El Betis está triste (0-0)
Albacete - Betis · la crónica
El equipo de Mel se deja ir dos puntos más en Albacete, donde sí tuvo el balón, por su falta de frescura mental. Gol legal anulado a Jorge Molina y penalti sobre Dani Ceballos no señalado.
El Betis sufre una honda tribulación. Es como un buen estudiante que, llegado el día del examen, se pone nervioso y deja en blanco cuestiones que recuerda nada más salir del aula. Quizá le esté pesando en este tramo de Liga la presión de atisbar a un golpe de vista a los equipos que lo preceden, igual ha resoplado más de la cuenta tras su trascendente victoria en Gijón y ha perdido un aire que le hace falta... Se ha podido relajar porque, claro, si se echan cuentas, incluso sumando el empate de este domingo, el tercero consecutivo, el equipo está a sólo dos puntos del ascenso directo. No es fácil discernir qué le ha pasado al equipo, pero sí que su problema es de cabeza.
El Betis no está bien mentalmente. Es como si Mel, al que en estos dos meses jamás se le ha visto una sonrisa, cuyo rostro incluso da la impresión de que se ha responsabilizado en exceso, hubiese trasladado ese estado de ánimo a los futbolistas. Es cierto que busca un fútbol dinámico y vistoso y eso es digno de elogiar más allá de los resultados, pero si el fútbol es un estado de ánimo, para jugar alegre quizá haya que vivir alegre. El Betis está obligado a cambiar la cara, a vivir de otra manera, a confiar en sí mismo y en sus virtudes, que las tiene, y jugar, quizá, como ese grupo de amigos que lo pasa bien y luego se va de cervezas.
Ésa es la tarea de Mel hoy. Lograr que su equipo se divierta en el campo. Sólo así podrá conseguir que el fútbol que le inculca semana a semana en su laboratorio de Los Bermejales acabe por explotar y el Betis arranque como pareció que iba a suceder tras su triunfo en El Molinón.
Y la clave de todo nos la ofrecen los primeros minutos del partido de ayer en el Carlos Belmonte. Con Portillo y Kadir más dos delanteros, con los buenos, con los jugones como los llaman hogaño, salió el equipo de Mel al recio y quemado césped albaceteño. Y cualquiera pudo observar que el Betis se metió en el campo del Albacete, que Molinero y Varela estaban adelantados para que Portillo y Kadir fuesen interiores y no extremos. Para que el balón fuese del Betis y lo tuviese dentro, donde el camino hacia la portería contraria es más corto. Apretó el equipo arriba, quiso y pudo, pero...
Apenas unos minutos aguantó el equipo con ese ideario de intenciones que machaca día a día en la ciudad deportiva. Hasta que Keko, en una salida osada de Jordi a apretar en mediocampo -fruto de ese lícito afán por la presión para robar-, diseñó una contra en la que Bruno prefirió tapar a Chumbi -el suyo- en vez de cerrar y Adán se vio obligado a jugarse el tipo ante el extremo del Albacete para evitar el gol.
Es como si esa jugada hubiese menoscabado los ánimos de los ayer aurinegros. El Betis cayó en la cuenta de que con su fútbol ofensivo, de ir arriba una y otra vez, quedaba expuesto a los contraataques del rival. Como si eso no fuera siempre así... El problema estriba en no acusar los miedos, en no tener la mente limpia para confiar, en definitiva, más en tu propuesta que en lo que te pueda hacer el rival.
Lo que no hizo el Betis, en ningún momento, fue bajar el ritmo. El otro problema fue que el Albacete de Luis César se lo aguantó y hasta le respondió. Se especulaba con que podrían jugar Carlos como lateral derecho y Cidoncha como extremo en la otra banda, pero a la hora de la verdad el técnico gallego apostó por el dinamismo. Y no se equivocó. Antoñito y Jorge Díaz, junto a Keko, le otorgaron al conjunto manchego la gasolina suficiente para hacerle el campo largo al Betis hasta ir mermando su fútbol y empequeñeciéndolo. ¡Y fortuna para los verdiblancos que el profundo lateral derecho de los albaceteños se fue lesionado a la media hora!
Pero el Betis, que había comenzado el partido siendo el Betis de Mel, el reconocible por bueno, se fue pareciendo a cada minuto más al Betis de Velázquez, al obtuso, o al de Mel en la segunda parte ante la Ponferradina, que todo hay que reseñarlo.
El madrileño probó cambiando a Portillo y Kadir de costado, pero nunca lo hizo con los medios centro. Quizá Reyes hubiese estado más fino en las coberturas al costado izquierdo bético. Porque, total, para lo que estaba haciendo Dani Ceballos.
Porque ésa es otra. E importante. Esta especie de aturdimiento mental también le viene al equipo porque su mediocampo no acaba de carburar. El mercado de invierno le regaló a Portillo, pero no a ese jugador que pise la pelota, levante la cabeza y mueva al equipo desde el círculo central. Dani Ceballos aún no es ese futbolista y el malagueño es otra cosa y nada se le puede echar en cara. Ayer filtró los pases más interesantes de la tarde. Puso de gol a Rubén Castro y a Jorge Molina, se ofreció siempre y el chileno Reyes, que sostuvo solito el equipo ante el amenazante Diego Benito -buen futbolista el madrileño criado en Vallecas-, se entendió bien con él.
En la segunda mitad también tuvo el Betis su momento intenso, como si se le activara el chip por ver al rival fatigado o notar ya que no le iba a hacer daño. Pero entonces halló varios obstáculos, los más serios exógenos: el juez de línea se jugó un banderazo evitando ante un gol de Jorge Molina y el árbitro no vio un penalti de zorro viejo de Paredes a Dani Ceballos.
Aunque tampoco el Betis, aun haciendo méritos para ganar, supo hurgar en la herida de ver a un rival con diez en dos ocasiones debido al tremendo golpe sufrido por Pulido, quien entró y salió del césped con reiteración por tener su equipo realizados ya los tres cambios. Mel tampoco acertó con los suyos. Prefirió a Cejudo en vez de a un Dani Pacheco que hubiese sido mejor solución, aunque sólo fuese para sacar de esquina, y luego no arbitró la opción de sacar del campo a Molinero y darle la banda derecha al propio Cejudo cuando todo el juego caía a ese lado y el toledano era una máquina de estrellar balones en los pies de los contrarios con sus centros...
Con todo, el Betis sigue enganchado en la tabla pese a no ganar. Le falta escupir la tensión y mirar a la vida con alegría. Ésa que Mel quiere sobre el césped.
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