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Las otras caras de la comunicación

  • Si el arte se empeña en mostrar lo que cada época procura esconde, José Alejandro Restrepo aplica este empeño en su análisis de la llamada sociedad de la comunicación de masas

'Frame' de 'Epiphonia', uno de los vídeos del colombiano José Alejandro Restrepo.

'Frame' de 'Epiphonia', uno de los vídeos del colombiano José Alejandro Restrepo. / D. S.

El arte se empeña en mostrar cuanto cada época procura esconder. Pérez Galdós sacó a la luz las miserias de la autosatisfecha Restauración y García Berlanga señaló con creces por qué, en verdad, España era diferente aunque en sentido bien distinto al del eslogan franquista. Así ocurre también hoy.

La atención a las cifras de audiencia, el culto a los llamados comunicadores, la sustitución del argumento y la idea por el latiguillo mil veces repetido, la obsesión, en suma, por la forma-espectáculo apenas dejan ver cuáles son, hasta dónde se extienden y quién controla los procesos de comunicación.

José Alejandro Restrepo, colombiano nacido en Francia en 1959, comenzó a estudiar medicina pero la cambió por el arte que cursó en la Universidad Nacional de Colombia y en la École des Beaux Arts de París. Pronto se convirtió en pionero de un arte atento a las nuevas tecnologías de la comunicación.

Artista tanto como investigador, su trabajo se esfuerza por explorar y sacar a luz aspectos oscuros y silenciados de la llamada sociedad de la comunicación de masas. Los monitores colocados –como un zócalo– sobre el suelo de la galería ya dan que pensar. Por ellos sabemos que se emplean palomas mensajeras para enviar móviles, pieza a pieza, a delincuentes encarcelados, que así pueden evitar controles, y en el extremo opuesto vemos a un cura que emplea el móvil para administrar el sacramento de la confesión.

Otros dos vídeos muestran espadañas o Calvarios (cruces alzadas en un alto a la entrada de una población) extraviados en bosques de antenas de telefonía. Entre los dos, un tercero, recoge a un amante despechado que, encaramado a la cúspide de una de esas gigantescas antenas, nodos de la red de comunicación, lee desde allí un poema de amor y se arroja al vacío, pese al intento de la Policía por evitarlo.

Imagen de la videoinstalación dedicada a la historia de la Santa Mujer Verónica. Imagen de la videoinstalación dedicada a la historia de la Santa Mujer Verónica.

Imagen de la videoinstalación dedicada a la historia de la Santa Mujer Verónica. / D. S.

Restrepo lleva más de 30 años rastreando los cada vez más numerosos lugares de distribución de imágenes para indagar qué mecanismos promueven la conducta de emisores y receptores. Su obra más ambiciosa, Iconomía, la componen dos series de vídeos, fragmentos capturados en muy diversos circuitos. Una de ellas, titulada Iconophilia, recoge filmaciones de comportamientos y sucesos. Algunas son ridículas, otras contradicen el mínimo respeto a la(s) persona(s) grabada(s) y otras sencillamente ofenden a la inteligencia, pero la pulsión escópica, el afán de mirar, parece no detenerse ante nada.

La otra serie, paralela, titulada Iconoclastia, acumula procesos de censura, ocultamiento y destrucción de imágenes. Tal vez no sean esos comportamientos contradictorios: el impulso de mirar quizá sea la otra cara del afán de censurar. Señores respetables de otras épocas mantenían en sus gabinetes cuadros cuidadosamente cubiertos que sólo se desvelaban en las reuniones exclusivas de varones y hoy por hoy, líderes políticos propensos a la escenificación son los más reincidentes en descalificar a la prensa.

La muestra culmina en una videoinstalación glosa de la historia de la Santa Mujer Verónica. Una tradición católica narra que el rostro de Jesús quedó impreso en el velo con que una mujer enjugó la sangre y el sudor de quien iba a ser crucificado.

Discuten los expertos si el nombre dado a la dama es una deformación de Berenice (deformación a su vez de portadora de la victoria) o surge de un término híbrido del latín y el griego, vera-icon, imagen verdadera. Las dos alternativas remiten a la misma idea: la pervivencia en la memoria de la figura del Redentor.

Restrepo también habla de la memoria pero de la de los olvidados, y en el paño de Verónica proyecta figuras de los desaparecidos, víctimas de una violencia que quiere borrar incluso sus nombres.

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