Andalucía

Mariposas que aletean con fuerza

  • Distintos expertos coinciden en que no tendremos un verano más frío de lo normal, aunque el índice negativo de la OAN sí podría traducirse en unos meses de medias algo más suaves

Hace algo más de una semana, poco antes del comienzo del verano meteorológico, las zonas de montaña del norte de España amanecieron nevadas; a finales de mayo, en Burgos, León o Soria, las temperaturas máximas apenas llegaron a rozar los diez grados y en Andalucía, los termómetros le echaban un pulso a los del mes de febrero.

Para la primera quincena del mes de junio, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) apuntaba un periodo con marcas algo más frescas de lo normal, con lluvias frecuentes. Que el canal francés Meteo lanzara su predicción de un "año sin verano" parecía encajar en todo este clima con catastrófica evidencia. Según los meteorólogos franceses, las temperaturas estivales en Europa Occidental estarían de uno a tres grados por debajo de la media, y llovería más de lo habitual. Como parámetros, partían de la baja actividad solar registrada en los últimos meses y de un enfriamiento del agua del Atlántico inusual para la época, relacionado con el comienzo tardío del invierno.

Lo cierto es que es bastante probable que veamos un descenso en la temperatura media en los meses de verano pero eso no quiere decir, ni mucho menos, que el calor desaparezca: "La Oscilación de la corriente del Atlántico Norte marca la diferencia entre las bajas presiones de Islandia y las altas provenientes de las Azores -comenta Javier Benavente, desde la Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales de la Universidad de Cádiz-. Cuando el índice arroja un resultado negativo, en esta zona aumenta la inestabilidad, hay más lluvias y tormentas... De hecho, el invierno de 2009-2010, que fue tan desapacible, lo fue porque tuvimos un registro continuado de valores negativos...".

"Es cierto que esta primavera -continúa-, los registros negativos han sido mayoritarios: hemos tenido un nivel de precipitaciones más propio del invierno, que se retrasó. Lo que comentábamos el otro día en el departamento es que, si esto sigue así, probablemente lo que ocurra es que tengamos un verano de Poniente, algo más fresco".

Respecto al índice de actividad solar, el investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias y próximo responsable del National Solar Observatory, Valentín Martínez Pillet, señala que aunque se trate de un factor influyente en la climatología del planeta, las marcas actuales no tendrían por qué traducirse en nada anómalo. "Es verdad que este ciclo en el que nos encontramos, el Ciclo 24, ha tenido lugar menos actividad de la esperada, y que se han presentado dos picos máximos en vez de uno, que suele ser lo común -comenta-. Pero sigue habiendo actividad en el Sol. De hecho, ahora mismo, a mitad de 2013, atravesamos el segundo pico... Durante el famoso mínimo de Maunder, que se relaciona con la Pequeña Edad de Hielo, lo que ocurrió es que las manchas solares cesaron. Completamente a cero durante sesenta años".

Durante la época más cruda de la Pequeña Edad de Hielo, entre 1689 y 1730 -afirma Brian Fagan en el libro dedicado al tema-, el periodo de crecimiento en las cosechas se acortó cinco semanas en Inglaterra. El invierno de 1683-84 fue tan frío que el suelo se heló hasta una profundidad de un metro en la isla. El hielo flotaba a treinta o cuarenta kilómetros de la costa holandesa y se interrumpió la navegación por el Mar del Norte. En 1695, el mar que rodeaba la costa islandesa se heló durante todo el año. Los glaciares lamieron montañas enteras en Centroeuropa. En varias ocasiones, durante ese periodo, habitantes de las Orcadas divisaron inuits en sus kayats. En España, el Ebro se congeló al menos siete veces entre 1505 y 1789.

Aunque aún no se tenga muy claro qué factores pudieron contribuir a semejante escenario, es muy difícil disociarlo de la prolongada ausencia de actividad solar. Hay constancia de otros mínimos solares, no tan acusados, como el de Spörer (1450-1540) o el de Dalton (1790-1820). Precisamente, cuando en el canal Meteo nombraron al "año sin verano" querían recordar 1816. En esa fecha, los meses de junio a septiembre, las temperaturas fueron entre 2,3 y 4,6 grados más bajas de lo habitual, y se vieron acompañadas en Europa Central y Occidental de lluvias intensas, en un periodo crucial para las cosechas.

