Caída al erial de los mediocres
La errática planificación deportiva y la tozudez de Marcelino malogran otro proyecto y confirman la decadencia.
La ilusión desbordada que transmitió Marcelino García Toral cuando arribó convenció a muchos de que el Sevilla, la campaña anterior, dio un pequeño paso atrás... para tomar impulso. Pero el equipo cometió el mismo pecado que el verano anterior y justo un año después del violento batacazo en la previa de la Champions, se dio otro en las puertas de la Liga Europa ante el Hannover germano, para corroborar que sí, que la decadencia es un hecho en el señero club sevillano.
Fue un golpe de infortunio que en un bombo de 40 bolas, lleno de cenicientas, al Sevilla le tocara la que menos deseaba, la del cuarto clasificado de la Bundesliga anterior. Esa decepción europea, además, terminó de mermar la capacidad del club para reforzar su primera plantilla, ya de por sí menoscabada la campaña 2010-11 con la inopinada salida de la Champions.
El Hannover, un equipo correoso y bien estructurado -acabaría llegando hasta los cuartos de final de la Liga Europa, donde cayó ante el campeón, el Atlético de Madrid-, que además afrontó el pulso más rodado que el Sevilla, empezó a desnudar las carencias que ya mostraba el embrionario proyecto de Marcelino.
Palop; Coke, Spahic, Escudé, Fernando Navarro; Jesús Navas, Fazio (Medel, 73'), Trochowski, Armenteros (Perotti, 46'); Kanouté y Negredo (Manu del Moral, 77'). Fue el equipo sevillista que abrió la temporada en Alemania. Tenía buena pinta. Y Marcelino contagió su buena onda al entorno. Pero fue echar a rodar la pelota y pronto quedó patente que aquello no sonaba fino, que algo chirriaba.
Con el paso de las semanas, los refuerzos con expectativas han resultado un fiasco (Coke, Spahic, a partir de enero Reyes) o se han limitado a cumplir (Trochowski, Manu del Moral), a lo que se ha unido el inevitable declive de varios puntales del Sevilla campeón ya bien maduros (Palop, Escudé, Kanoute) y el estancamiento de dos de los grandes responsables de que el Sevilla al menos se clasificara para la Liga Europa hace un año, Medel y Rakitic. Unan a todo ello que Negredo, el hombre llamado a marcar goles, se metió en una dinámica de irregularidad y todo confluye en... una lacerante mediocridad.
Y eso que el Sevilla pareció reponerse con entereza del crochet al hígado que le recetó el Hannover: ganó sus cuatro primeros partidos en casa, empató otros cuatro fuera y se instaló, con esa media inglesa, en la zona de Liga de Campeones. Pero desde esos ocho primeros partidos (en realidad la jornada novena, pues quedaba pendiente la inicial, suspendida por la huelga de la AFE), el Sevilla no volvió a morar en esa elitista azotea de la Champions, la que se volvió a fijar Del Nido como objetivo.
El penalti que para Javi Varas a Messi en el Camp Nou en esa novena jornada marca el punto de inflexión del Sevilla. Luego se llevó cinco partidos de Liga sin ganar y encadenó otra racha aún peor, de ocho.
En el séptimo partido de ese monumental atasco, tras la derrota en casa ante el Villarreal, Del Nido y su consejo decidieron destituir a Marcelino. Atrás quedó una labor decepcionante, con un equipo indefinido y marcado por la inconstancia: era incapaz de sostener un rendimiento convincente durante todo un partido. Aparecía a chispazos y volvía a caer en un fútbol plano, monocorde. Y muchas veces, en el desequilibrio: el entrenador se empecinó en mantener dos delanteros más dos extremos, con sólo Medel y Trochowski como medios puros. Esa falta de piezas en la sala de máquinas, junto con el déficit físico de la plantilla, hizo que el Sevilla se las viera y deseara para gobernar los partidos. Ese lastre hizo que sus cifras realizadoras resultaban muy bajas, impropias de un aspirante a Europa.
Míchel alimentó las ganas de jugar en la plantilla, que mostró un trazo más definido en su estilo y cierta vistosidad. Pero el problema estructural de la plantilla -acabó acusando la venta de Martín Cáceres, el mejor defensa, en invierno; no tuvo sustituto de garantías para Medel; fichó en la reapertura del mercado a un rematador como Babá cuando son otras las necesidades más urgentes; De Mul, que no cuenta, entró en alguna convocatoria...- ha despeñado al Sevilla al noveno puesto. Al erial donde moran los mediocres. Hará falta un arduo trabajo para labrar y cultivar ese erial. Y paciencia: ya no hay tanto dinero para semillas.
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