El Shakhtar Donetsk dio dos caras bien distintas el pasado jueves en Lviv y el propio entrenador de los ucranianos ya advirtió ayer que pueden adaptarse a diferentes perfiles de partido. El Sevilla tiene que decir mucho en el comportamiento que dé este equipo que ha demostrado ser menos rocoso que aquel Shakhtar de la 06-07, pero quizá hasta más profundo. Marlos, con su exhibición en la primera mitad de Lviv, confirmó las sospechas de que es peligrosísimo con espacios. El zurdo brasileño, jugando a pierna cambiada en la derecha, es el abanderado de esa peligrosísima contra que pretende exhibir de nuevo el conjunto de Lucescu, aunque ya se vio que sufre más cuando espera atrás que cuando presiona arriba. Le faltó fondo para aguantar la continuada presión cuando el Sevilla tocó zafarrancho en la segunda mitad.

Por las alturas del calendario ucraniano, que en marzo retomó la competición tras el parón invernal, el Shakhtar está fresco pero falto de fuelle. Es decir, es un equipo que puede sufrir si el Sevilla tira de paciencia y lo somete a un acoso que le impida montar ese fútbol vertiginoso a la contra. Para esto cuenta con la excelente salida por dentro del central Rakitskiy, que supo encontrar el pasillo para Marlos en el 1-1 de la ida, y de Stepanenko. Por fuera, el oficio y la calidad en el centro de Srna contrastan con la velocidad y la fuerza de Ismaily en la izquierda. Cuanto más fije el Sevilla a estos dos laterales, más trabajo tendrá hecho para evitar que el Shakhtar se sacuda los miedos.

La línea de tres cuartos es el tesoro de este Shakhtar que une a la velocidad y el golpeo de Marlos la calidad en la izquierda de Taison, también a pierna cambiada, y el dinamismo y la frescura de Kovalenko, la joven perla ucraniana. Ferreyra corona el ataque: sabe leer perfectamente el partido sin balón, y también tiene remate.

Lucescu ha reconocido que su error en la ida fue la confianza tras el 2-1. Ahí su equipo se mostró feble defensivamente. El Sevilla, al calor de los suyos, debe hacer daño a esas dudas atrás, sin descuidar las transiciones ataque-defensa. Ahí está el peligro.