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Despedida con honores

  • El Sevilla dice adiós al Sánchez-Pizjuán con todas las energías centradas en sus dos finales. El Granada, con su afición desplazada en masa, debe ganar para unirse a la fiesta.

Despedida y cierre en el Ramón Sánchez-Pizjuán tras una Liga marcada por la pujanza casera y la hambruna foránea. Con el séptimo puesto, y con él la Liga Europa, amarrado desde la jornada anterior, el Sevilla juega el último partido de este larguísimo y vibrante curso ante su afición. El abonado sevillista, aquel que no se vaya a desplazar a Basilea y/o Madrid, tiene la ocasión de rendirle un tributo en forma de ovación al equipo que ha vuelto a hacer volar las mariposas en su barriga con la llegada de la primavera. Y el que vaya a viajar, puede ir ensayando los cánticos para insuflar energía a un grupo que va a necesitar toda la ayuda del mundo ante ese doble y elevadísimo reto que se le presenta en la tercera semana de mayo. Enfrente estará un Granada que lucha por la salvación. No viene de fiesta.

Acompañado por miles de aficionados, el equipo nazarí debe ganar y esperar otros resultados -el empate entre Getafe y Sporting o la derrota del Rayo en Anoeta- para certificar su salvación. De no puntuar, puede verse abocado a estar al pairo de los rivales en la lucha por la permanencia, con el agravante de que visitará el Camp Nou en la última jornada. Así pues mientras, el Sevilla se dedicará a guardar energías para sacarlas ante Liverpool y Barcelona. Alcanzar el quinto puesto, para evitar las rondas previas en la Liga Europa, después de 60 partidos acumulados, sería producto de una extraña carambola, dada la desventaja con Athletic y Celta y la falta de efectivos para esta lucha.

Con Reyes aún fuera de concurso, ya que el viernes le quitaron los puntos de la apendicitis, y con Krohn-Dehli y Tremoulinas como mártires del pase a la final de Basilea, Unai Emery no va a exponer ni un ápice a los hombres que deben defender el pabellón sevillista los días 18 y 22 de mayo. Dos finales en cuatro días ante Liverpool y Barcelona es un órdago difícilmente abordable para los mortales y para no morir en el intento, el técnico sevillista sacará hoy un equipo de circunstancias, que tratará de competir para despedirse con honor de su hinchada, pero que no tendrá el cuchillo entre los dientes como el Granada.

El equipo de José González sí se juega la vida. Con un punto por encima del primer puesto de descenso, el Granada no tiene más remedio que ganar para seguir guardando el equilibrio sobre el corcho que le impide hundirse por ahora en la ciénaga. Pero un empate en Nervión unido al triunfo de Getafe o Sporting en el terrible duelo directo lo condenaría al descenso virtualmente. Es difícil imaginar al Barcelona, jugándose la Liga, fallando ante el Granada en Los Cármenes en la última jornada liguera. Difícil por no decir imposible.

Por eso, con el Sevilla presentando un equipo que, amén de la distensión propia de un grupo que disputará hoy su partido sexagésimo del curso y que ha logrado clasificarse a dos finales como gran premio a tanto esfuerzo, no estará acoplado. Por mucho que Emery llame a entrenar a muchos jugadores del filial en la rutina de trabajo, no es lo mismo entenderse con el de al lado cuando el que está enfrente viste la camiseta de otro club y hay cosas de verdad en juego. El técnico sevillista se ha encontrado con el inconveniente, además, de que Cotán está lesionado y no puede ser el manijero junto a Cristóforo, tal y como pasó en Cornellà. Lo que está claro es que no va a arriesgar a ninguno de los futbolistas de su núcleo duro y tendrá que recomponer mal que bien un once titular que esboce mínimamente una idea de juego. El pago de las lesiones de Krohn-Dehli y Tremoulinas en las semifinales ante el Shakhtar Donetsk ha sido demasiado elevado y la carga de esfuerzos ha sido tremenda. Pero hoy el equipo elegido y hasta el resultado es lo de menos. Es día para rendir honores a este grupo que quiere volver a hacer historia.

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