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Iturralde salda una vieja deuda

  • Sufrimiento El Sevilla consigue tres puntos de un valor tremendo ante Osasuna gracias a un penalti en el tiempo de prolongación Equilibrio Sola igualó el tanto de Poulsen y dejó a los blancos contra las cuerdas, pero éstos apelaron al carácter

Respiro profundo para el Sevilla gracias a Iturralde González. El colegiado vasco volvió a arbitrar al conjunto nervionense muchos meses después de convertirse en parte principalísima para que los blancos no pudieran proclamarse campeones de Liga la pasada temporada. Aquello sucedió en Palma de Mallorca y entonces no sancionó un penalti tan flagrante que hasta el propio autor, Héctor concretamente, parecía desear que fuera cobrado. Ayer fue Osasuna quien pagó la factura, la vieja deuda que tenía Iturralde con el Sevilla. Porque el árbitro vasco, tal vez deseoso de ello, vio manos en un intento de despeje de Javi García y esta vez sí se dirigió diligente hacia los once metros. Luis Fabiano, con una sangre fría digna de elogio, se encargó del resto y permitió que los sevillistas puedan respirar hoy muchísimo más tranquilos a pesar de sufrir el enésimo contratiempo del curso con la lesión de Chevantón.

Sin duda alguna, cualquier sevillista que sea consultado al respecto, sea del índole que sea, hubiera preferido que Iturralde pitara aquel penalti de Son Moix. Estaba una Liga en juego, pero tampoco Osasuna entenderá mucho de ello, como tampoco se acordarán los navarros de aquel gol propio del voleibol, pues tocó dos veces consecutivas con la mano, de Aloisi al propio Sevilla. Son cosas del pasado, evidentemente, y ahora, en el presente, duele mucho perder como ayer lo hizo Osasuna en el Sánchez-Pizjuán.

Porque los navarros ya se veían con un punto en su poder y todo lo contrario sucedía con los hombres de Manolo Jiménez. El Sevilla, a pesar del esfuerzo, de tratar de buscar el triunfo por todos los medios que tiene a su alcance en estos momentos, que no son muchos cierto es, prácticamente se había dado por vencido cuando aquello llegó al tiempo de prolongación. Era una decepción más en esta temporada tan cargada de sinsabores para un equipo acostumbrado a ganar mucho más que a perder. Pero no, algunos no dieron su brazo a torcer en medio del silencio casi sepulcral que se sentía, sí se oía el silencio, en Nervión. La segunda tarjeta a Josetxo sirvió para despertar a la fiera.

El Sevilla sacó entonces ese carácter indómito que lo ha llevado tan arriba en los dos anteriores ejercicios y se encontró con un premio inesperado. Un centro complicado de controlar para el delantero, un medio de cierre que ejerce de defensa sin serlo, una acción bastante extraña, un poco de la suerte que tal vez no tuvieran los blancos en Almería o Getafe, por qué no decirlo, y un árbitro con la conciencia intranquila desde hace mucho tiempo. Todos los ingredientes se introdujeron de golpe en la coctelera para que Manolo Jiménez y los suyos se llevaran una alegría de una importancia difícil de descifrar.

¿Será un punto de inflexión en la trayectoria de este Sevilla que tantas dudas genera? Eso pertenecerá a los balances posteriores, de momento conviene centrarse en un partido que tuvo mucho contenido por la rivalidad que se ha creado entre estos equipos, incluida esa tángana final que ya se ha convertido en un verdadero clásico de estos enfrentamientos.

En ese análisis de este Sevilla-Osauna en concreto, aparece un partido tremendamente equilibrado, un encuentro en el que los hombres de Jiménez tardaron en coger la iniciativa por la sencilla razón de que era incapaces de quitarse encima la presión de los navarros. El cuadro local salió con la intención de jugar por abajo, pero el rival acumuló hombres en la banda derecha para atorar a Daniel y Jesús Navas dejándole la pelota a Mosquera para que fuera éste quien la administrara la mayor parte de las veces. El colombiano miraba, pero Renato también estaba tapado y su salida fue buscar a Escudé. La pelota sí llegaba hasta Diego Capel, pero faltó esa salida por el medio que siempre da Kanoute y que no fueron capaces de hallar ni Luis Fabiano ni Kerzhakov.

El Sevilla, sin embargo, sí fue capaz de cambiar de marcha tras el intermedio. Apareció Chevantón para conectar algo más las líneas y los blancos se movieron muy cerca de Ricardo, aunque tal vez algo precipitados. Hasta que Poulsen mostró su versión más oportuna para allanar un camino que se empinó de manera definitiva cuando Sola hizo un golazo que tal vez pudo evitar Mosquera. Fueron momentos duros para un Sevilla que sintió el golpe y pareció noqueado, sobre todo después del paradón posterior de Ricardo a Daniel. Pero este equipo está donde está por su carácter y dentro de las dificultades, como el paradón de De Sanctis a Dady, fue capaz de buscar ese golpe de suerte que personificó Iturralde González. El Sevilla sumó tres puntos de un valor tremendo, un respiro muy profundo, y ahora sólo le resta convertir la situación en un punto de inflexión para volver a mirar hacia arriba.

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