Delanteros en la platea
Espanyol - betis · Frente a Frente
El planteamiento de Mel impide a Rubén Castro sacar su incisivo juego por la falta de llegada · Un clásico como Pandiani mató al Betis en su primer remate a puerta
Los delanteros suelen ser los más díscolos tácticamente. Tienen el privilegio de la libertad en un fútbol cada vez más metódico. No entienden de ocupación de espacios, de movimientos de transición..., mucho menos de zonas de presión. Por eso, cuando un partido se mete por los vericuetos de la táctica, los primeros que pierden el protagonismo son los delanteros. Mucho más si esas zonas de presión llevan a los futbolistas a los costados del ataque y los aíslan. Es lo que le pasó a Rubén Castro en Cornellà. Comenzó en el flanco izquierdo, en el dibujo de 4-3-3 que esbozó Pepe Mel, y terminó como un solitario delantero centro que se aburrió en el páramo en el que se convirtió la zona de peligro del Espanyol durante la segunda mitad. De tanto taparse tras cuatro derrotas consecutivas, al Betis se le olvidó la portería contraria y terminó perdiendo. A Pandiani le bastaron cinco minutos en el campo para decantar el duelo. Nada que objetar al buen gol del Espanyol. Muchísimo que objetar al planteamiento de Mel.
Rubén Castro y Sergio García, uno de los futbolistas más caros de la historia del Betis aunque Luis Oliver lograra amortizar al menos cuatro de los diez millones invertidos en 2008 por Lopera, empezaron como espectadores en la imaginaria platea lateral del duelo táctico entre Pochettino y Mel. Ambos se vieron obligados por sus técnicos a abandonar sus zonas naturales de depredación para acostarse en los flancos: a estribor el barcelonés, a babor el canario. Lógicamente, tuvieron poco protagonismo. Sergio García, no obstante, sí tuvo participación en el juego perico. Desde la derecha tuvo permiso para moverse por todo el frente de ataque, para combinar con Romaric, con Verdú, para buscar el pase al hueco a Álvaro... Incluso reclamó un penalti por presuntas manos del debutante Ustaritz en la única vez que se animó a disparar a puerta, minuto 22. A veces, vio más espacios y más fútbol que sus compañeros, pero su visión no siempre fue correspondida.
Rubén Castro también reclamó un penalti en una de sus escasísimas incursiones en el área. Hizo la pared con Santa Cruz, en una de las pocas ocasiones en las que se pudieron asociar, y cayó tras ser empujado por el central Raúl Rodríguez, minuto 44. Antes se había quedado esperando, también como espectador de privilegio en su solitaria platea, a que el paraguayo le cediera el balón tras un pase interior al área de Juanma. Pero el ariete prefirió disparar a puerta. Rechazó Cristian Álvarez mientras el canario se desesperaba junto al punto de penalti brazos en alto. Fue la mejor ocasión del Betis en la primera mitad, quizá la única de todo el encuentro. Tan poquito llegó...
El Espanyol quiso más, empujó más y se llevó el pulso. Para ello tuvo que salir Pandiani, un viejo rockero, por el joven canterano Álvaro, en el que murieron casi todos los ataques espanyolistas. El extraordinario centro de Dídac era un caramelo demasiado goloso para que no se lo tragara de una vez el uruguayo, con un imperial testarazo. Aquello se puso ya imposible para Rubén Castro. Ni la salida de Jonathan Pereira lo ayudó a encontrar algún amigo. Se hartó de correr para nada. Sólo y desesperado en el páramo táctico.
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