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Los Estudiantes

Alergia a las catenarias

  • El Cristo de la Buena Muerte abandonó con premura una calle San Fernando con mucho público

El Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes pasó fugazmente por la calle San Fernando, con los pies enterrados en el monte de lirios y de una sola chicotá, huyendo de esa imagen del paso bajo las catenarias que afeaban sobremanera la silueta del crucificado de Juan de Mesa recortado en el azul intenso del cielo.

La hermandad de los Estudiantes es la que más ha sufrido la puesta en funcionamiento del Metrocentro. Un año por la obra existente en la calle San Fernando, lo que obligó a que el cortejo tuviera que transitar entre vallas, y este año, una vez concluidos los trabajos y con el travía en funcionamiento, por las catenarias que se interponen en el normal discurrir de la cofradía, hasta el punto de que la hermandad alteró su salida natural a la calle, por la puerta pricipal del Rectorado, para salir por la puerta lateral de la calle María de Padilla tras recorrer la lonja de la Universidad.

La hermandad también tuvo que variar su tradicional recorrido de acceso a la carrera oficial por este mismo motivo. Para no atravesar la Plaza Nueva, optó por acceder desde la calle Badajoz a Méndez Nuñez y por O'Donell hasta la Campana. Cosas de la alergia a las catenarias.

Había muchas ganas de salir después de la lluvia del Martes Santo pasado. Fue la de ayer también la primera estación de penitencia tras la muerte, antes de la Semana Santa pasada, de Juan Moya Sanabria.

Se abrieron las puertas del Rectorado justo después de que pasara la Virgen de los Dolores del Cerro por la calle San Fernando, una hermandad que no pudo evitar esta vía.

El intenso sol de la tarde dejaba a la vista los distintos tonos e intensidades del ruán (hasta verde en algunos casos, como el de un maniguetero) de los nazarenos universitarios, aspecto que no se observa en otras cofradías de negro, pero que en esta, debido a lo temprano de la hora, se hace muy visible.

Salió el Cristo con sus acólitos perfectamente acicalados como mandan los cánones de las cofradías más clásicas: patillas boca de hacha y sobredosis de gomina en la cabeza con la consiguiente raya al lado trazada a compás.

Mucha gente aguantaba el intenso calor de las cinco de la tarde en la calle María de Padilla para contemplar la curiosa estampa del Crucificado bajo los cables del tranvía. Salió el Cristo. Se bajó la cruz, y de una sóla chicotá, Antonio Santiago sacó el paso raudo y veloz de allí ganando con celeridad la Puerta de Jerez.

La cruz volvió a subir hasta su altura normal mientras unos guiris daban cuenta de varios cafés de cuarto de litro en una popular cafetería made in usa.

Varios costaleros uniformados con camiseta y costal blanco y pantalón y zapatillas negras, se hacían la ropa mientras la Virgen de la Angustia realizaba la misma maniobra que, varios tramos de penitentes antes, hizo el Señor.

Estrenó la Virgen el faldón delantero, obra de artesanía Santa Barbara, siguiendo los diseños orginales del paso de palio que ideó Joaquín Castilla, y que gracias a la pericia del teniente hermano mayor de la cofradía, Antonio Piñero, fueron localizados y recuperados de su olvido en un viejo arcón del convento de Santa Isabel.

El Gaudeamus Igitur de la marcha Virgen de los Estudiantes, de Abel Moreno, puso la banda sonora al precioso transitar de este palio entre los naranjos de la lonja universitaria.

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