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"Sevilla" grabada cuatro veces

  • Nervión vivirá otra histórica noche para intentar aupar a su Sevilla hasta la quinta final de su competición fetiche. Brindar el pase a Krohn-Dehli, estímulo añadido por si hacía falta.

Hace una década de la primera. Y hoy la cartelería anuncia la quinta. Ni más ni menos que la quinta semifinal europea que los sevillistas tienen la inmensa fortuna de disfrutar. Y de brindar a la ciudad. En estos últimos diez años, el Sevilla Fútbol Club ha situado de tal manera el topónimo que representa en el mapa futbolístico europeo, que es el más repetido en el punto donde los más dorados sueños se hacen tangibles: la peana de una gran copa. Cuatro veces figura grabado "Sevilla" en esa hermosa copa de plata, sin orejas y la base de mármol amarillo, que el presidente de la UEFA entrega al campeón de la Liga Europa. Sevilla, Sevilla, Sevilla y Sevilla. Una vez más que Liverpool. Al menos hasta el 18 de mayo, en Basilea. El tiempo, cuando vuelvan los días prosaicos, pondrá la gesta en su justo valor.

Los sevillistas, hasta ese mágico 2006, anhelaban el mero hecho de jugar la UEFA. En 2004, ese gol de Julio Baptista a Osasuna en Nervión, en el epílogo de esa Liga, llevó a miles de seguidores a la Puerta de Jerez porque su Sevilla volvía a Europa.

Hoy, el Sevilla encabeza el palmarés con sus cuatro títulos. Y su defensa es arrebatadora. Desde el 1 de agosto de 2013, que el modestísimo Mladost Podgorica asomó por el Ramón Sánchez-Pizjuán, hasta hoy, nadie ha podido descabalgar al Sevilla de su torneo fetiche. Son ya tres las semifinales consecutivas en esta competición. Tampoco nadie lo hizo antes.

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En el continente, el personal empieza a preguntarse si esa copa y el Sevilla no son ya la misma cosa. O al menos, si no guardan trazos de consanguineidad. Porque el vínculo entre ambos, la respuesta sevillista en su defensa del título, de los títulos, causa perplejidad. Sí, se dejan la sangre como si de una hija se tratara. Habría que cotejar una prueba de ADN, porque no hay explicación a tamaño vínculo. Cuando parece que los actuales campeones van a morir en el empeño, como Errol Flynn, Burt Lancaster o Harrison Ford, sacan fuerzas de no se sabe dónde, también se agarran a un último golpe de fortuna -la que guiña a los valientes y esforzados, claro- y al final, se vuelven a encaramar al caballo, huyendo con el trofeo en la alforja.

Beñat hizo un partidazo el último Jueves de Feria. Fue el mejor del Athletic. Pero a la hora de la verdad, con el campeón contra las cuerdas, lanzó un penalti inofensivo, él que atesora un fantástico golpeo. ¿Tuvo que ver esa energía que fluye entre el Sevilla y la Liga Europa desde el big-bang que desencadenó Antonio Puerta otro Jueves de Feria? Quién sabe. Pero la simbiosis entre competición y club empieza a rayar lo paranormal.

Para rebatirlo, hoy comparecerá en Nervión un buen equipo. Un Shakhtar Donetsk habituado a jugar Liga de Campeones, que también conquistó el trofeo en 2009 y que se sabe manejar en partidos de la mayor enjundia y en ambientes hostiles de verdad. Los ucranianos tienen en contra el 2-2 de la ida, un resultado adverso pero engañoso: si hacen un gol, uno solo, se ponen en ventaja y traspasan de repente toda la presión y todos los nervios a su oponente.

Unai Emery lo tiene muy presente y ha enfatizado el habitual discurso prudente y precavido del entrenador que encara la vuelta con la eliminatoria encarrilada. El equipo de Mircea Lucescu ha ganado sus tres partidos a domicilio en las eliminatorias precedentes de la competición, ante Schalke (0-3), Anderlecht (0-1) y Sporting de Braga (1-2). Quiere ello decir que con espacios son peligrosísimos. Desde el minuto 15 al 45 de la ida, hace una semana, convirtieron al Sevilla en un muñeco de trapo con un fútbol vertiginoso. Hoy, la primera misión de Emery y los suyos es evitar que vuelva a suceder. Que el partido discurra más por los derroteros de la segunda parte, cuando Banega agarró el timón.

En cualquier caso, se anuncia un partido igualado y de emociones fuertes, en el que el entorno también jugará: Nervión se llenará hasta la corcha y sólo de sevillistas. Allí, esa copa sin orejas se siente ya como en el mismísimo útero donde se gestó.

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