Dos empates tienen a España en tenguerengue en esta UEFA Nations League, por lo que la cita de esta noche en Ginebra tiene bastante de bala definitiva. Nuestra historia con los helvéticos cuenta con demasiados capítulos y no todos fueron favorables, claro que no. En lo más hondo del arcano está cierto empate sorprendente en el Bernabéu que a la postre nos impediría asistir a la eclosión de Pelé en aquel Mundial de Suecia 58.

Mucho más cerca en el tiempo está aquella derrota en nuestro debut sudafricano. Afortunadamente, todo fue a primera sangre y dicho batacazo no impediría el mayor éxito conseguido por el fútbol español a lo largo y ancho de la historia. Y ahí tenemos otra vez a aquellos que implantaron el beton, que era la fórmula con que se maquillaba la prosaica estratagema de poner a todo el equipo por detrás de la pelota, una especie de cerrojo o catenaccio, qué más da.

Y no olvidemos algo tan actual como que fueron los suizos lo que llevaron a Italia a una repesca que le resultó tan funesta que aún se llora que la squadra azzurra no cogiera plaza para Qatar. Y esta noche en el ginebrino campo del Servette, la selección nuestra acude con tantas obligaciones como urgencias. Por cierto, este estadio se levantó en sustitución del que vio cómo el Real Madrid daba su primer paso por la Copa de Europa, otoño de 1956 con gol de Miguel Muñoz.

La pregunta es la habitual desde que Luis Enrique, Lucho para los amigos, maneja las riendas del equipo nacional, la de qué tendrá pensado. ¿Habrá llegado a tiempo de corregir las deficiencias en defensa? No olvidemos que si cualquier rival se las apaña para cogerle las espaldas, el conjunto suizo tiene como prioridad sacar rédito del contragolpe. Sea como sea, ganar en el Estadio de Ginebra es de obligado cumplimiento para que todo sea como debe ser.