Bicentenario del Rocío Chico

Imagen única de la Virgen del Rocío por el Año Jubilar

  • La procesión extraordinaria se celebró durante cerca de ocho horas y resultó todo un éxito por la belleza de cómo fue portada la Patrona. Lucía sin su palio y con la ráfaga de puntas.

La Virgen del Rocío, en su procesión extraordinaria del Año Jubilar, ofreció durante cerca de ocho horas una imagen singular, luciendo la ráfaga llamada de puntas. Trasladaba así a la devoción de las abuelas, a esas estampas en sepia que desbordan una devoción de siglos. Eso es lo que ha querido buscar la Hermandad Matriz de Almonte. Lo dijo su presidente, Juan Ignacio Reales, con ocasión de las pasadas Jornadas de Pastoral Juvenil que del 25 al 28 de julio se unían en la aldea a las mundiales que el Papa Francisco presidió en Brasil. Regalar a los más jóvenes esa imagen distinta de la Virgen del Rocío, en esa icona hermosísima que muestra en muy contadas ocasiones al culto en su santuario. Así lucía en su peana desde días previos al inicio de estas jornadas. Desde entonces, la Virgen del Rocío había descendido de su camarín, preparada para la procesión de ayer. A los jóvenes se les quiso mostrar una nueva imagen de la Virgen, enraizándola a la vez en su devoción de siglos.

Se inició el rosario a las doce de la noche, en ese momento que va de un día a otro, de una generación a otra para estar al lado de Ella. Y sigue el Dios te Salve María desde la ermita, junto a la Virgen del Rocío, mientras la comitiva recorre el camino tradicional, para recordar el bicentenario del voto de Almonte del llamado Rocío Chico. Una liberación de las tropas francesas en la guerra de la independencia, pero vienen ahora también a la mente las muchas otras ocasiones reiteradas en la historia de favores de la Virgen a su pueblo. No era un día de trajes de flamenca ni de romería, sino jornada de plegaria y agradecimientos. Es la devoción diaria, como la Hermandad Matriz quiere ofrecer más allá del binomino Rocío-romería.

En el interior de la iglesia, sin pasillos como en las dos últimas salidas del Lunes de Pentecostés y  con bastante tranquilidad, pues no había la bulla de la romería. La reja de la Virgen se veía custodiada por los almonteños que desde un primer momento permanecían agarrados a ella. A la una de la madrugada un primer intento que apaciguó el santero. Mientras, en la calle, la comitiva del rosario procesional se dirigía hacia la ermita. A la 01:08 se produjo el salto, no había llegado aún el Simpecado, por lo que se esperó hasta que estuviera delante de la Virgen y empezar así la procesión, como viene siendo habitual en los últimos años.

Con los almonteños en el presbiterio, se nota al principio un movimiento en la peana, pero se aguanta hasta la 01:14 que se ve al Simpecado en la ermita abriéndose paso con toda comodidad hasta el altar, cuando parece besar a la Virgen. Una imagen distinta, cercana y emocionante; y ya sí, la Patrona de Almonte empieza su caminar  sobre la peana de su paso, sin su palio de seis varales, acontecimienmto este que hizo que fuera su caminar más liviano para los hombres de la Virgen que la mantuvieron siempre en alto, lo que sin duda es otro de los deseos constantes de la Matriz: evitar que el paso tenga que ir a tierra. El momento esperado era verla enmarcada en la concha peregrina de su blanco santuario, iluminado por los fuegos artificiales.

Ofrecía estampas hermosas sobre el fondo de la noche, navegando delante de la explanada de su santuario. El recorrido fue un repicar de campanas, júbilo en la aldea en un agosto muy distinto y emocionante. Los flashes de las cámaras de fotos motivan los destellos de la plata mientras se acercan a los niños hasta la Virgen. Un recorrido sin los simpecados de las hermandades filiales, pero sí hay palmas y alegría esperando en las casas de las hermandades que tienen la suerte de estar en el itinerario de siempre de la procesión. Y un campanil le daba el testigo a otro en la espera y así sucesivamente en una melodía especialmente rociera. Las campanas eran una llamada ansiosa de su presencia. Cercana a la seis de la mañana la Virgen llegaba a la casa de las camaristas y allí la hija, Carmen Rocío, subida a las andas, le rezó una Salve y le dedicó emocionados vivas, muy especialmente al pueblo de Almonte.

Huelva permanecía a la espera, se escuchaba su campanil. En El Real se vivió una estampa al menos curiosa: la Virgen con su ráfaga de puntas frente a la otra estampa con la de la coronación, como se veía en su monumento. Aquí un grupo de tamborileros tocaron la Salve rociera. Los móviles grabando en plena noche parecían velas encendidas. A las 06:43 estaba llegando a la casa de la Hermandad de Huelva, para tres minutos después enfilar la calle la Romería hacia el eucaliptal y llegar a la explanada de Gines. La Virgen seguía siempre arriba, entre un mar de plegarias, se acercó a muchas casas de rocieros donde se le cantó o se le ofrendó con lluvia de pétalos de flores. Rayando las ocho de la mañana, con todo el día abierto y descubierta aún más la belleza de la Virgen, oculta por la noche, el vicario parroquial de Almonte, Francisco Javier Real, le rezó una Salve en la explanada de la calle Almonte.

Se presumía que pronto se produciría la recogida y a las 08:15 se abrían las puertas de la ermita que, como las de la capilla votiva, permanecieron cerradas durante la procesión. En cuestión de seguridad era una medida que daba tranquilidad después del susto de la falsa bomba en la pasada Jornada de la Juventud.

Desde la calle Carreta la Virgen del Rocío enfilaba hacia la casa de la Matriz y fue entonces cuando el sol iluminó su rostro. De aquí hacia la recogida todo fue muy ligero hasta quedar posada en su altar, eran las 08:51; se habían subido al paso las camaristas y los sacerdotes. La ermita era todo un retumbar de palmas y vivas, de ambiente de fiesta y alegría. La última Salve, la del párroco José García, ponía el colofón. Finalizó así la cuarta procesión de la Reina de las Marismas de los últimos cuatro meses, tras las celebradas en mayo, el día 5, de la del pueblo de Almonte, y su posterior ida hacia El Rocío, el día 12, y la anual del Lunes Pentecostés, el 20.

La jornada concluyó por la tarde con la solemne función del voto del Rocío Chico que presidió el obispo de Huelva,  José Vilaplana. El Año Jubilar por este bicentenario continuará hasta el 8 de septiembre.

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