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De libros

El descubrimiento de Europa

'El último tramo'. Patrick Leigh Fermor. Edición Colin Thubron y Artemis Cooper. Trad. Inés Belaustegui e Ismael Attrache. RBA. Barcelona, 2014. 416 páginas. 22 euros

Largamente esperado por los devotos de Patrick Leigh Fermor, el cierre de la trilogía iniciada por El tiempo de los regalos (1977) y continuada con Entre los bosques y el agua (1986) no defrauda la expectativa suscitada por el propio escritor y aventurero inglés al final de la segunda parte. Sabíamos por su amiga, biógrafa y albacea Artemis Cooper -corresponsable de la edición junto a Colin Thubron- que el luminoso Paddy, fallecido en 2011, no llegó a terminar la tercera, aunque había trabajado en ella durante años. Sabíamos también que este "último tramo" -The Broken Road es el más ajustado título original- del ya legendario viaje que hizo a pie desde Rotterdam hasta Constantinopla, realizado en la primera mitad de los años 30 pero contado décadas más tarde, fue el primero que intentó poner por escrito en A Youthful Journey, poco antes de recuperar el único diario de aquellas jornadas (the Green Diary) que había guardado como una reliquia su antigua amante la princesa Balasha Cantacuzene. Lo que conocemos ahora es, por lo tanto, un libro incompleto, literalmente reconstruido pero tan seductor como los anteriores, marcado por la maravillosa combinación de fervor, asombro, sensibilidad e inocencia con la que el viajero recreó su descubrimiento de Europa.

El talento narrativo, las vivísimas descripciones, la erudición siempre festiva, todas las grandes cualidades asociadas a la prosa de Leigh Fermor reaparecen en estas páginas incesantemente reescritas donde se narran las cautivadoras andanzas del muchacho desde las llamadas Puertas de Hierro -en el Danubio, frontera entre Serbia y Rumanía- hasta la costa búlgara del Mar Negro, pues el relato se corta de forma abrupta antes de la llegada a la antigua capital del imperio bizantino. A modo de apéndice, los editores han añadido unos extractos del citado diario donde Paddy describe muy someramente sus días en la meta soñada -que no parece haberlo impresionado en exceso- y con más detenimiento su estancia en el Monte Athos, evocando su contacto primero con un país, Grecia, al que dedicaría dos espléndidos libros y cuya milenaria cultura -no la clásica de los manuales, sino la que seguía viva entre las gentes que amaba- llegó a conocer como muy pocos de sus compatriotas filohelenos.

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