El Tenebroso
La ajetreada vida de Julio Balader, que un jurado popular ha considerado que es un asesino a sueldo, contada por él mismo
-Te llamaban El Tenebroso.
-¿A mí? ¿Quién dice eso?
-La prensa de Barcelona de hace treinta años.
-Qué va, a mí me llamaban El Bello Hidalgo.
-Eras un joven apuesto.
-No estaba mal.
-Y te gustaba lo bueno. Buenas mujeres, buenos coches...
-A todo el mundo le gusta lo bueno.
-Vestir bien. Un tío elegante.
-Sabía elegir.
Julio Balader, que según un jurado popular es un asesino a sueldo de 64 años, espera en la cafetería Miami de Cádiz el veredicto sobre si fue él quien disparó tres veces a Bernardina Montoya en la cabeza el 2 de septiembre de 2011, en El Puerto. Habría sido contratado para ejecutar una venganza entre familias gitanas por un precio sin precisar. Según el jurado, se vino desde Cataluña, hizo su trabajo y se fue.
Balader viste una chaqueta beige, que dice que le ha costado 15 euros, y un polo verde, que dice que le ha costado 5. Sigue eligiendo bien, pero en las tiendas de ropa barata. Ha aceptado hablar de su leyenda, "que es eso, leyenda". Cuesta que relaje la mirada fría de desconfianza, una mirada que pretendía infundir distancia. Pero una vez relajado, habla más amigablemente.
La leyenda. A mediados de los 80 se desata una batalla entre los gángsters por controlar el mercado de la prostitución, droga y coches robados en Lyon. El rey de los bajos fondos era Raymond Vaccarazi, alias Vacca, alias Diablo. El español Julio Balader, conocido como El Tenebroso, es uno de sus lugartenientes. Vacca llevaba sus negocios a distancia, desde la urbanización La Vizcaína, en La Escala, (Gerona), donde Balader regenta el bar Cristal, de los de las tres pes: putas, policías y periodistas. Vacca había huido de Francia, acusado de tres asesinatos y tras romper un cerco policial a golpe de metralleta para llegar a Cataluña.
En 1983 Vacca es detenido en Barcelona. Todo apunta a un chivatazo y hay quien piensa que de eso se ha encargado Balader, que se hubiera podido pasar a una banda rival, la de René Nivois, a cambio de controlar a un grupo de prostitutas jóvenes. Nivois es conocido como L'Isere por su afición a torturar quemando con un soplete las plantas de los pies de sus víctimas. Mientras Vacca está en la cárcel, Nivois rivaliza con un tercero, George Manoukian, alias Chaim, por quedarse con el imperio del capo encarcelado en La Modelo. Pero Vacca no se está quieto y desde su celda intenta defender sus negocios.
El 14 de julio de 1984 Nivois ordena cortar por lo sano. Reciben el soplo de que Vaccarazi está orquestando un motín para fugarse, volver a Lyon y poner las cosas en su sitio. Nivois decide detener el motín: casi todos los días Vacca se asoma a la ventana de su celda para charlar con su novia, Antoniette. En pleno casco urbano, esa forma de comunicación en la vetusta Modelo de Barcelona era habitual entre los presos y el exterior. Ese día, cuando Vacca deja ver su cabeza entre los barrotes de su celda, el disparo certero de un francotirador se la revienta.
Asunto resuelto, pero Nivois sigue teniendo un problema. Chaim ha maniobrado para controlar a las jóvenes prostitutas que Nivois había entregado al Tenebroso y, entre todas ellas, a Jamia Martinovic, la más guapa, su ojito derecho. El Tenebroso está verdaderamente enfadado. Nivois ha tratado de ir por las buenas con Manoukian, razonándole. Han tenido varias reuniones en el garaje de uno de sus colaboradores, pero Chaim es demasiado ambicioso. Fue eliminado a tiros una tarde en septiembre de 1984 en Villaurbanne.
A Nivois le duró poco su papel de padrino. Las policías francesa y española se aliaron para detener la escalada de violencia. Nivois se refugió en Alicante y allí fue detenido en la primavera de 1985 junto con el estado mayor de su banda. Cuando años después salió de la cárcel, Nivois renació con otra dedicada a secuestrar a otros capos mafiosos y robarles la droga. Jugaba en las grandes ligas, compitiendo con las mafias marsellesas. La banda fue desarticulada en 2006 en Vic. Por entonces, Nivois había crecido mucho, era más bragado de lo que nunca había sido y ya había logrado que su alias fuera El Padrino. Fin de la leyenda.
-¿Te ha gustado?
-¿De dónde has sacado eso?
-La mayor parte de un reportaje de La Vanguardia de octubre de 1985 firmado por José Martí, uno de los mejores periodistas de sucesos de todos los tiempos. El resto lo he visto poniendo unos cuantos nombres en Google.
-Parece una película.
-No sé si una película, pero Andreu Martin escribió un libro en el que tú eres uno de los personajes. Se llama Barcelona Connection. Te la recomiendo, Es una buena novela negra.
-La conozco, pero no la he leído. Yo no tenía nada que ver con eso.
-Algo tendrías que ver. Fuiste al banquillo por esos dos asesinatos.
-Y salí absuelto. Los verdaderos asesinos fueron capturados y condenados.
-En este juicio de Cádiz le has dicho a la acusación que se estaba pasando de la raya. Sonaba amenazante.
-Es que hacía todo lo posible por sacar esos dos casos, que no tenían nada que ver con esto. Me estaba sacando de mis casillas. Menos mal que me paró Pepe [su abogado, José Núñez, presente en la conversación] porque si no hago una tontería. Salí absuelto de aquellos juicios, el de Manoukian no duró ni cinco minutos y, a pesar de ello, me he chupado siete años de cárcel, cinco en los 80 y dos ahora por cosas que no he hecho. Soy un hombre sin antecedentes.
