Comunicación

Teléfonos rigurosamente intervenidos

F. A. Gallardo

Amarillo y poco riguroso. Alimento de noticias extravagantes y pasatiempo para millones de lectores anglosajones. El chascarrillo que comenzó a levantar serias sospechas de que disponían de información demasiado privilegiada fue a raíz de una operación de rodilla del príncipe Guillermo, en 2005, cuyos datos estaban limitados a un círculo muy íntimo. Había truco. Un teléfono intervenido. El tabloide dominical News of the World, relevo de fin de semana del amarillo chillón de The Sun, contaba ya con una veterana relación de acusaciones y revelaciones sobre sus heterodoxos métodos para lograr las exclusivas a toda costa, pagando a las fuentes policiales, por ejemplo.

Pero al cabo de los años los métodos de la gente del australiano Rupert Murdoch, tan millonario como admirado y odiado, saltaron por los aires y el escándalo se llevó por delante a la sensacionalista cabecera fundada en 1843. Murdoch, que también cuenta con la nacionalidad norteamericana, acabó pidiendo disculpas ante la Cámara de los Comunes y, con tartazo incluido, sentado ante un tribunal. News of the World se llevó al menos siete años obteniendo información a través de pinchazos telefónicos a famosos (Hugh Grant, Gwyneth Paltrow, la princesa Catalina), soldados y sus familias o familiares de víctimas de sucesos, como la fallecida adolescente Milly Dwiler, con la evidente complacencia de la policía. Dos personas de confianza de Murdoch vieron hechas añicos sus respectivas trayectorias periodísticas, Rebekah Broooks, la ambiciosa ex editora del clausurado rotativo, mano derecha del magnate, consejera delegada de News International, y quien le recomendó apoyar al conservador David Cameron en su carrera hacia Downing Street; y Andy Coulson, director del News of the World en el esplendor de su espionaje, entre los años 2003 y 2007. Justo en ese momento abandonó el periódico, cuando los índices acusadores aumentaban, y  recaló como jefe de prensa y estrecho asesor de Cameron, cargo del que tuvo que renunciar con el escándalo, salpicando así de lleno al primer ministro. Unas 100.000 libras esterlinas, unos 125.000 euros, dedicaba cada año News of the World a las escuchas telefónicas, investigaciones y al pago de confidentes por las más crudas informaciones: una bagatela para lo que generaba un negocio de tonalidades amarillas y marrones. "Era una práctica corriente", aseguran testigos del proceso contra el magnate.

James Murdoch, cuarto hijo del dueño de The Sun y The Times y de una treintena de poderosas cabeceras australianas y estadounidenses, se encargó de apaciguar esta crisis, sacrificando el dominical del que se vendían 2,6 millones cada semana y que tenía unos ingresos cercanos a los 200 millones de libras. El 10 de julio se despedía para siempre News of the World, una razonable purga, un rentable precio, para no perjudicar la operación para controlar la plataforma por satélite BSkyB que factura anualmente 6.000 millones de euros. Murdoch, que confesó que se enteró de las escuchas cuando saltó el escándalo, controla buena parte del mercado de la televisión privada en el Reino Unido con los canales Sky y pisa firme en Estados Unidos con la conservadora cadena Fox.

El deterioro de la imagen de News International, que factura anualmente 27.000 millones de euros, con una plantilla de 53.000 empleados, y el desgaste de la credibilidad del ciudadano Murdoch se acrecentaba imparablemente, para gustoso ensañamiento de la competencia. El espionaje telefónico ha puesto al filo del abismo al octogenario propietario del imperio periodístico cuya descendencia comienza a enfrentarse sin ambages sobre el futuro de la corporación. Un emporio que ya no volverá a ser el mismo y con una cabeza visible cuyas disculpas se antojan insuficientes para limpiar la imagen de su gigante periodístico. La libertad de prensa ha sido ultrajada  a través de la intimidad de las víctimas y de las sospechas de soborno a autoridades. Lo peor es que la decadencia de los medios de Murdoch también puede llevarse por delante a gran parte de una prensa británica que ya tenía bastante con sufrir la crisis económica.

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