EL TIEMPO Aún se esperan lluvias en Andalucía

PLAYAS Mapa con las banderas azules en Andalucía

De libros

Una cuestión occidental

  • 'Civilización. Occidente y el resto'. Niall Ferguson. Trad. Francisco J. Ramos. Debate. Barcelona, 2012. 509 págs. 24,90 euros.

En Remedio en el mal, Starobinski sitúa el origen del término civilización, su moderno significado, en los días del marqués de Mirabeau y las Confesiones de Juan Jacobo Rousseau. De ahí deduce dos aspectos, muy vinculados a la Ilustración, que aun hoy acrecientan su grosor y muestran una absoluta vigencia: la vaguedad del concepto "civilización" y su naturaleza contradictoria. Para Rousseau, padre del "buen salvaje", la civilización era una lacra que habría que combatir, no tanto con el regreso a un estado de naturaleza, como con una civilización más refinada y espontánea. Del mismo modo, las Cartas persas del barón de Montesquieu mostrarán, bajo la fingida óptica del bárbaro Usbek, cuanto de convencional e injusto hay en la Francia ilustrada. Ese es también el problema inicial que se plantea esta obra sumaria del joven historiador británico Niall Ferguson. A qué llamamos civilización (occidental, se entiende), qué países pertenecen a ella y cuál es el origen de su aparente declive y su actual descrédito. De fondo, y como acicate último del presente ensayo, está el poderío emergente de la China postcomunista, cuya economía emsombrece ya la de los viejos países industrializados.

Dos obras vienen inmediatamente a la cabeza tras la lectura de Civilización. Occidente y el resto. La primera es, obviamente, la Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, del británico Edward Gibbon; la segunda La decadencia de Occidente del alemán Oswald Spengler. En ambas está, como tema subyacente, la idea de la consunción y de la pérdida; si bien es cierto que uno y otro difieren en el modo de explicar la Historia. Para el historiador neoclásico, tan denostado por Ruskin, Roma cayó por un olvido de sus valores frente al bárbaro; para Spengler, que escribe su colosal pronóstico mientras atruenan los cañones de la guerra del 14, las civilizaciones crecen y se agostan por una suerte de fisiología, cuyo próximo brote se daría en Oriente. Esa parece ser también la conclusión a la que ha llegado Ferguson. No obstante, Ferguson, fiel a la tradición anglosajona, y en consecuencia, lejos de cualquier metáfora corporal u orgánica, acude tanto al relato lineal como a una exposición minuciosa de los hechos. Antes, sin embargo, ha intentado definir la civilización occidental según seis características o singularidades que, a su juicio, determinan su prolongado influjo en los últimos cinco siglos. Estas características son la competencia, la ciencia, la propiedad, la medicina, el consumo y el trabajo. Y en el diverso modo en que los países se han enfrentado a dichas cuestiones, radica el éxito o el fracaso de sus evolución histórica.

Es probable que en la obra de Ferguson prevalezca cierta perspectiva anglosajona de lo occidental; aunque bien es cierto que sustentada en sólidas razones. También lo es que al definir la civilización, Ferguson olvida una cuestión previa y fundamental: Occidente, sea cual sea el significado y el ámbito de éste, es la única civilización que, desde su inicio, ha cuestionado su propia validez, su legitimidad y su alcance. Así ocurrió, como hemos visto más arriba, desde Montesquieu y el adanismo roussoniano; y el Romanticismo no será sino el inicio de una extensa remoción de aquella idea primera. En ello seguimos todavía. A esto cabría añadir que, en el relato de Ferguson se prescinde de la historia de las ideas y, en suma, del entramado intelectual que sustentó los actos de nuestros antepasados; asunto de notable importancia que ha ocupado buena parte de la moderna historiografía continental. No obstante lo dicho, Civilización. Occidente y el resto es una obra inteligente, ecuánime, sagaz, de una varia y oportuna erudición, donde se narra el auge y el ocaso, the decline and fall en palabras de Gibbon, de una secular primacía. Los datos económicos que maneja Ferguson, con evidente solvencia, así lo predicen. Si esto da paso a una nueva civilización, o si es sólo una variante de la actual, capitaneada por un Oriente próspero y vertiginoso, es algo que quizá no tardemos en averiguar. Cabe la posibilidad, en última instancia, de que Ferguson se equivoque. Ya lo hicieron antes San Juan de Patmos y William Blake, Oswald Spengler y Mehmet II, cuyos formidables cañones, obra de un ingeniero occidental, arruinaron las murallas de Constantinopla.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios