Adolfo Arenas, abogado y ex presidente del Consejo de Cofradías

"Dimitir es muy saludable"

  • Vuelve la vista atrás sin acritud, pero también sin pusilanimidad. Hay que leer entre líneas las reflexiones del hombre que dejó el cargo por el que muchos sueñan en esta ciudad.

Es el único presidente del Consejo de Cofradías que ha dimitido en la historia de una institución que supera las cinco décadas de fundación. Una noche del otoño de 2012 se marchó tras una sucesión de polémicas (la filtración de la organización del Vía Crucis de la Fe,  de los entresijos, votaciones  y vetos en la elección del pregonero de 2013, de los pulsos de poder entre las diferentes secciones, etcétera) que lastraron sus relaciones con la autoridad eclesiástica y dinamitaron la vida interna de la entidad. A pesar de ser un cofrade tremendamente perifrástico, también lo es diligente y cumplidor,  por lo que se esfuerza en cumplir con la súplica previa del entrevistador: respuestas claras y precisas. Anuncia sin ningún tipo de complejos que sus declaraciones serán "ombliguistas". ¿La razón? "No es por minusvalorar nada, sino por valorar lo  mucho que tenemos". El resultado son apenas veinte minutos de conversación en los que hay silencios, exclamaciones y muchos mensajes velados. La cita es un elegante despacho profesional, decorado con frases latinas en las nobles paredes de madera. Desde el balcón del quinto piso se aprecia (o más bien se controla) la Plaza de la Campana  a mucha altura, como una perfecta metáfora de las relaciones del entrevistador con la actual clase dirigente cofradiera. La semana ha tenido un duro final: el fallecimiento de Agustín, el leal colaborador del Consejo que se encargaba con toda diligencia y eficacia de llevarle a su mesa los expedientes que debían llevar la firma del presidente. Su gran obra fue la reforma de los estatutos del Consejo, aprobada meses después de su dimisión. 

-Tras cuatro años y poco de presidente del Consejo, ¿qué sensaciones le produce ahora la cuaresma? ¿Hay un antes y un después de su paso por la cúpula de la institución?

-No, no, no. Soy cofrade y sevillano por encima de todo.  La cuaresma de 2014 huele a lo mismo que cuando tenía 15, 25 o 35 años. La vivo igual. 

-Hay personajes que han ocupado altos cargos de responsabilidad que ahora confiesan que en las cofradías no han encontrado  precisamente a Dios...

-¡Uf! A Dios se le puede encontrar en cualquier sitio. Y yo creo que se le puede encontrar también en la hermandades. 

-¿Y en el Consejo?

-También. 

-¿Su paso por el Consejo le ha dejado algún mal sabor de boca, alguna decepción?

-[silencio]

-¿Probó usted alguna esponja con vinagre en esos más de cuatro años de cargo?

-Por supuesto, naturalmente, claro que sí. Lo que pasa es que yo no estaba tan alto en la cruz. A mí no hubo necesidad de que me subieran la esponja con una caña. En mi caso estábamos al mismo nivel o incluso tuvieron que bajar la caña.

-¿Qué piensa cuando oye o lee que usted es de las pocas personas que ha dimitido no ya en Sevila, sino en España?

-La sensación que me produce esa afirmación es extraña. Opino, efectivamente, que el verbo dimitir es difícil de conjugar. ¡Muy difícil de conjugar!   Es un verbo al que hay que darle espontaneidad, porque si lo hacemos hijo de la reflexión, qué duda cabe que puede costar más trabajo. Si la escala de valores de la persona es lo suficientemente sólida como para poder afrontar ese tipo de decisiones, dimitir es algo saludable... ¡Muy saludable! Porque te permite mirarte al espejo por la mañana cuando te afeitas y no encontrar a un ser que no conoces.

-Dimitió usted en soledad. Nadie le acompañó. ¿Se fue como un torero sin cuadrilla?

-Bueno... ¡Noooo!  Yo de toros sé poco. Pero lo poco que sé lo aprendí de una persona admirable:  el cardenal Amigo. Él es aficionado y gusta de usar terminos taurinos que yo le robo. Siempre le aviso antes: "Eminencia, le voy a robar esa expresión".  Y Su Eminencia, con generosidad, me responde: "Hazlo, hazlo". 

-¿Le decepcionó que algún compañero no le acompañara en la dimisión?

-No. La decepción es una sensación que si existió, se la guarda uno para sí. 

-¿Y existió?

-Me la guardo para mí.  

-Dicen que el cardenal le dijo a usted: "Conmigo no hubieras dimitido, Adolfo". 

