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Honor y lágrimas para el capitán

  • Coke se despide con inmensa gratitud y una promesa de amor eterno. "Bendito fútbol, muchas gracias y ¡viva el Sevilla!", dijo emocionado y rodeado de compañeros.

Llegó otro día de emoción en las entrañas del Ramón Sánchez-Pizjuán. Sin tanto boato ni tanto protocolo como en otras tantas ocasiones. Las obras del estadio contribuyeron, por casualidad, a hacer el adiós de Coke algo más íntimo y hasta más auténtico. La emoción era más cercana. La sal de las lágrimas y el azúcar de las carcajadas casi se saboreaban en el hermético escenario de la sala de prensa del coliseo nervionense, en el que nunca más volverá a dejar su marchamo de entrega, capacidad camaleónica y llegada al gol, de muy distintas formas, un lateral que llegó de Segunda División y se va como tricampeón de la Liga Europa, como el capitán más querido de la última era del Sevilla. De la universalidad de su carisma habla el distinto perfil de los compañeros presentes: Carriço, Pareja, Iborra, Cristóforo, David Soria, Vitolo, Llorente, Juan Muñoz... Todos lloraron, y rieron, con él. 

Monchi abrió el acto reconociendo que su traspaso al Schalke 04 lo hizo a regañadientes. "En esta venta me he equivocado, perdemos a alguien muy importante. No se va un jugador, no se va un lateral derecho, no se va el capitán, se va el corazón del equipo, un jugador de los que siempre se quiere en el equipo. Coke se va al Schalke 04, pero su entrega, su alegría, su sonrisa, se nos quedan aquí para siempre. Gracias por todo". 

Y luego llegó la hora de Coke, a ratos socarrón y a ratos emotivo, tal cual es él. "Quería comenzar agradeciendo a Monchi, a la familia Del Nido y al presidente, José Castro, por darme la oportunidad hace cinco años de vestir esta camiseta y tener el orgullo de defenderla durante cinco temporadas, en las cuales he vivido cosas que de pequeño pensaba que nunca iba a vivir en el mundo del fútbol". 

En el repaso a su lustro como sevillista hubo lugar para una ciudad con la que se identificó plenamente, incluso con su rivalidad futbolística -ha escrito un relato sobre los derbis-. "De Sevilla me quedo con su gente y con su pasión. Con el sabor de unos caracoles con una cerveza helada rodeado de mi gente. Con su Feria y con mi playa de Zahara de los Atunes. Con el color rojo hasta la médula, aunque el verde siempre me ha tratado con mucho respeto. Con mi calle Regina y con alguien que entró en mi vida y espero que no se vaya jamás", dijo sobre su pareja, la hija de Francisco López Alfaro. 

"Y, por supuesto, me quedo con el templo, con nuestro templo, el Ramón Sánchez-Pizjuán -continuó Coke-. Muchas gracias a todos los sevillistas por hacerme vivir noches inolvidables (...). Nunca en mi vida he visto un campo apretar tanto, ayudar tanto a un equipo, y creo que no lo veré más". 

Mencionó a todos sus entrenadores, desde Marcelino a Sampaoli , y se paró en uno: "Unai Emery y su equipo nos hicieron creer que éramos invencibles". Tras referirse a todos los empleados del club, hizo un aparte con el vestuario que lideró desde su carácter abierto, incluyendo a los utilleros, Pichón y Lito, y al delegado, Martagón, con quien se le entrecortó la voz. A sus "compañeros de batalla" les dio "muchas gracias": "Por hacerme mejor futbolista y mejor persona; por vivir todos los días en un sitio donde ha reinado el compañerismo y la honestidad. Hemos tocado la gloria saliendo siempre desde el barro, peleando con sudor, lágrimas y nuestro corazón por nuestro amigo de al lado como hermanos, con unos valores que me gustaría inculcar a mis hijos… No dejéis que eso desaparezca de este vestuario", solicitó. 

Es la clave que pierde el Sevilla y gana el Schalke 04. "Lejos, pero con mi camiseta roja y blanca siempre debajo. Animando a mi Sevilla, que para mí es un privilegio. Bendito fútbol, muchas gracias y ¡viva el Sevilla!", atinó a decir por fin, ya roto por la emoción.

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