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Novedad editorial 'Al borde de los 60'

"Ha llegado la hora de los seglares en la Iglesia"

  • El sacerdote Camilo Olivares presenta hoy en el Gran Poder un "anecdotario" en el que repasa sus 60 años de ministerio

Capellán real, canónigo de la Catedral de Sevilla, prelado de honor del Papa, director espiritual de la Hermandad del Gran Poder durante más de 30 años, cofrade y rociero. El sacerdote Camilo Olivares está próximo a cumplir 60 años de ministerio y lo celebra con un libro, titulado Al borde de los 60, "que no es ni una memoria, ni una autobiografía, sino un anecdotario que cuenta las experiencias vividas en todo este tiempo", asegura. La obra, que se presenta esta noche a las 21:00 en la basílica del Gran Poder, ha sido prologada por el cardenal emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, quien tras leerlo le confesó que le había hecho reír, llorar, y rezar.

Uno de los capítulos más importantes de la obra está dedicado a las hermandades y cofradías. La vinculación de Olivares con el Gran Poder -corporación en la que lleva más de 75 años- le viene de pequeño, su padre era oficial de la junta de gobierno. "Es rara la hermandad en la que no haya predicado algún culto". El sacerdote analiza la influencia de las cofradías en la Iglesia de Sevilla, "y como han conseguido crecer enormemente en el culto, la caridad, la ejemplaridad y las obras caritativas. He llegado la hora de los seglares. Es el momento de reconocer su mayoría de edad dentro de la Iglesia". Olivares también destaca la importancia de las hermandades en el camino de la acción apostólica. "Los sacerdotes deberíamos usar más este instrumento que Dios ha puesto en nuestras manos. Hay que avanzar en este terreno. Hay laicos muy preparados. Recuerdo mucho a Sánchez Dubé", reflexiona.

Como capellán real, la vida de Camilo Olivares está cuajada de anécdotas e historias junto a la familia Borbón: "Siempre he servido a los reyes, primero en el exilio y a don Juan y doña María de las Mercedes hasta que se murieron. Doña María me reñía siempre que me veía vestido de paisano. Me decía que tenía que ir con la sotana, o con el clerigman, al menos".

Una de las anécdotas que cuenta con más cariño le sucedió en San Lorenzo en un besamanos del Gran Poder. De muchacho solía ir a limpiarle la mano al Señor en el besamanos. Un día, un hombre al levantar la cabeza le dio un golpe a la corona de espinas y le rompió un pedazo. Después de atenderlo, el capiller cogió pegamento y volvió a unir la corona: "Hace unos años cuando los Cruz Solís lo restauraron vieron que la pieza estaba pegada. Nadie sabía qué había pasado. Se comentó en un cabildo, en el que yo estaba, y pude contar cómo sucedió todo al vivirlo en primera persona". También relata en el libro otro suceso acontecido en el Gran Poder cuando ardió la sala de recuerdos y cómo se salvó "milagrosamente" una foto del Señor que quedó intacta de las llamas.

Uno de los sucesos que relata en el libro con más emoción fue una conversión que vivió en El Rocío: "Una pobre mujer que había ido a prostituirse al ver a la Virgen se echó a llorar y se arrepintió. Entre una familia y yo le buscamos un convento y allí pasó toda su vida ayudando a mujeres de vida difícil".

Y por supuesto, Camilo Olivares repasa la importancia del sacerdocio en su vida: "La mayor virtud, la más completa alegría y la más importante aventura".

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