-[Breve silencio] Sí. El cardenal dijo eso, sí.  Pero, claro, él lo dijo en un contexto muy determinado que yo entendí perfectamente. Y es que ante una determinada circunstancia y en una determinada ocasión, cualquier persona hace lo que no haría en otro determinado momento. Es decir, con el señor cardenal las circunstancias, el contexto, hubiesen sido otras a lo mejor. Y entonces mi reacción hubiese sido también otra probablemente. 

-Sea muy sincero. ¿Se llevó una sorpresa cuando le aceptaron la carta de dimisión?

-No. 

-¿No era un farol?

-No. ¡Por supuesto que no! Le ruego que enfatice que no era un farol ni un brindis al sol. Por mi profesión y por mis años conozco el alcance de la palabra irrevocable. Y la usé queriendo. Soy plenamente consciente de que esa carta iba dirigida a personas que iban a entender perfectamente el concepto de irrevocabilidad.

-¿Y a esas personas les estaba usted dando un gusto?

-Esa apreciación sólo la podrían hacer esas personas. Yo, no.

-¿Se liberó de un yugo al dimitir?

-El yugo me lo puse yo sólo. Y yo solamente me lo quité cuando consideré oportuno, cuando yo no estaba dando lo que quería o podía dar desde ese puesto.

-Hasta algunos afirmaron que su dimisión fue provocada por este periódico al avanzar su decisión y abortar el posible margen de negociación.

-Yo no creo eso. Ahora está de moda echarle la culpa al mensajero, se le mata siempre.  Los periodistas tienen un papel y lo cumplen. Yo no creo que el periodismo en sí mismo deba ser señalado como responsable directo de nada. Son las personas y las circunstancias los que provocan los hechos.

-¿Usted cree que la actual autoridad eclesiástica conoce el mundo de las cofradías?

-Tengo 71 años y yo mismo no lo conozco del todo.

-¿La actual autoridad eclesiástica está en condiciones de conocer el  mundo de las cofradías? ¿Tiene actitud para ello?

-La actitud nos viene dada por Dios

-¿Usted cree que las cofradías tienen déficit de eclesialidad, tal como se le reprochó desde la más alta tribuna eclesiástica?

-Yo creo que no. Definitivamente creo que no.

-¿Qué le sobra a su juicio al actual mundo de las cofradías?

-Pueden sobrarle muchas cosas, pero en comparación con algo..  Lo sobrante o lo que falta se establece en comparación con algo. Si queremos conocer el mundo de las cofradías, vayamos a las hemerotecas, a los que han escrito sobre ellas en otros siglos.   

-¿Se debe vigilar de alguna forma que el pregonero de la Semana Santa vaya a misa?

-Bueno... El precepto dominical nos obliga a todos. A todos, absolutamente a todos. 

-¿Se puede dar el Pregón si antes no se ha dado ninguno?

-Por supuesto que sí. ¿Qué es un Pregón? Un amigo mío, Rafael García de la Borbolla, decía que el Pregón más hermoso era aquel que decía: "¡Escobones, escobones!" Y conste que no pretendo hacer ninguna humorada. No se pide otra cosa al pregonero que nos recuerde cada año lo que va a venir y su visión de lo que va a venir. No es vana la frase que dice que dentro del bolsillo de la chaqueta de cada sevillano hay un pregón escrito. Naturalmente que sí. 

-Y el horario de misas también debe estar en ese bolsillo...

-Claro que sí. Y los horarios van cambiando...

-¿La autoridad eclesiástica es puntillosa?

-La autoridad eclesiástica cumple su función. Cada autoridad en cada momento tiene su hoja de ruta con un mismo fin último. 

-¿Es verdad que la autoridad eclesiástica le exigió a usted el "rodamiento de cabezas"?

-Ha habido personas que en un determinado momento me pueden haber dicho: "Tienen que rodar cabezas". ¿Por qué me lo han dicho? Porque  todo aquel que gestiona un determinado organismo puede tener una visión por la que, desde fuera, considera oportunas unas determinadas medidas. Pero la persona que gestiona, porque gestiona con una legitimidad dada, toma la decisión que considera apropiada. Y si considera que no han de rodar cabezas, porque la campana de Huesca está perdida en el tiempo y Ramiro II hace mucho que falleció, pues no ruedan cabezas. Y si ha de caer una cabeza, aquí está la mía. 

-Se ha oído que el Consejo ha perdido nivel tras su dimisión. ¿Está de acuerdo?

-No. El Consejo es un organismo absolutamente necesario. Y lo que sí he oído es que si el Consejo no existiera, habría que inventarlo. Sin el Consejo nos convertiríamos en ácratas. Las hermandades necesitan el Consejo. El Consejo no existe para poner o quitar sillas...

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