denuncias" y "no han servido de nada".

Los tíos del joven critican la actitud de los servicios sociales. "En la radio dijeron que no tenían conocimiento de esta situación. Eso es mentira. Sí la conocían. Nos hemos movido mucho para ayudarlo e, incluso, intentamos que nos dieran su custodia cuando era pequeño para reintegrarlo", reconoce Antonio López. "Todo lo que ha ocurrido es muy triste porque se podía haber evitado".

A los 16 años, José María superaba los 120 kilos. "Estuvo en un centro de acogida y allí le trataron su problema de obesidad. Salió a los dos años con 80 kilos", explica su tía. "Intentamos que se viniera con nosotros pero ya era mayor de edad y no podíamos obligarle. Queríamos que ingresara en un piso tutelado pero decidió irse con sus padres".

Antonio López muestra una foto de su sobrino de pequeño junto a su hijo. "Es la última foto que tenemos de él. Hasta los cinco años se crió con nosotros. Era un niño normal", señala el hombre, que trabaja en San Juan como mecánico de jardinería. "Los operarios municipales le habían conseguido un colchón especial para él y el Ayuntamiento le iba a dar también una cama especial, pero se murió antes".

Los vecinos de la barriada de Santa Isabel, una de las zonas más deprimidas de San Juan, también denuncian la actitud de los servicios sociales municipales y del gobierno local en general. "Lo han matado ellos, entre todos", insiste un joven una y otra vez. "Nos tienen marginados. No recibimos ninguna ayuda. Esto es peor que Las Tres Mil Viviendas".

Los jóvenes de esta barriada se apelotonan en la calle sin nada que hacer, en paro. En el portal del bloque de José María, un grupo de chavales se concentran alrededor de un coche con la música a todo volumen mientras lían porros. "Mire señora, ¿ve a ese basurero que está a lo lejos? aquí no limpia. Ni se acerca", se queja uno de los jóvenes. "Que alguien me explique por qué ese jardín está limpio y aquí hay basura. No quieren saber nada de nosotros y al nieto del minero lo abandonaron", exclama. "Lo dejaron a su suerte".

Un vecino señala el balcón por donde los bomberos sacaron el cuerpo del joven.

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