Andalucía

Una visita 'low cost' en Granada

  • Ruta urbana Pistas para pasarlo bien a bajo precio en la capital granadina al olor de sus encantos

El poeta mexicano Francisco de Asís de Icaza inmortalizó hace un siglo aquello de “Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”. No hay sensación que pueda ser más acertada y visitante que no sienta suya esa frase, porque Granada es una ciudad que atrapa nuestros ojos en cada esquina, en cada mirador, en cada plaza. Pero Granada no es sólo un paraíso para la vista, sino para todos los sentidos, pues bien es verdad que cuando uno pasea por el Albaycín, el Sacromonte, o el Generalife, huele, saborea y siente diferente. Así, Granada huele al jazmín de sus balcones, a la frescura de sus aljibes, a los aromas árabes del zoco. Y sabe a jamón de Trevelez, a té, a caracoles. Granada se siente “maravilla” en la Alhambra, altiva en su catedral, fashion en Sierra Nevada y joven en sus tabernas. Porque a pesar de sus monumentos legendarios, de sus hitos históricos, Granada es hoy una ciudad moderna y juvenil, un paraíso para sus universitarios, que vienen de todas partes, de Andalucía, Marruecos y Europa, siendo uno de los destinos españoles preferidos por los estudiantes Erasmus.

Además de su belleza, Granada es una ciudad divertida y con una oferta lúdica muy asequible. Hoy proponemos una visita a Granada para los más jóvenes, para los bolsillos austeros, para los que nunca han ido y buscan diversión, pero se encontrarán con mucho más, porque en Granada la magia, el duende y el arte salen gratis. Podemos empezar nuestro viaje por la búsqueda de alojamiento. Granada tiene una amplia oferta de albergues y hostales desde 14 euros la noche, pero si queremos vivir una experiencia única podemos dormir en una casa cueva excavada en las grutas naturales de la montaña sagrada del Barrio de Sacromonte (Cuevas del Abanico). Nada mejor para sumergirnos en la cultura y en la forma de vida troglodita pero adaptada a las comodidades modernas. Estas cuevas son verdaderos templos del arte gitano y aun hoy podemos encontrar artesanos y artistas dedicados al flamenco, de cuyo arte nació la vieja y embrujadora zambra, baile que hoy continúa protagonizando espectáculos en cuevas como Los Tarantos, María La Canastera, Cueva La Rocío o Venta el Gallo.

Una vez elegido el alojamiento, podríamos empezar nuestra ruta por cualquier rincón de Granada, y comenzar a caminar, mejor dicho a pasear, a dejarse perder por esta ciudad donde el coche queda terminantemente prohibido (imposible aparcar) y donde el estrés no ha sido invitado. Sin embargo, sería imperdonable ir a Granada y no visitar la Alhambra, así que empecemos por ella. Se ha dicho tanto sobre este monumento que sería pretencioso, inútil y fatigoso intentar describir toda su grandeza en estas líneas. Por algo es el monumento más visitado de España; por algo todo aquel que lo visita una vez, vuelve; y por algo Boabdil, el último rey nazarita, lloraba desconsoladamente ante su madre cuando tuvo que abandonarlo. Conviene visitar la Alhambra sin prisas, deleitarse con sus mosaicos, arcos, azulejos, zócalos, mosaicos, artesonados, fuentes y sus maravillosos jardines del Generalife. Después habrá tiempo para descansar, a los pies de la Alhambra y con el fresco que trae el río Darro, en el Paseo de los Tristes, donde encontraremos innumerables terrazas y tabernas.