Pero, mucho más que la escasa actividad de manchas solares, lo que provocó el magro verano de 1816 fue la erupción del Tambora: una explosión tan brutal que excedió, afirman los vulcanólogos, a la de Santorini en el año 1450 a.C. -tan fuerte que hundió la mitad de Creta y pudo dar origen a la leyenda de la Atlántida-.

"Los llamados años sin verano están relacionados con explosiones volcánicas en latitudes bajas durante el año previo o el anterior, ya que forman una capa de aerosol en la estratosfera que no deja entrar la radiación solar y hace que la Tierra se caliente menos. Algo que no es previsible que ocurra", explica Pedro Ribera, catedrático de Física de la Tierra de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla.

"No parece demasiado razonable hablar de un verano especialmente frío -prosigue Ribera-. Los parámetros más claros al respecto son la radiación según la duración del día y la noche, que son parámetros astronómicos y no cambian, y la variación de radiación solar, que tampoco ha variado. También puede influir desde donde nos llega el aire, y lo normal en nuestra latitud es que en esta época estemos bajo la influencia del anticiclón de las Azores, lo que provoca calma y poco viento y, por tanto, un aumento de la temperatura. Si llegan aires de latitudes más altas, el efecto es el contrario".

"El resumen es que no parece que haya indicios de algo anómalamente frío estos meses -indica-, aunque sí es cierto que todo ha entrado más tarde y el mes de mayo ha sido el más fresco de la década, aunque en los últimos cien años hemos podido tener meses de mayo parecidos... Pero, a cambio, ya tuvimos unos cuantos días de calor hace un mes".

"El tema de las situaciones muy cálidas en Andalucía, como la ola de calor en 2003, suele deberse a una estabilidad absoluta o a la entrada de aire con componente sur-suroeste desde el interior africano. Pero si la componente continental es norte, que es lo que ha pasado en mayo, hace que la temperatura sea más baja de lo normal", comenta el experto.

Respecto a las previsiones expuestas desde Meteo, Pedro Ribera coincide con Martínez Pillet y Javier Benavente: "Tenemos menos actividad solar de la supuesta por la fase del ciclo, pero más que la que tuvimos hace tres años por ejemplo, por lo que no parece que haya motivo por ahí para que este verano sea más frío", apunta.

"Por otro lado, si la tensión de temperatura que lleva la corriente del Golfo es más fría, sí nos podemos creer que el tiempo sea algo menos cálido porque, como sabemos, el continente europeo es especialmente sensible a este fenómeno -prosigue-. Pero lo normal, yo entiendo, es que el verano sea verano".

Y lo será aunque pueda presentarse -como también indican los mapas de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA)- con temperaturas ligeramente más suaves, de entre 1 y 3 grados menos. "Lo que en un lugar como Sevilla -dice Ribera con resignación-, puede significar una diferencia de 42 a 40 grados..."

No deja de sorprender que, aun hoy día, midiendo los anillos de los árboles, los anillos del hielo, las corrientes marinas y los flujos atmosféricos, apenas tengamos algo más de certidumbre a la hora de hablar del clima que la que tenían nuestros abuelos.

"Bueno, hemos logrado prever con bastante exactitud cuál va a ser el tiempo a tres días vista -comenta Valentín Martínez Pillet-. Podemos calcular con cierta propiedad qué tiempo podrá hacer dentro de una semana, con menos margen para dentro de un mes... Decir lo que puede pasar de aquí a tres meses es imposible. Esto ocurre porque, como casi todos los fenómenos físicos, el clima no es un fenómeno lineal. Es lo que se dice del efecto mariposa: las alas de un insecto en Bangkok provocan un huracán en Arkansas... Si estuviéramos hablando de algo lineal, una acción pequeña provocaría un resultado pequeño, pero sabemos que esto no es así: un fenómeno determinado puede tener consecuencias mucho mayores, incluso imprevistas. Y esto aumenta conforme la previsión se dilata en el tiempo, porque aumenta la zona de incertidumbre".

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