Bilis, mucho peor que en una derrota (2-2)

Rayo vallecano-sevilla

El Sevilla deja escapar su primer triunfo como forastero de una manera increíble tras tener dos goles de ventaja en Vallecas. Los hombres de Emery salen con un sabor de boca horrible por el desarrollo del juego.

El valenciano Iborra, ayer segundo delantero y autor de uno de los goles sevillistas, salta con el central rayista Zé Castro para prolongar un balón.
El valenciano Iborra, ayer segundo delantero y autor de uno de los goles sevillistas, salta con el central rayista Zé Castro para prolongar un balón.
Francisco José Ortega

22 de febrero 2016 - 05:02

La clasificación le contabilizará un punto más al Sevilla a partir de ayer, pero la sensación que sufrió el equipo de Unai Emery en su visita a Vallecas fue muchísimo peor que una derrota, infinitamente peor. No hay manera más pueril de dejarse dos puntos por el camino y, de paso, acabar con esa mácula en el expediente que indica que los blancos aún no han ganado ningún partido liguero como visitantes durante el presente curso. Cero a dos en el minuto 20 de partido, ocasiones diáfanas para resolver aquello por la vía rápida, y el entrenador local apuesta por la vía del suicidio, entre otras cosas porque no le quedaba otra y el Sevilla, desde entonces, no es capaz de aprovecharse de ello y acaba dejando escapar esos tres puntos no se sabe muy bien ni cómo ni por qué. Fue algo parecido a lo que ya le sucedió en Valladolid el 20 de octubre de 2013 cuando llegaba tras una racha más o menos parecida como forastero y también marcó en los minutos uno y 13 para tener dos goles de ventaja que luego desaprovechó.

Tanto Emery como cada uno de sus futbolistas harían bien en pasar por el diván de un sicoanalista para que los ayude a encontrar explicaciones a algo que no la tiene. Al menos de una manera racional, porque el Sevilla supo adaptarse perfectamente a lo que demanda siempre el campo de Vallecas y planteó el encuentro de una manera perfecta. Futbolistas altos, muchos de ellos capaces de ejercer como aleros en el baloncesto, para buscar la eficacia por arriba y una presión fortísima para robar el balón cuando el Rayo Vallecano, fiel al catecismo de Paco Jémez, trataba de sacarlo por abajo.

Esa propuesta le dio resultados muy pronto. En uno de los primeros saques de esquina, Krohn-Dehli halló la cabeza de Gameiro y la parada de Juan Carlos al cabezazo del francés provocó el primer incendio en el área local. Coke fue capaz de desviar la pelota ligeramente y N'Zonzi alargó su pierna para anotar el cero a uno. El Sevilla había sido capaz de golpear primero y en una cancha de estas características eso equivale a tener mucho camino recorrido. Al menos así debería ser en la teoría, pero estando por medio este Sevilla la práctica podía indicar una cosa totalmente diferente a la hora de completar el guión de los hechos.

El Rayo comenzó a sentir los nervios y, sobre todo, transmitía agobio en todas sus acciones por la presión a la que lo estaba sometiendo el Sevilla en la salida del balón. Por ejemplo, cuando buscaban al guardameta Juan Carlos para que éste jugara con los pies al final no le quedaba otra solución que lanzar un pelotazo que se iba muchas veces fuera por la sencilla razón de que todas las líneas de pase estaban tapadas por elementos vestidos de negro. N'Zonzi, mientras, volvió a avisar en otro saque de esquina, aunque su cabezazo careció de potencia, pero el cero a dos iba a llegar muy prontito. La presión le dio fruto a los visitantes, apertura hacia Vitolo y éste dispara en solitario cruzado, repele Juan Carlos como puede, entra al remate Gameiro y la pelota le cae franca a Iborra. De diferente manera en el camino previo, pero el gol era un calco en la ejecución final al de N'Zonzi.

Lo principal es que valió y si con cero a uno el Sevilla ya se podía sentir con confianza, qué se puede decir con ese segundo tanto. Y más aún cuando la sentencia pudo llegar justo un minuto después. Vitolo habilitó a Iborra y éste, absolutamente solo y con todo el tiempo del mundo, mandó su disparo al poste. Juan Carlos estaba ya batido y fue increíble que el cero a tres no subiera al marcador de Vallecas. Ahí, indudablemente, comenzaron a torcerse las cosas para los intereses de los sevillistas. Y no porque el equipo de Emery dejara de tener el control de la situación, sino porque se esfumaba la opción de liquidar a un rival moribundo.

Paco Jémez no tardaría en acudir a una de esas medidas suicidas a las que acostumbra el técnico rayista. Saca al medio centro defensivo y coloca en su lugar a un extremo, pero no contento con eso poco después mete a otro delantero tanque y retira al lateral izquierdo. Era una invitación a la goleada por parte del Sevilla si éste hubiera sabido adaptarse a ese nuevo escenario, con tres defensas y Trashorras por delante como único medio centro, pero ahí surge el primero de los fallos por parte de Emery, de su cuerpo técnico o de los propios futbolistas con su ineficacia en las claras ocasiones de gol de las que disfrutaron, particularmente tras el descanso.

El Sevilla no fue capaz de cambiar de idea y siguió buscando los balones directos en cada falta o en cada córner. Ni siquiera cuando Manucho acortó distancias antes del intermedio. Después tuvo un montón de saques a balón parado y muy escasas veces tuvo opción de remate real, salvo dos que se le presentaron a Rami en dos córners diferentes en el minuto 54. Para entonces ya habían surgido varias contras que no llegaron a tener remate final por muy poco. Incluso se produjo un clarísimo penalti del central Llorente a Gameiro cuando éste se disponía a rematar en solitario ante Juan Carlos.

Fueron las oportunidades de finiquitar aquello que se le presentaron a los forasteros antes de que volvieran a tener que pellizcarse ante lo que les había sucedido. Un centro lateral, fuerte es verdad, no era defendido ni por Fazio ni por Rami y Miku anotaba el dos a dos de una manera también parecida a como lo había hecho Manucho antes del intermedio. El Sevilla había pasado de dominador absoluto a vivir en la incredulidad de cómo se le podía estar escapando un partido así. Y desde ahí una internada de Vitolo, muchos córners mal sacados y poco más. Emery lo intentó con Banega, pero era tarde, el Sevilla no había sabido cambiar de traje a tiempo y ya sentía el sabor de la bilis, fue un punto, pero también fue muchísimo peor que una derrota.

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