Desde este paseo podemos iniciar una ruta a pie que atravesará uno de los barrios más representativos de la ciudad: el Albaycín. Como una ciudad que habita en otra ciudad, el Albaycín se levanta y vive contemplando desde su altura las zonas bajas de Granada. Fue fundado en siglo XI, cuando sus habitantes tuvieron que abandonar la Elvira de la Vega y subir la colina para buscar defensa en los turbios tiempos de la caída del califato de Córdoba. Desde el Paseo de los Tristes hasta el Arco de la Elvira nos espera una hora y media de paseo por calles empinadas, pero que sin duda merecerá la pena, pues los rincones pintorescos, iglesias, miradores y monumentos varios se agolparán a nuestro paso. Desde la Iglesia del Salvador (antigua mezquita mayor de la medina), la bulliciosa Plaza Larga (la principal plaza del barrio), el archiconocido mirador de San Nicolás (allí donde Clinton presenció “el atardecer más bello del mundo”), el Convento de Santa Isabel la Real, el Palacio de Dar-al-Horra (con unos lujosos aposentos que fueron habitados por la madre de Boabdil), la iglesia y la plaza de San Miguel Bajo, donde encontraremos multitud de terrazas típicas donde tomar un tentempié; el Mirador de la Lona, para contemplar la parte este de Granada desde arriba, y por fin, la típica calle de la Elvira, que nos conduce hasta la Puerta de la Elvira, una de las principales entradas de la ciudad.

En la Elvira es tiempo para el esparcimiento. Para disfrutar de los sabores y colores de Granada. Es tiempo de bazar árabe y tés. Entrando en Calderería Baja desde calle Elvira, Baraka es la primera parada. En esta pastelería se pueden encontrar 17 tipos de dulces sirios y tunecinos a base de miel, sésamo, dátiles y almendras, además del común kebab de cordero, uno de los más típicos de la zona cuando el hambre asalta. Junto a Baraka está Karavan, la primera tienda de artesanía magrebí donde, cómo no, la cortesía también implica el regateo. Entre sus productos estrellas: las jaulas para velas, espejos, teteras, pufs, y lámparas de piel de cabra pintadas con henna. En el número 4 nos encontramos con Kasbah, la primera tetería de la calle y una de las más populares. Con una decoración más propia de Las mil y una noches, lo propio es sentarse en el suelo y fumar una cachimba de tabaco de frutas, casi en penumbra, a la luz de las velas y con las suaves melodías árabes. El 7 guarda otro dulce, la pastelería Nujaila y en la misma cuesta el herbolario La Tienda vende el pan integral fabricado por una antigua comuna que se llama El Panadero Loco.

Terminada nuestra ruta por los sabores árabes, no podemos irnos de Granada sin probar los platos típicos de la ciudad. Desde porciones de queso, embutidos o jamón serrano hasta platos calientes típicos de la cocina pezones, callos, habas con jamón, papas a lo pobre o a la furiana, tortilla de Sacromonte, etcétera. La ciudad ofrece varias zonas específicas muy culinarias. Se puede comenzar por los alrededores del Campo del Príncipe, en el Realejo, barrio que fue la judería de la ciudad musulmana. O cerca de la Catedral, en los alrededores del Ayuntamiento y la calle Navas, o en la propia calle Elvira.

Si nuestro bolsillo se resiente no es problema, porque en Granada se practica el llamado “tapeo granadino”, en el que variadas y suculentas tapas son regaladas con la consumición, que suele ser una caña de cerveza o un chato de vino. En esta particular muestra de cultura gastronómica es normalmente el propio tabernero quien escoge la tapa, y el cliente acepta la elección con sumo respeto. Para este menester, es muy popular entre los universitarios el Barrio de la Chana.

Si después de tanto comer, aún nos quedan fuerzas para seguir visitando sitios, hay multitud de variopintas protestas: la Granada neoclásica, darnos un baño en las pozas de aguas termales de Lama o Santa Fe (a 20 kilómetros de la capital, pozas naturales de agua caliente), esquiar en Sierra Nevada, una visita al Parque de las Ciencias, o a la costa tropical de Almuñécar y Salobreña, que cuenta con 320 días de sol al año. Pero eso será otro día, u otros muchos días, porque la oferta de placeres en Granada es inmensa.

MÁS INFORMACIÓN:

Oficina del Patronato de Turismo de Granada.

Plaza Mariana Pineda 10.

Tel.:958 247 128

www.turismodegranada.org

www.alhambra.org

www.inturjoven.com

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