Así es. Balader fue absuelto en el Tribunal Supremo por falta de pruebas tras haber sido condenado en primera instancia. En el 84, la joven promesa de la banda de Nivois era un chaval de 24 años al que las chicas llamaban Le Gone y los otros llamaban Max. Era hijo de un tallador de diamantes y pertenecía a un club de tiro. Sólo él, pensó la policía francesa, podía haber tenido la precisión para ejecutar a Vacca en la celda de su prisión. Sin embargo, sí pensaban que Balader podía haber sido un colaborador necesario aportando la información para que se ejecutara el crimen.
Balader admite que conocía a toda esta gente porque su bar tenía mucho éxito en la noche de La Escala. "Ellos estaban allí porque habían sido condenados por proxenetismo y eso, en Francia, conlleva una especie de destierro. Y sí, claro que había chicas en el Cristal porque siempre es más agradable que te sirva una copa una chica guapa que un tipo con barbas, pero no era una barra americana ni nada de eso". Luego iba a discotecas y también coincidía con ellos, se lo pasaban bien, eran jóvenes. Defiende, por tanto, una relación puramente comercial con los mafiosos de Lyon, la ciudad a la que Balader llegó a los seis años, como un hijo más de emigrantes extremeños. Su padre se dedicaba a la albañilería y él, de adolescente, se empezó a ganar la vida en una amplia variedad de trabajos. Primero una imprenta, luego la telefónica francesa y, finalmente, un negocio de compra-venta de coches. "¿Robados?". "No, usados. Yo compro un coche, se lo llevo al mecánico, lo pongo de dulce y lo vuelvo a poner en el mercado".
-¿Has tenido muchas mujeres? Tenías éxito, ¿no?
-No se me daban mal. Pero depende de a lo que te refieras por tener mujeres. Mujeres de verdad he tenido cuatro.
-Y tienes hijos.
-Dos. El mayor, de 34, que se ha vuelto loco o algo le ha pasado con todo esto, es hijo de una francesa. Luego tuve una hija, que ahora tiene 24, ya en España, de otra mujer.
-¿Por qué te fuiste de Lyon?
-Porque me aburrí de Lyon. Es que mi vida ha sido mucho más aburrida que todo eso que me estás contando.
-¿Te consideras un hombre violento?
-No es que me considere o no, es que no lo soy.
-¿Tienes armas?
-Ni tengo ni sé manejarlas. Tengo 64 años y apenas veo. No te acertaría con una pistola ni teniéndote a esta distancia. Y tengo lo de la próstata...
-¿Qué le pasa a tu próstata?
-Que no me deja en paz y me estoy meando todo el rato.
-Yo no sé si le pegaste esos tres tiros a esa mujer, pero de lo que te acusan es de ser un asesino a sueldo.
-Sí, por eso soy millonario. ¿Sabes dónde como en Gavá? En una casa de pensionistas que me cobran cuatro euros por la comida. Tengo aquí el teléfono, allí me conocen. Llama si quieres.
En los treinta años que separan los juicios de la mafia de Lyon y este juicio de Cádiz, Balader, asegura él, se dedicó a seguir con el negocio de los coches, una vez que cerró el Cristal a cuenta del escándalo. Pero con el tiempo y con otra mujer encontró una actividad mucho más próspera. La conoció en Marbella y se enamoró. Ella le adiestró en los secretos del sadomasoquismo. Montaron en Barcelona un chalé con una truculenta decoración: "Teniamos de todo. Fustas, cadenas, pinzas, cruces... Nos dedicábamos a los sumisos. Ganábamos mucho dinero, a veces más de 3.000 euros en un día porque los sumisos pagan bien. Teníamos de clientes a jueces, policías, políticos, futbolistas... No te diré nombres, secreto profesional. En Barcelona hay mucho vicio. No me enteré de lo que verdaderamente era el sexo hasta que monté lo del sado. Yo vigilaba para que nadie se pasara con mi chica y, a veces, el cliente pedía que se le diera más caña y yo me disfrazaba de jardinero, aparecía encapuchado y me liaba con la fusta. El cliente siempre salía contento".
-¿Y lo de asesino a sueldo?
-Ya te digo que no sé ni manejar un arma. No sé nada de eso.
La vida se le fue a pique: ella le abandonó, se fue a Canadá; tuvo una relación con una dominicana que estaba casada con un hombre de Cádiz y el hombre le amenazó con destruirle; y llegó la Policía y le detuvo. Al parecer, había matado a una mujer gitana en El Puerto. "No sabía ni de lo que me estaban hablando. En mi vida he estado cuatro horas en Cádiz. Decían que estuve cogiendo caracoles en una época en que no hay caracoles... Hubo una rueda de reconocimiento en la que los otros eran más jóvenes que yo. La testigo dijo que el asesino tenía 40 años, yo tenía 60". Conoce bien los argumentos de su defensa y se presenta como un hombre acorralado, con un único vicio, los Winston. "Me bebo un whisky y me pongo malo, sólo bebo agua. Me van a volver a meter en la cárcel y en la calle estará el que haya cobrado por ese trabajo. A mí me han sacado de las catacumbas. Con los años que tengo, de qué me están hablando. No sé cómo aguantaré". Y su mirada fría es ahora de miedo. Ve otra vez la cárcel muy cerca y se siente viejo. Con lo que fue Julio Balader, fuera o no El Tenebroso, en los tiempos del bar Cristal.
También te puede interesar
Lo último