La convulsión fue una constante durante la temporada 66-67 en el Betis. Movimientos y más movimientos en torno a los estamentos de la entidad. El 15 de agosto de 1966 muere Benito Villamarín, a la postre el mejor presidente verdiblanco de la historia. Un duro palo para un club que nueve meses después regresaría a Primera División por cuarta vez en su historia. Lo hizo, después de finalizar segundo tras el Málaga, en una promoción que le midió al Granada y de la que salió vencedor final. Los verdiblancos ganaron en Heliópolis por 2-0, con goles de Rogelio y Quino, y nuevamente en Los Cármenes con un solitario gol del extremo coriano. La espera previa estuvo llena de nervios ya que el bombo podía depararle como rival al Sevilla, que luchaba por no descender. Por fortuna para el fútbol provincial y salud de los sevillanos, los nervionenses se medirían al Sporting de Gijón. 

Meses antes de fallecer, Benito Villamarín delegaba en su hermano Avelino los poderes presidenciales, posteriormente asumidos por Andrés Gaviño en un escaso periodo de tiempo, antes de la llegada de Julio Antonio de la Puerta.  El déficit de 12 millones de pesetas para pagar a largo plazo, obliga a que se tomen medidas diversas, entre ellas el ajuste de al cinturón para el gasto en fichajes. Lo mismo que en la presidencia, hubo balanceo en el banquillo. Luis Belló iniciaba la campaña, pero un 0-3 en casa ante el Castellón, en la segunda vuelta, acaba con su periplo. Un hombre de la casa como Pepe Valera se hacía con los mandos de forma provisional. Pero el nombre de Antonio Barrios, ex técnico verdiblanco, y sevillista tiempo después, empezaba a sonar con fuerza en Heliópolis. Su filosofía consistente en mezclar veteranía y juventud, lleva al Betis por el mejor de los caminos. Con Quino como indiscutible estrella, y apoyado en la experiencia de Grau, Azcárate y Ríos y la inyección de ganas que aportan jóvenes como Macario, Demetrio o González, los béticos remontan el vuelo en el tramo final y logran el cuarto ascenso de su historia.