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Huir de los barrotes

  • En una oscura celda, un hombre viaja a otros lugares, otras épocas, para huir de su reclusión

Detalle de la portada.

Detalle de la portada.

Su nombre es Cornelius Dark, no sabemos el motivo por el que sus huesos han ido a parar a esa prisión. Pero para no enloquecer, este particular prisionero utiliza un método en el que la relajación hace que, como por arte de magia, pueda trasladarse en el tiempo y el espacio.

¿Sugestión, imaginación, simple y llana locura?

La solución a este enigma es lo de menos. Lo importante, como siempre, son las historias, los relatos que hacen que esa maquinaria, a veces vetusta, que es la imaginación, comience a mover de nuevo sus piezas, ruedas, resortes…

Sentado en su celda, Dark fija su mirada en un punto, un lugar lejano, fuera de los gruesos e infranqueables muros del lugar en el que le tienen recluido y sí, consigue llegar a un paraje desconocido para él, donde una sollozante y bella joven le narra su desgracia, la imposibilidad de volver a ver debido a su ceguera, y como ésta le ha arrebatado al amor de su vida, un famoso guerrero llamado Wan Tai, al que Dark acompañará junto a sus huestes en la batalla, haciendo finalmente un inesperado descubrimiento que dará un vuelco a la trama.

Siempre, sin poder evitarlo, como un pasajero que con prisa debe volver a su destino, Corneluis retorna a las cuatro estrechas paredes que le recluyen, aunque contento por poder haber disfrutado de la compañía de otros que no son sus compañeros prisioneros, que a estas alturas ya dudan de su cordura.

También conocerá a Julie, una ajada prostituta que aún tiene lugar en su corazón para albergar el amor. Y ella no será la única fémina con la que Cornelius se cruce, ya que en plena Revolución Francesa, una tal Carlota le invita a su casa, con un propósito bastante oscuro…

Las guerras siempre son crueles, y el protagonista caerá en tierras norteamericanas, justo en medio del encarnizado enfrentamiento entre norte y sur, donde tendrá que acompañar a un soldado en una misión con un desenlace totalmente inesperado.

Como lo será su encuentro en Arlés con cierto pintor pelirrojo que, aquejado por el más loco de los amores, utiliza a Dark como mensajero de su amor. Aunque creo que ya sabéis todos lo que pasó…

Y finalmente, el sexto y último viaje le lleva a Alemania, donde se encuentra con un grupo de pícaros que van a ejercer sus 'habilidades' con un crédulo tipo, provocando la solitaria risa de Dark en su celda, cuando regrese a la oscuridad de ésta.

Carlos Trillo y Alberto Breccia crean una metáfora de los tiempos que se vivían en Argentina, atrapada en las garras de la represión militar, y de manera metafórica muestran como la imaginación no puede ser atrapada en una jaula, ya que esta siempre hallará una manera de romper los barrotes y volar, fuerte y libre.

El maestro Breccia deja patente, una vez más, su total versatilidad a la hora de plasmar las historias, cambiando de estilo como el que lo hace de camisa y siempre, pero siempre, con un resultado que como lectores hace que nos quitemos el imaginario sombrero, ya sea utilizando la aguada, el collage, etc…

Una auténtica maravilla.

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