Liga Europa · Final

El Sevilla gana su quinta Liga Europa (1-3)

  • Los de Emery remontan a lo grande al Liverpool y se salen de lo conocido en una final irrepetible en Basilea.

No hay más allá. El Sevilla ganó su quinta corona europea cuando peor pintaba, y lo hizo a lo grande, con una segunda parte salvaje, frente a un equipo leyenda  de Europa que lo puso contra las cuerdas hasta que el equipo de Emery las rompió y, con ellas, las ilusiones del equipo inglés. La segunda parte del Sevilla, con Coke en figura reivindicando la tajante meritocracia de Unai Emery. Dos goles del vallecano más el empate de oro de Gameiro, quién si no, para que el Sevilla agrande una historia que, sinceramente, es de las de ver para creer.

Al Sevilla, a este Sevilla que no se cansa de ganar y que sumó su quinta Europa League, tercera consecutiva, hay que pisarlo, mararlo, rematarlo y volverlo a rematar. En Los Inmortales, esa película-videoclip con música de Queen, sólo podía quedar uno y la selección era cortando cabezas. El Liverpool cortó, o creyó cortar, la cabeza del campeón,  pero a este Sevilla hay que ponerle la cabeza en una pica como en la medieval Juego de Tronos, que tantas similitudes guarda en ciertos reinos con el medievo. Pero el Liverpool no lo hizo. Sturridge, que además de un golazo de delantero carísimo había tenido dos clarísimas, estropeó lo que era un 2-0 demoledor de Lovren. Quiso empujar un balón que entraba con el Sevilla pidiendo tiempo muerto a voces y ahí cavó su fosa. El Sevilla, el de las siete cabezas, resurgió y aplastó al Liverpool.

El Sevilla, que quizás no debió empeñarse en tener la pelota en el primer tiempo porque no llegaba y el Liverpool lo aprovechó para jugar como habría querido hacerlo el equipo esta vez visitante, tardó 20 segundos en reconducir una situación límite con un desborde espectacular de Mariano para que Gameiro la empujara. Y el partido cambió por completo. El Liverpool se ahogó en su propia obligación y el campeón lo volvió a ser gustándose y sin dar ya la menor opción.

La presión inglesa, con esa agresividad que los árbitros europeos siempre les permiten, se quedó en nada y Gameiro bien pudo golpear por segunda vez en tres minutos, pero Kolo Toure, que acabaría lesionado de perseguir al delantero sevillista  impidió un naufragio que fue cuestión de tiempo, pues Gameiro debió doblar gol en un saque de banda que N'Zonzi prolongó para dejar solo al francés, si bien tiró mal y al centro desviando Mignolet.

Desbocado , el Sevilla zanjó una final muy cuesta arriba de forma inopinada, con dos zarpazos de Coke, el capitán,  el lateral defensivo reconvertido en interior por las bajas, el recurso multiusos de Emery tan contestado por el sevillismo. Meritocracia pura. Más trabajador no lo hay, y el vallecano enganchó en la banda contraria un balón suelto que jugaba Vitolo para ponerlo imposible para Mignolet.

Y, más aún, recogió un balón que venía de un rival para meterlo de nuevo y convertir la desigual fiesta de Basilea, esa que algunos sevillistas han emborronado negociando con las entradas, en exclusivamente blanca. El rojo del Liverpool era sangre de ley del Sevilla, de un Sevilla que recuperó a tiempo la cabeza para ganar un pulso que perdía y que convirtió en su salvoconducto para convertir la temporada en espectacular. Empezó con aquella tremenda y preciosa Supercopa de Europa ante el Barcelona, culmina con el quinto título de la antigua UEFA, con el añadido de una nueva clasificación para la Liga de Campeones, y cuenta con el regalo del próximo domingo en Madrid. Será sin N'Zonzi, sin Kolo, sin Rami, sin Krohn-Dehli,  etc, pero será un fin de fiesta tremendo para un Sevilla que creyó tocar el cielo y comprobó que todavía había más cosas por descubrir.

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