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Operación Fortune | Crítica

Ritchie y Statham: un dúo previsible pero seguro

Una escena de 'Operación Fortune'.

Una escena de 'Operación Fortune'. / D. S.

Otro Ritchie igual a todos los ritchies en los que este director ha trabajado con ese actor también siempre igual a sí mismo que es Jason Statham (Lock & Stock, Snatch: cerdos y diamantes, Revolver, Despierta la furia y ahora esta Operación Fortune). Si en sus dos recreaciones poco respetuosas con Conan Doyle -por lo que obtuvieron gran éxito entre el público más joven y menos lector- Ritchie se alejó algo de esta línea que hizo su fama en los inicios de su carrera, ahora vuelve a ella como si nunca la hubiera abandonado. Sabia decisión porque cada vez que lo ha hecho, salvo en la ya citada excepción de sus dos Holmes y una buena revisión del clásico televisivo El agente de CIPOL, ha metido la pata hasta el fondo, casos de las horrendas Barridos por la marea, Rey Arturo, la leyenda de Excalibur o Aladdin.

En este caso Ritchie está en lo suyo y, como suele suceder cuando alguien se limita a hacer lo que sabe y se mueve en su terreno, la cosa le sale bien. Acción, humor y algo de glamour muy de cine espías de los años 60 se mezclan en la historia de una conspiración a lo Misión: imposible (la serie de televisión, no la franquicia cinematográfica) en la que unos agentes tienden una trampa a un traficante de armas utilizando como cebo a un famoso actor.

Statham está en Statham, como siempre: no se puede decir que sea un actor de registros variados o que profundice en su único registro. Más interesantes son las intervenciones de una muy divertida Aubrey Plaza y de dos recuperados: un Hugh Grant que, papel secundario a papel secundario, va redimiendo su mueca (sin prescindir de ella), su filmografía y algún incidente que otro, y, sobre todo, un estupendo Josh Hartnett que se venga con malicia e inteligencia -lo que es un hallazgo del guión y del casting- del incidente con Nolan y con la industria que le marginó a papeles secundarios o películas de segunda fila. Los tres hacen más divertida esta película de puro Ritchie-entretenimiento.

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