Emery adorna una muralla perfecta (1-2)
Osasuna - Sevilla · la crónica
El Sevilla le transmite a Osasuna su superioridad a través de la pareja Iborra-M'Bia y los hombres de arriba se encargan del resto. Sin Rakitic otra vez, los blancos volvieron a ser un equipo de fútbol con mayúsculas.
Quinto triunfo consecutivo del Sevilla en el campeonato liguero y la sensación de que Unai Emery, por fin, ha dado con la tecla adecuada para construir un EQUIPO. Sí, no es una errata tipográfica, el Sevilla que se fajó ayer en la desapacible mañana en Pamplona para empequeñecer a Osasuna hasta convertirlo en un auténtico pelele en sus manos fue un equipo con mayúsculas. Los sevillistas se desempeñaron como un conjunto de hombres bien ordenados que sabían perfectamente sus roles y pusieron todo su empeño tanto en el lucimiento propio como en el apoyo al compañero en un hermoso ejercicio de solidaridad. La consecuencia fue una cómoda victoria a pesar de esa prórroga del jueves anterior que tanto pesaba en las piernas de muchos de los que ayer se dejaron hasta el último gramo de fuerzas en El Sadar.
Unai Emery era consciente de las consecuencias físicas que podía tener esa eliminatoria con el Betis que tanta fatiga, física y mental, le ha metido a los suyos en el breve espacio de una semana. Encima el Sevilla jugaba por tercera vez en el curso a las doce de la mañana del domingo después de disputar un partido europeo un jueves. Por ello, el técnico vasco refrescó, lógicamente, el equipo. Iborra, Fernando Navarro y Trochowski, por diferentes razones, no habían tenido ningún minuto en el Benito Villamarín; Coke, Vitolo y Jairo sí participaron, aunque lo hicieron como hombres de refresco durante los 120 minutos. Eran las seis novedades en una alineación inicial en la que sí se echaban de menos algunas de las estrellas de la plantilla nervionense, dado que Rakitic, Alberto Moreno y Marko Marin se quedaban en el banquillo mientras que Reyes ni siquiera viajaba.
Con semejantes mimbres, el entrenador vasco construyó un muro en el centro del campo que acabó ahogando a Osasuna a pesar del caserismo de Álvarez Izquierdo a la hora de cobrar en contra del Sevilla hasta las faltas que cometía el propio conjunto navarro. Y que nadie hable de la jugada del penalti, pues Damiá se cae por maduro ante la presión de Vitolo para pelear el balón y agarra la pelota con las manos. Cerrado el paréntesis arbitral, se reanuda la disección de ese once en el que Iborra y M'Bia se iban a encargar de cortocircuitar todo posible acercamiento local tanto por el aire como por el césped. Y si pasaba alguno lo hacía en dificultades, algo que aprovechaban Pareja y Fazio para barrer lo que les pudiera llegar.
La muralla estaba construida y, además, con una solidez a prueba de cualquier ataque. El resto era, como si fuera la de Ávila, adornarlo para que encima quedara bonita, algo que Emery consiguió con el dinamismo, el toque y las salidas a través de Vitolo, Jairo, Trochowski y Bacca.
Sofocado el primer arreón de un Osasuna que pensaba que la mejor manera de derribar a un equipo castigado por el esfuerzo de la Liga Europa era percutir contra él, el Sevilla comenzó a salir a ras del suelo. Toques cortos, apoyos, desmarques, ofrecimientos para desahogar al compañero... El repertorio, siempre con la seguridad que les otorgaba esa muralla atrás, era amplio y en una de esas salidas el cuadro nervionense iba a montar una contra perfecta. No fue tanto velocidad como precisión en esos toques. Jairo conecta con Vitolo, éste conduce con calidad, se la devuelve a Jairo y Trochowski tira un desmarque perfecto por la derecha para abrir en canal la defensa de Osasuna. Gran dribling de Jairo a Loties y zurdazo a la red del cántabro. No sólo había soportado el asedio el Sevilla sino que encima golpeaba primero, fundamental para la administración de las reservas físicas.
Desde ese momento, el mando ya sería absoluto para los visitantes. Fazio ya pudo marcar las distancias con un cabezazo anticipándose a Andrés Fernández que se fue fuera por muy poco, pero ya era cuestión de esperar para que la fruta cayera por madura. El Sevilla se sentía cómodo mientras que Osasuna transmitía impotencia ante la fortaleza que imponían tanto Iborra como M'Bia, que encima sacaban la pelota con criterio para los encargados de la parcela más creativa.
Y llegó el 0-2. Debió hacerlo en otra jugada perfecta de toque que arranca en Bacca, pasa por Vitolo y debió finiquitar Jairo a puerta vacía. No lo hizo, el balón botó y después llegaría el penalti de Damiá para que el Sevilla se fuera al intermedio con una gran parte del trabajo realizado. Sobre todo porque su superioridad era aún mayor que el resultado en sí.
Más lo sería en el segundo periodo, donde Bacca y Gameiro pudieron conseguir unos pocos de goles que no llegaron a materializar por la fatiga del colombiano y por la mala fortuna del francés. Dio igual, el único susto que recibió Javi Varas, sustituto del lesionado Beto, fue a través de Bacca y lo solventó perfecto. El Sevilla, sin Rakitic de nuevo, no se olvide, no sólo volvió a ganar, por quinta vez seguida, también demostró que está en una línea de gran equipo, de ésos que les dicen a los rivales que elijan las armas en la seguridad de que acabarán derrotándolos.
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