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Poesía

Veinticinco años de poesía: toda una vida

  • En 'Verbigracia', Enrique García-Máiquez nos entrega una trayectoria poética que encierra un cuarto de ciclo

Enrique García-Maíquez.

Enrique García-Maíquez.

Una hondura ágil, nada pretenciosa; palabras y música; ideas que nos proporcionan nuevos espacios -y capacidad para saber expresar estas ideas-. Sobre estos principios se mueve la poesía de Enrique García-Máiquez. Una poesía confesional -en todas sus acepciones-, con dosis de ironía, que homenajea a los maestros -Rosales, Keats, Luis Alberto de Cuenca, por supuesto Miguel d'Ors-, que domina los sonidos de la métrica, y también sus formas, a través del soneto, la soleá o diferentes tankas y haikus. Una poesía, por otra parte, que no teme a las asonancias, y que nos propone una determinada estética que quizá hoy no predomine entre las propuestas de nuestros poetas.

García-Máiquez nos reúne su poesía, escrita a lo largo de veinticinco años, en Verbigracia. Un libro, como decimos, que se ocupa de un intervalo de tiempo, pero que abarca toda una vida. Probablemente cualquier vida. Porque entre los temas con los que nos topamos está la familia, el paso del tiempo, las cotidianidades, el amor -no podía faltar-, la muerte. El valor de la poesía de Máiquez reside en que, a propósito de lo circunstancial, hallamos un enfoque que nos ofrece otro ángulo sobre ese episodio circunstancial. Un ángulo que nos asombra y que nos conmueve, que nos sorprende y sobre el que cuelga la cadenita de la reflexión. Lo leemos en el poema Fulgor: “La luna llena / como mi vida, plena / de luz ajena”. O en Epifanía: “En el instante / en que el niño se lanza / a la piscina, / pueden verse en su espalda / las alas de su ángel”.

En el libro, compuesto a su vez por seis libros, observamos un interesante mapa poético que nos lleva del García-Máiquez de juventud al García-Máiquez de la madurez. Así llegamos al último de estos poemarios, inédito, y cuyo título es Inclinación de mi estrella. En este libro seguimos surcando eso que dijo Lope, lo del verso claro y el borrador oscuro, con poemas que equilibran lo grave y lo leve. “Entre tu vida y la mía / ya no cabe un alfiler. / Digo "mía" todavía / para dártela otra vez”, leemos en Alfilerito, con esos ecos machadianos, y con un contenido tan complejo y a su vez tan nítido.

Enrique García-Máiquez, con humor, con inteligencia, con criterio, nos entrega una trayectoria poética que encierra un cuarto de siglo y que, del mismo modo, abre el tiempo al tiempo. Que es lo que consiguen nuestros mejores poetas.

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