El silencio de otros | crítica

La patria perdida

Con un evidente sesgo político camuflado en su discurso humanitario, El silencio de los otros plantea un evidente conflicto entre contenido y forma a la hora de abordar desde el documental el muy sensible asunto de los asesinados y torturados por el franquismo y la reivindicación de su legítimo derecho a la justicia y la restitución a la luz del Derecho Internacional.

Un conflicto que tiene que ver, obviamente, no tanto con la posición desde la que se enuncia (aunque a veces se extralimite en el señalamiento de culpables) o el tiempo paciente que ha tomado el seguimiento de los hechos (seis años), sino con el propio formato elegido, que redunda en demasiados tics televisivos y recursos manipuladores que, en ocasiones, contrarrestan a su pesar la potencia de los testimonios, las emociones desbordadas y la dolorida sinceridad de sus protagonistas, hijos y nietos de represaliados y fusilados enterrados en cunetas y fosas comunes, víctimas de torturadores como Billy El Niño o de instigadores del robo de niños como Vallejo-Nájera o activistas comprometidos con la causa de la Memoria Histórica en el empeño de derogar la Ley de Amnistía aunque sea desde los tribunales argentinos.

El silencio de los otros pierde así entre músicas (demasiado) sentimentales, una didáctica y oscilante narración en off pensada para una audiencia extranjera y cierta tendencia al estancamiento narrativo lo que por otro lado atesora en legitimidad moral, voluntad combativa y emotividad directa a través de sus protagonistas.