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Nueve peldaños para la gloria

  • Lleva 32 años trabajando en la calle Feria, primero de dependiente y hoy de anticuario. Empezó de niño en la Macarena limpiando la plata con bicarbonato y con un cepillo. Desde hace 20 Madrugadas lleva la escalera de la Virgen entre pétalos y levantás.

EL palio de la Macarena suele pasar por esta parte de la calle Feria próxima a Regina hacia las nueve de la mañana del Viernes Santo. Es donde la calle se estrecha. Ya vuelven cansados, exhaustos. Toda la calle es palio. No es metáfora, es geometría. Nadie percibe la mirada de la Virgen a una pequeña tienda que a esa hora tiene sus puertas cerradas. Se llama El Pianillo. Dentro hay artículos de anticuario: libros, cuadros, muebles. Y un pianillo fabricado en Barcelona que su propietario, Antonio González Silva, compró en Cazalla de la Sierra y que pese a su antigüedad funciona: gira su manivela y suenan las músicas de Si vas a Calatayud, La Alegría de la Huerta, La Revoltosa, Luisa Fernanda o La verbena de la Paloma.

Dentro, hay un cartel de fiestas primaverales de 1931 con el palio de la Macarena pintado por Juan Miguel Sánchez; un libro prácticamente inédito, conmemorativo de los 25 años de la coronación canónica de la Macarena; otro libro de fotos de Luis Arenas y prólogo de Romero Murube con una imagen de 1974 que vale para estos días: Domingo de Resurrección, la Esperanza de San Gil por la calle Laraña después de haberse refugiado de la lluvia en la iglesia de la Anunciación. El cartel, el libro y la foto no son lo que despiertan la atención de la Virgen, que nació humilde y prescinde de mirarse a sí misma en vanaglorias que no le conciernen.

El Pianillo lo regenta un anticuario que desde hace 20 años cada Jueves Santo repite la misma rutina. María Remedios Becerra, su mujer, lo viste y lo pone "como un figurín". Sale con el paso de Cristo y lo acompaña hasta Resolana. Regresa a la basílica y se hace cargo de la escalera. "Mi mujer y mis hijos salen de nazarenos. Los dos mayores lo dejaron cuando se echaron novia. A mí nunca me llamó la atención salir de nazareno. Antes saldría de costalero, que nunca lo hice. Pero en lo de la escalera no me cambiaría ni por el hermano mayor".

El tío de la escalera. Así lo bautizó un día Antonio Burgos. El tercer hombre, parafraseando la novela de Graham Greene, que tiene ese privilegio que el Evangelio atribuye a Nicodemo y José de Arimatea. Antonio González Silva (Sevilla, 1962) lleva su carnet de personal auxiliar del paso. Unos años le ponen Escalera Virgen y otros Virgen Escalera. De la del Sentencia se encarga su compañero José Manuel, de Pino Montano.

Es como los cuentos infantiles: una escalera hasta el cielo. El símbolo hecho realidad, aunque la Semana Santa es una escalera que baja desde el cielo a Sevilla. Su universidad de escaleras fue la propia basílica. "Con diez años ya estaba en la Macarena limpiando plata con bicarbonato y un cepillo". Lleva 32 años trabajando en la calle Feria, la Via Apia de la Virgen, primero como dependiente de una tienda de recuerdos y desde hace 27 años como anticuario.

Nueve peldaños le separan de su dueña y señora de la noche más mágica del año. Pendiente de dos circunstancias: las levantás que ordena el timón sonoro del capataz y los lanzamientos de pétalos, júbilo floral en Feria y en Parras, en Cuna y en Francos. "Después de cada petalada, le quito los pétalos y la miro".

El tiempo es el principal aliado de todo anticuario, revaloriza sus objetos, convierte la moda en rareza, la costumbre en lujo. Pero desde su escalera, unas veces de aluminio, otras de madera, ve algo que no se altera con el paso del tiempo, que ni se compra ni se vende. La analogía está cantada: la escalera del poema de Machado a un Cristo equivocado que devino en canción de Serrat, en saeta al Rey de los Gitanos y en guiño de Mario Benedetti cuando habla de Machado como "ese letrista de Serrat". A Antonio nadie le presta una escalera. Es su compañera, tanto como el pianillo de Cazalla, la mascota instrumental de su establecimiento. "Con el permiso de la hermandad, quiero hacer una escalera nueva".

En la Madrugada de 1993 el hombre que desempeñaba este cometido sufrió una lipotimia a la altura de los palcos y Antonio se hizo cargo. Desde entonces, no ha faltado ni un año, además del traslado al estadio de la Cartuja para la beatificación de Madre María de la Purísima en septiembre de 2010. Pendiente de los pasos de abajo y las flores de arriba.

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